By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 26 de julio de 2017

A la memoria de Ernesto Pérez y Antonio “Repisa”

Foto cedida por Ignacio Gómez
Ir andando y venir corriendo

Antonio “Repisa”, mi tío, fue un jugador de fútbol del Guadalcanal durante la década de los años cuarenta, aquellos años difíciles de la posguerra, años de poca comida y mucha afición, posteriormente fue directivo en varias ocasiones con sus amigos Ernesto Pérez, Pepe Luis Barragán y Rafael Rodríguez Márquez.
Recuerdo las conversaciones que tenían Ernesto y él en las paradas para el almuerzo y la merienda en el taller de carpintería del coso y que yo presenciaba en los veranos y absorbía para llevarlas en el recuerdo, siempre recordaré una frase que decía Ernesto, “El fútbol es un veneno que no se cura con los años”.
Entre estas historias recuerdo algunas que contaban con muchas sonrisas, y que más o menos comentaba mí tío:
¿Te acuerdas Ernesto aquel partido que jugamos en Alanís creo que en el año 47?, como no lo voy a recordar Repisa, era el día de Santiago y Santa Ana y estábamos de gira cerca de la Legua de la carretera de Alanís, después de bien comidos y mejor bebidos vinieron a buscarnos Pepe Luís, Leopoldo y varios más con el equipaje futbolero y nos fuimos andando a Alanís a jugar un partido contra el Liceo, nada más empezar la cosa se puso fea, tu marcaste dos goles casi seguidos y Vázquez otro antes de finalizar el primer tiempo, ellos al final del segundo tiempo marcaron uno, el resultado no les convenía, pasaba el tiempo, se hacía de noche  y después de jugar el segundo tiempo por lo menos una hora seguíamos igual, así que abandonamos y nos intentamos vestir, lo peor es que tuvimos que salir corriendo y nos siguió medio pueblo hasta el cruce de la carretera de Malcocinado, total que fuimos andando y volvimos corriendo.
Foto cedida por Ignacio Gómez
Si Ernesto, lo peor fue en el partido que nos hicieron de devolución de visita, nada más empezar, me hizo una entrada el panadero –creo que se llamaba Vicente--  estuvo conmigo en Pamplona en la mili, me partió el brazo derecho por dos sitios, la culpa tuya, Repisa, cada vez que jugábamos contra ellos le marcabas, siempre han tenido los mojinos mucho amor propio.
Esa temporada no la puedo olvidar pudo marcar mi futuro, jugamos un partido con el Coria F.C. que estaba entrenado por Campanal, que luego fue entrenador del Sevilla F.C., perdimos por 1-5, en aquella época el Coria (filial del Sevilla) había subido a tercera división e hizo una gira por los pueblos de Sevilla para entrenarse y probar jugadores, jugamos tres de Guadalcanal con ellos en el segundo tiempo, Campanal habló conmigo y me citó para hacer una prueba en Sevilla, una semana antes de ir fue cuando me rompieron el brazo y se frustró mi posible carrera futbolística, si Repisa, lo recuerdo, ese año jugamos muy buenos partidos,  jugó varios partidos con nosotros Araujo que jugaba en el Sevilla y estaba aquí de vacaciones invitado por Barragán.
Ya lo recuerdo, Araujo me regaló unos borceguí (botas de fútbol), creo que fueron las únicas botas de profesional que tuve en mí vida, recuerdo que cuando terminamos la temporada se la llevé a Vázquez el zapatero e hizo varios pares de distintos números, el nos remendaba igualmente los balones, ¿te acuerdas como pesaban?, cuando llovía con el peso del agua y el barro eran una buena pedrada si te venía a la cabeza, mejor que tuvieras suerte, si además venía “picao” y te daba con la costura, seguro que te hacia una pitera en la cabeza.
Buena persona Vázquez, siempre haciéndonos remiendos en la botas y los balones y nosotros le pagábamos con alguna arroba de vino de Maguilla de vez en cuando, ¡como le gustaba el tintorro!    
¡Qué cosas nos pasaban!, otro partido en Cazalla, comentaba mí tío, era la feria de allí, vinieron a recogernos con una camioneta de asientos de madera por la mañana, menos mal que nos llevamos pan y chacina para comer, no nos dieron ni agua, aquel partido también lo ganamos, al tiempo de volver la camioneta en vez de traernos a Guadalcanal, nos llevó a la estación de tren de Cazalla y Constantina y tuvimos que hacer allí noche hasta que pasó el ómnibus por la mañana y nuestras familias y novias no nos echaron de menos, pensaban que estábamos en la feria.
¿Recuerdas las equipaciones?, yo creo que la primera completa que conocí fue la que nos regalaron los socios del casino, si creo que yo también, y por desgracia parecía  del Betis, --comentaba Repisa, sevillista de corazón--, peor fue lo que me pasó un año, mi madre me compró una camisa blanca en Juliancito para la feria, yo la utilicé para jugar el primer día en el partido contra Las Minas y se me rompió a jirones, solo tenía esa en condiciones y me tuvo que dejar mi cuñado Candelario “la de los domingos”, el tenia otra de la boda que se había casado en Abril, con ella fui  a buscar a  Carmelita  para llevarla al baile.
Entre risas y recuerdos “echaban el ratito y Ramoncín, Chisme y yo atentos y haciendo preguntas”.

Rafael Candelario Repisa

miércoles, 19 de julio de 2017

El mundillo de la jaula 2

El Chepa
Un Reclamo de Perdiz de Capricho y Caprichoso 

Segunda parte.- 
Hecha pues la presentación del "personaje" que nos proponemos biografíar, comencemos esta historia, yéndonos a sus orígenes y a todas las casuales circunstancias que hubieron de converger, para que este tan excepcional Reclamo llegara a mi poder.
Me habían despertado, muy de madrugada aún, los rabiosos y pertinaces vagidos de un bebé que, aunque un tanto opacos, llegaban, terriblemente molestos, a mis oídos desde el piso que se encontraba, exactamente debajo de mío.
Intentando coger como fuera, el siempre tan dulce y plácido sueño que llaman de conciencias tranquilas, me tiré largo rato procurando ignorarlos, bien arropándome herméticamente la cabeza bajo las sábanas, o bien divagando a mis anchas con alguno de mis muchas quijotescas fantasías, engarzadas en mis sienes. Pero...¡qué va!, por más que lo intentaba, aún más y más perseguía a mis oídos aquel obstinado y rabioso llanto del bebé, y, consecuentemente, más y más se despabilaba mi perseguido sueño.
A través de las cortinas del ventanal y con un ojo semiabierto y el otro semicerrado, pude intuir, que no ver, que, más o menos, las del alba serían. Viéndome pues que, cada vez, me encontraba más distanciado de los anhelados brazos de Morfeo, le metí el codo, con cierto tacto y disimulo, a mi adorable esposa, con la intención de comprobar, si bien
sólo en primera instancia, si se encontraba tan despabilada como yo, por aquel tan contumaz llanto. Y, en efecto, la pobre también se encontraba en la misma situación que yo, y así le dije, un tanto irónico, que si no le extrañaba que, después del muy largo rato que aquella criaturita llevaba llorando con los "reaños" que lo hacía, no hubiera explotado ya como un "ciquitraque".
-¡Angelito mío!.- Suspiró maternalmente mi esposa.-
Seguramente, que debe dolerle la barriguita o, tal vez, los oídos, y como los pobrecitos no saben decir lo que les pasa, pues... La madre, pobre mujer, debe estar desesperada.
-¿Y por qué no acude al médico...? Ya es demasiado tiempo el que el pequeñín lleva llorando.
-El marido.- Quiso excusarla mi esposa.- es visitador médico, y, seguramente, debe encontrarse viajando como casi siempre, y ella, encontrándose sola, tal vez no sepa bien lo qué hacer.
No supe que contestarle, así que, de momento, quedé en silencio y un tanto pensativo. Reaccioné de pronto, no obstante, y le salí diciendo, totalmente decidido además, que por qué no bajaba y le decía que nosotros, si así lo quería, estábamos dispuestos a coger nuestro coche y acercarla al Hospital Infantil o adonde ella quisiera, para ver qué es lo que le podía pasar a aquella pobre criaturita.
Y mi querida esposa, que tan buena samaritana fue siempre para todo y para todos, no se lo pensó dos veces seguidas, así que se tiró rápidamente fuera de la cama y hacia allá endilgó como la que va a apagar un fuego. Me dio la sensación que esperaba aquella mi invitación como un “santo advenimiento”.
Sólo unos minutos después, me encontraba convertido en circunstancial taxista por las calles de Sevilla, en dirección al Hospital Infantil, con dos mujeres y un bebé a bordo. Tan pronto como el llorón estuvo en manos del Pediatra, todo quedó solucionado, en sólo breves instantes y sin el menor problema. La barriguita del bebé, al quedar como fuelle de acordeón, después de que el médico se la apretara entre sus dedos, fue síntoma más que suficiente, para que el doctor diagnosticara, inequívocamente, la enfermedad que padecía el chiquitín y que tanto llanto le producía. El bebé, por la atroz hambre que padecía, estaba desnutrido. Los pechos de la madre, por lo visto, eran como un venero, prácticamente, agotado, por lo que apenas si podían fluir de ellos unas gotas de leche. Bastó pues un templado biberón a tope, para que el hambriento llorón quedara transpuesto en el quinto cielo, soñando con los angelitos, en el más dulce y grato sueño, después de que, claro está, el biberón pasara a mejor vida.
Un sencillo y humanitario acto éste de mi esposa y mío de buena vecindad y que, por obvio y natural, no tenía gran importancia para emotivas loas, y aún menos si es que confesamos – que todo hay que decirlo, para que el Demonio no se ría de la mentira – que también fuimos empujados en gran medida a tal obra de caridad, pensando en nosotros mismos, ya que había que descansar, para estar en forma para el trabajo que nos esperaba apenas comenzara a echar a andar la ya inminente mañana. Sin embargo, para el abuelo paterno, en especial, aquello fue algo así como un inefable acto de heroísmo, que no había con qué pagarlo, ni cómo agradecerlo.
Vivía este agradecido y buen hombre en Badajoz, donde tenía una muy prestigiosa e importante pajarería, y casi todos los fines de semana, solía acudir, junto a su esposa, a Sevilla, para pasarlos en feliz compañía de su único hijo, el padre del llorón, y, por supuesto, de su nuera y - ¿y cómo no? del mismo llorón, su nietecito. Y así, el inmediato Sábado al hecho de marras, tan pronto como la nuera le contara el detalle de los buenos samaritanos del “quinto”, al buen hombre le faltó tiempo para subir a nuestro piso, para agradecernos, con el corazón en los labios, lo que, en ausencia de su hijo, habíamos tenido a bien a hacer con su entrañable nieto.
Vicente Rastrojo, que así se llamaba este tan agradecido extremeño pacense - que Dios tenga en su Santa Gloria – con el distinguido porte de todo un caballero a la antigua usanza, me dijo tan pronto aparecí, a la llamada del timbre, al otro lado de la puerta.
-¿Da usted su permiso, señor? Soy el abuelo paterno del pequeñín que, el otro día, llevó usted al hospital de madrugada.- Y se me presentó, tendiéndome la mano, al tiempo que me hacía una caballerosa reverencia, desmontándose respetuosamente el sombrero levemente.-
Vengo expresamente a expresarle mi más sentida y sincera gratitud.
-Pase, pase usted.- Le respondí en tono amistoso y como queriéndole quitar importancia a la cosa.- Lo más natural del mundo entre buenos vecinos, ¿no cree? Ellos también lo hubieran hecho con nosotros. Estoy completamente seguro de ello.
El muy agradecido abuelo, siempre en su actitud de todo un cortés caballero de los de aquellos otrora, a la par que me seguía hacia el salón, no dejaba de repetirme su agradecimiento, y, de pronto, al ver un muy vivaracho canario que tenía en una dorada y artística jaula circular, ocupando la dorada circunferencia en que terminaba la peana, que le servía de colgadero, me preguntó que si era aficionado a tan bonitos y canoros pajarines, y yo, entre un sí y un no, me limité a encogerme de hombros, como queriéndole decir que ni fu ni fa. Que si me hubiera dicho.- Se me ocurrió añadir con toda espontaneidad.- que si mi afición iba por lo de los pájaros de perdiz, la historia ya cambiaba como de la noche al día.
-¡Hombre.-Exclamó tan sorprendido como amigablemente.- ¿con que usted es aficionado “al pájaro”...? Yo también lo soy, y desde toda mi vida prácticamente. No sé si sabrá usted que tengo una muy importante pajarería en Badajoz, en la que, además de los pájaros más exóticos, venidos de los países más remotos, tenemos toda clase de pajarillos canoros del país, así como sus respectivos alimentos y medicamentos. Por descontado, que también perdigones para el reclamo. Cuente con uno de ellos como regalo.
Jamás se me podía haber hecho un ofrecimiento más gratificante y que más me ilusionara, así que los ojos se me debieron poner como platos.
Y, en efecto, al Sábado siguiente - por cierto, que a punto de abrirse la veda ya de la tan bella y sugestiva caza de la perdiz con Reclamo - se me presentó aquel tan cortés caballero, Don Vicente Rastrojo, con su prometido presente, jaula y sayuela incluidas. Se trataba, efectivamente, de un pollo del año, del que, entre otras muchas cosas, me dijo que, aunque algo díscolo y hasta un tanto desagradecido y descastado, y que, como bien podría ver por mis propios ojos, siendo también tan poca cosa en cuanto a su físico, sin embargo, le había venido observando en la tienda, y difícilmente no estaba “con el hacha levantada” y dispuesto a plantarle cara hasta al mismo Satanás que, escapado de las llamas de los infiernos, allí se le hubiera presentado. Que era de un bonito pueblo, cercano a Badajoz, llamado Villar del Rey, donde entró en un lote de cinco, que le comprara a un pastor, que los capturara a finales de Julio, siendo aún como “totovías”, por aquellos pastizales, mientras pastoreaba, y que tuvo que terminar de criar en el corral de casa en una especie de gallinero de tela metálica.
Los tres tramos de escalera que separaban el cuarto piso, hogar de su hijo y adonde bajé a recogerlo, del quinto, mi piso, me los subí de dos zancadas, pues iba con mi pájaro de
perdiz más alegre y saltarín que un gitanillo con unas  alpargatas nuevas.
Llevaba clavado en las sienes, no obstante, aquello que me dijera el muy cortés caballero, Don Vicente Rastrojo, su amo, de que el pollo era "algo díscolo y como desagradecido y descastado", si no tanto aquello otro de su poca presencia física. Todo ello hizo que, en un conjunto, me hiciera sospechar del liliputiense jorobado, pero no pasó de ser como una especie de desdibujado garabato, que se me borró tan pronto me viniera a la cabeza, a su vez, aquello otro "del hacha levantada y de su valiente actitud ante el mismo Demonio que se le presentara escapado de las llamas del infierno”, además de que bien sabía yo que, si aquello de su nerviosismo y poca afabilidad, sin ser nunca cosa de mi agrado, jamás pudieron ser algo definitivo, para impedir que un pollo llegara a ser un gran campeón, al margen de aquello otro de las bellezas físicas, sabiendo además que, con recuencia, estas sólo son tapaderas más falsas que el mismo Judas, por encubrir, hipócrita y cínicamente, a los que, teniéndolas, sólo son despreciables maulas, por no decir aquello otro "de sepulcros blanqueados", que dijo Cristo en cierta ocasión, ante unos individuos, al carecer de lo que sólo puede estar en lo más profundo del corazón, como es el honor, la honradez, la generosidad, la laboriosidad, la responsabilidad y el cumplir siempre con el deber con el entusiasmo que mandan los santos cánones.

©José Fernando Titos Alfaro
Nº Expediente: SE-1091 -12

jueves, 13 de julio de 2017

Revista de feria 2017



María José Serna ilustrará la portada de la revista de feria

Su obra fue elegida por los internautas en un novedoso concurso a través de facebook

La guadalcanalense María Jose Serna tendrá el privilegio de ser la autora de la ilustración que servirá de portada a la tradicional revista de feria de Guadalcanal.
Tras la presentación de cinco obras, en la medianoche del pasado sábado, el Ayuntamiento de la localidad dio a conocer al ganador en un concurso en el que fueron los propios ciudadanos los que decidieron con sus votos la obra gana- Pintura ganadora dora.
Concurso novedoso Para elegir la obra ganadora, en esta ocasión se ha querido promover la opinión ciudadana a través de las redes sociales. Y en concreto, ha sido la plataforma de facebook la elegida para dar con el ganador o ganadora, en este caso.
El pasado 22 de junio, la cuenta de facebook oficial del consistorio daba a conocer las cinco obras que optaban al premio, acompañada cada una de ellas de un emoticono.
De esta manera, y aprovechando la novedosa interacción de la red social, las obras se marcaron con un pulgar en alto, un corazón, una cara sonriente, una sorprendida y otra triste. Como norma, la prohibición de marcar dos o más obras, puntuando únicamente la última de ellas.
Terminado el plazo, se procedió al recuento de votos resultando ganadora la obra de María José por un total de ochenta votos de un montante final de ciento cuarenta, superando en cincuenta y dos al segundo clasificado.
La obra ganadora representa una escena típica de feria, con la alegría de la música y el baile y con unos personajes ataviado para la ocasión con los trajes tradicionales, guitarra en mano incluída, pero alejada del tradicional paseo de el real de El coso y trasladada al parque de El Palacio, como si fuera una fotografía tomada directamente desde su balcón.
 
Guadalcanal Información
CULTURA/13, 7 de Julio de 2017

miércoles, 12 de julio de 2017

Torre de la Iglesia de Santa María de la Asunción

Un  legado del esplendor de las minas de plata del siglo XVI

Recuerdo cuando aun era  niño  aquel viejecito con su gorra y su bastón que todos llamábamos Bastián, sentado en un banco de la plaza contando historias y chascarrillos de nuestro pueblo, en una de sus citas mas o menos comentaba: “nuestros antepasados echaron hace muchos años a los moros de Guadalcanal, salieron corriendo y no les dio tiempo ni a terminar la torre de la Iglesia, después de tantos años así se quedó, como la veis”.
Esta frase que no se si será totalmente exacta a la que él dijo, era una sentencia y no tenia razón nuestro recordado Bastián, la torre es quizás el único legado que nos quedó de la floreciente Guadalcanal en el esplendor y posterior decadencia de sus minas en el siglo XVI, ya que en el año 1556 Agustín de Zárate, el recién nombrado administrador General de las minas de plata de Guadalcanal por la Princesa Regente Gobernadora, "recibe un nuevo destino de la administración fiscal y se establece en Guadalcanal para asegurar el orden en el beneficio del mineral y la recaudación de los derechos estatales de las importantes minas de plata que se han descubierto en esta villa"
El Sr. Zárate se reune a principio de dicho año con el Concejo de la Villa y sus alcaldes, estos le proclaman los pocos beneficios que la localidad obtiene de la explotación de la dicha rica mina, denunciando el progresivo estado de pobreza de la vecindad, por las grandes mermas de ganado (que se utiliza sin control y a bajo precio en la mina para alimentar a propios y esclavos), la esquilma de los montes que quedan "limpios" de leña y pastos, material para hacer carbón y maderos para la mina, todo esto hace que los montes queden mermados y con falta de manutención para el ganado, unido al poco trabajo que se les ofrece a los guadalcanalenses en la mina, que por su escasa profesionalidad, se limita al acarreo y penosos trabajos de pocos maravediés de salario.
En este mismo sentido, el Concejo envía una libranza a la corte:
“conbiene al seruiçio de V.M. que en esta fábrica no se lleue alcabala del carbón, leña, plomo y almártaga, pues estas son cosas que nunca se bendieron arrendaron en el dicho término de Guadalcanal, sino después que en la fábrica se funde y así ni al concejo ni arrendadores no se les haze agrabio. Reçobelo (agravio) la fábrica que de las demás cosas que en ella se benden lleuen más alcabala de lo que se lleua en la misma villa de Guadalcanal y así suplico a V. M. lo mande y con los mesmos días de franqueza que ay en la dicha villa”.
La respuesta real es favorable a la pretensión de la administración:
Así pues, de hecho, la mina resulta ser un vecino incómodo para la villa; goza de los derechos de los demás vecinos —cortar leña y aprovecharse de los pastos propios y comunes— pero no se sujeta por la mayoría de los deberes. ¿Cómo afecta ésto a la mayoría de los vecinos?, menos en  los derechos,  éstos sí que se ven claramente perjudicados: la rica dehesa de la villa, antes a disposición de los avecindados, queda reservada para el exclusivo de las minas durante 10 meses del año y sólo los  dos meses de verano para el libre acceso de los vecinos 
El mismo Zárate es consciente de que la villa merece una cierta compensación a los perjuicios que recibe en función de la presencia de la explotación real:
“Conbendría que la alcauala de lo que se vende en las minas no se diese encabeçamiento a la villa de Guadalcanal, porque valen las cosas a esta causa eçesivamente caras, porque molestan a los que bienen a vender y les lleuan demasiada alcauala y a causa dello el carbón, almártaga y otras cosas nesçesarias se encaresçen y no se traen á vender a las dichas minas lo nesçesario. Por eso conbendría que se repartiese y diese por vía de encabeçamiento de las dichas minas a la fábrica dellas por un predio moderado y a los de Guadalcanal, Su Magestad los gratifique los daños que a causa de las minas resçiuen así en los mantenimientos como en el pasto del ganado y bestiamen de las minas en su dehesa y en sacar çepas y no es equivalençia el prouecho que tienen de los que trauaxan en las minas de la villa, la qual meresçe qualquier gratificación por el amor y voluntad con que siruen a Su Magesta.
El 25 de Abril, después de repetidas reuniones  de  D. Agustín de Zárate con  el Concejo de la Villa, envía varios escritos a Valladolid para la princesa  gobernadora,  y, en uno de ellos comenta:
“Con la mucha hanbre que en esta tierra hay, acude a estas minas mucha jente que no nos podemos valer porque el principal intento que traen es el de hurtar (...)”.
Igualmente reconoce el administrador que:
“labrándose aquí minas, forçoso se han de encaresçer los jornales y resçibir grande daño toda la tierra, porque les será grande costa labrar sus heredades” 
En otro escrito comenta que los roces entre vecinos de la villa y la población minera son frecuentes y se inscriben los tradicionales choques entre comunidades configuradas y asentadas de antiguo y poblaciones halógenas. 
En este  informe daba noticia de que:
“los vezinos de la dicha villa de Guadalcanal hazen muchas molestias y malos tratamientos a los maestros, ofiçiales y operarios y otras personas que entienden en (...) las minas que an paresçido en término de la dicha villa y que no les quieren dar posadas ni rropa en que duermen ni mantenimientos por sus dineros”.
El 22 de Octubre de 1556 la princesa gobernadora dirige un escrito a D. Diego López administrador tesorero de la mina de Guadalcanal y otorga la obligación de liberar de los beneficios de dicha mina la cantidad de  590 ducados (221.250 maravedíes), equivalente al 0,017% del beneficio total de la extracción de plata hasta la fecha, así mismo otorga las siguientes libranzas, para un paño de la Iglesia de Guadalcanal 75.000 maravedies, al monasterio de los descalzos de Guadalcanal, 4 cálices de plata de las minas, con un valor de hechura de 37.500 maravedies, para limosnas a diversas instituciones religiosa de la villa 17.500 maravedíes  y una cantidad no determinada para la adquisición de una campana para la torre de Santa Ana.
Al año siguiente, según cédula de 12 de Mayo, se otorga otra asignación de 200 ducados (75.000 maravedíes) para seguir con la construcción de la torre de Santa María de la Asunción y finalmente, en el año 1559, se otorga una última obligación de liberar la cantidad de 65.000 maravedíes para terminar la dicha torre, así dispone la princesa regente gobernadora y envía copia de otorgamiento a Juan Pérez de Mérida mayordomo de la iglesia parroquial
De estos otorgamientos es sabedor  ejecutor D. Hernán López del Campo, instructor del Consejo de Hacienda y Contador Mayor de la Casa de Contratación de Sevilla.
No hay constancia documentada de más asignaciones para la construcción de la torre y tampoco si en el año 1559  tenía su estado actual o si los sucesivos Concejos decidieron invertir más en su construcción.
La Torre de la iglesia de Santa María de la Asunción de Guadalcanal se levantó sobre la parte de la antigua muralla defensiva almohade de la población,  se sitúa a los pies de la nave izquierda,  después de varios siglos, la situación actual de esta torre  es de deterioro y semi abandono, sea por parte de la iglesia o por las distintas administraciones que pudieran implicarse.
En estos últimos tiempos se han efectuados varios  intentos fallidos para remediar la situación:
En el 2008, el arquitecto de la Archidiócesis de Sevilla, acompañado por el Delegado de Patrimonio del Excmo. Ayuntamiento -D. Eduardo Cordobés- y el Párroco de Guadalcanal -D. Gabriel Sánchez-, estuvo visitando el lunes 29 de septiembre la torre de la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción, que presenta diversos desperfectos provocados por el paso del tiempo.
Se ha acordado, en una primera fase que comenzaría en breve, fijar los elementos que se encuentran en peores condiciones y entrañan un mayor peligro, como las cornisas. Estas obras están financiadas por la Archidiócesis de Sevilla. La colaboración del Excmo. Ayuntamiento se centrará en la limpieza interior de la torre.
El 5 de Noviembre de 2014, el entonces alcalde de Guadalcanal José Manuel Martínez, concedió una entrevista en El Correo de Andalucía  a  José Ángel Fontecha en la que entre otras cosas decía:
“se adelantó ayer las principales líneas de actuación que podrían llevarse a cabo en la consecución de la financiación necesaria para la restauración de la torre de la Iglesia de Santa María de la Asunción. Tras sendas reuniones con responsables de La Caixa y con el párroco, Juan Carlos de la Rosa, el regidor aseguró que son tres campos en los que se pretende trabajar”
“El Ayuntamiento y la iglesia firmarían un acuerdo para la apertura de una Cuenta Solidaria conjunta donde todo el que quiera, a base de donaciones podría ingresar lo que estime conveniente”.
“El Ayuntamiento contribuirá económicamente en todo lo que vaya pudiendo con la consecución de ayudas”
"Los contribuyentes que participaran en la colecta, aseguran desde el Consistorio, independientemente de la suma aportada, recibirían un diploma para recordar su colaboración". Los otros dos campos de acción "vendrían en forma de subvención, ya que se prevé solicitar las ayudas económicas pertinentes tanto al Ministerio de Fomento como al Grupo de Desarrollo Rural Sierra Morena, a fin de conseguir parte de los casi 300.000 euros en los que está presupuestada esta restauración. Dichas subvenciones son excluyentes entre sí, por lo que si se logra una de ellas, quedaría descartada la otra".
Han pasado los años, varias corporaciones municipales y párrocos, pero lo cierto es que nuestra simbólica torre de la plaza de España, sigue deteriorándose, sin emprender las obras necearías para su restauración y con las tres bufandas negras puestas que tanto afean el edificio y contorno, nuestro paisano Juan Daniel Blanco Ceballos se preocupa todos los años de retirar los escombros del interior y limpiar los escalones de los excrementos de las palomas.
Parece según información que el Arzobispado de Sevilla ha habilitado conforme al proyecto, una partida similar a la que se concedió para arreglar la techumbre del convento, esta partida está pendiente de ejecutar a través del Área de Cultura del Exmo.  Ayuntamiento de Guadalcanal.

Fuentes.- Noticia histórica documentada de las célebres minas de Guadalcanal , De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales (Julio Sánchez Gómez-Salamanca 1989), Consejo y Juntas de Hacienda, Contadurías Generales,  Sobre emigración a America de los habitantes de Guadalcanal y Hemerotecas.
Rafael Spínola R.

miércoles, 5 de julio de 2017

La Serenita

Yo pienso, que revivir el pasado, es vivir dos veces.


Escribir sobre Guadalcanal, para remontarme al pasado (a mi pasado), es como por inercia.
Algunos quizás piensen que esto es síntoma de senectud (cronológicamente no es mi caso).
Yo pienso, que revivir el pasado, es vivir dos veces. No quiero caer en cursiladas, pero es como sentirme sumergido en una especie de bálsamo bienhechor.
Y bálsamo bienhechor, es por supuesto contemplar sus paisajes, pasear por sus calles y en cada rincón reencontrarte con parte de tu vida, con pedazos de tu vida que se han quedado ahí, y que están ahí, estáticos, pero que comienzan a tomar animación, en tu deambular.
Y la mente, máquina prodigiosa del ser humano, te va proyectando, secuencia a secuencia, toda esa película que llevas grabada en ella.
Quizás caiga en pesadez reiterativa al escribir y hablar tanto de mi Pueblo; pero al hacerlo en esta gran revista, veo el momento idóneo para exponer mis sentimientos hacia Él.
Habrá quien piense, que todo no serán bonitos paisajes y cosas maravillosas; por supuesto, como habitáculo que es de tres mil y pico de amas; pero yo he sido siempre partidario de ver en él, lo agradable, lo bonito, lo positivo y me mantendré siempre en esta línea.
Pero en fin, dejémonos de más disquisiciones, y vayamos bajando, poco a poco, por esa cuesta de los Molinos hasta "toparnos" con la Serenita. La Serenita, ¡qué maravilla!, es uno de los lugares del término de Guadalcanal, al que le tengo especial cariño. Horas y horas me he pasado en esa Serenita, desde la mañana a la tarde. ¡Qué triaca!: Antonio Rodríguez Peña (Jesusito o Pove) mencionando este último sobrenombre, me viene a la memoria que se lo puse yo; Luis Carbajo y algunos más. 
¿Qué hacíamos allí? Jugar, jugar mucho, ya saltando por los riscos del arroyo, ya en el Cerro Chavero, y a la caída de la tarde "empendolar" una buena candela y hablar de las mil cosas de las que hablaban los chiquillos.
"Pues yo voy a ver, si esta noche convenzo mi madre, para que me deje ir al cine, que ponen, el Halcón y la Flecha, veré, si soy capaz de sacarle las tres pesetas. Pues a mí, si no me deja me escapo".
Sí pero ya sabes que luego llega tu hermano y, a media película, te saca a "lapo" limpio. Bueno, ¿y qué?, pero yo voy. Y así, hablando y hablando, llegaba la noche.
“Bueno, vámonos, que aquí, no quedan más que borrajos y ya está "dando" las ánimas". La subida desde allí hasta el Pueblo, era un Vía Crucis, parábamos setenta veces, porque, ya a la bajada del Cerro, había iniciado una pequeña discusión, sobre cualquier cosa; una de ellas podría ser, si al día siguiente hacíamos "rabona" para no ir a la escuela. "Yo la haría pero, ya sabéis lo que pasó el otro día en la casa de abajo del Botero, que se presentó mi padre y me llevó "dándome" hasta mi casa".
En fin, dejémoslo aquí ya, porque sería para llenar, cientos de cuartillas. Es la época maravillosa de todo muchacho. Hay quien dice, que no se vuelve a vivir, yo disiento de esta afirmación; para mí encontrándome en Él, la vivo minuto a minuto.

Francisco Rivero Sanz
Revista de feria 1985