By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 30 de noviembre de 2016

Guadalcanal, un pueblo en la memoria 6

VII.- Isla de Guadalcanal
(descubridor Pedro Ortega Valencia)

Este intrépido guadalcanalense nace hacia el año 1520 en el número 7 de la calle que lleva su nombre en nuestra villa. Casado y con dos hijos, dedicó su vida a la navegación, conquistando territorios por los mares del sur para la Corona de España.
Fue alguacil mayor de Panamá y maestre de campo de la Armada. Era persona áspera en su condición, valiente y esforzado, lo que le ayudó en los cometidos y aventuras que desarrolló en su vida.
El 19 de noviembre del año 1566 embarca en el puerto del Callao en Perú y al día siguiente se hizo a la vela como capitán en la Nao Almiranta, llevando consigo a dos hombres de su confianza: Francisco Muñoz y Juan de Ortega; y 302 hombres negros, siendo de su costa todos los gastos de malotaje, víveres, armas y demás, que ascendieron a más de tres mil pesos. (Ruiz Pelayo, 1946.)
Fue siguiendo su viaje por el rumbo y término que la nao capitana guiaba, porque en ella iba el general Álvaro de Mendaña, el piloto mayor de la Armada Fernán Gallego y el cosmógrafo Pedro Sarmiento de Gamboa.
Después de varios meses de navegación, llegan al archipiélago de las Islas Salomón, habiendo navegado más de mil seiscientas leguas de distancia de los reinos, la gente saltó por primera vez a tierra en ja isla de Saba, a la que pusieron el nombre de Santa Isabel, con unas doscientas leguas de circuito.

Esta isla sería el cuartel general para Pedro Ortega Valencia, quien mandó hacer un bergantín a toda prisa para proseguir el descubrimiento de otras islas. Terminado el buque, se embarca en él con sus correspondientes marineros, algunos esclavos y 28 soldados bien armados. Durante un mes estuvieron navegando con mal tiempo, aguaceros y muchas “guacavaras”, descubriendo otra isla, de nombre Malaita, a la que llamó Ramos, con cerca de cuatrocientas leguas de circuito y muy poblada de indígenas muy belicosos que estaban en pie de guerra constante con las islas vecinas.
Continuaron los descubrimientos de nuevas islas a las que Ortega Valencia puso el nombre de Buena Vista, La Galera, San Dimas, Flores, Sarga, entre otras, tomando posesión de todas ellas en nombre de la Corona. Más adelante se produjeron nuevos descubrimientos, como “Gaumbata, de cuatrocientas leguas de circuito que es la mejor y más fértil y de más gente de todas, porque en esta sola isla hay más de un millón de personas y más de trescientos mil hombres de guerra, y tomó en ella posesión y la llamó Guadalcanal por ser de allí natural, donde tuvo muchas “guacavaras y riesgo” (Ruiz Pelayo, 1946). Esto ocurrió el día 11 de mayo del año de 1567. De aquí pasó a otra isla, a la que puso San Jorge, y, llegando a Santa Isabel y rodeándola, se unió a la Armada que allí estaba, dando cuenta de todo lo acontecido al general Álvaro de Mendaña. La Armada al completo se fue con todos sus navíos a otra isla, a la que llamaron San Cristóbal, donde nuevamente tomaron tierra con su general al frente.
Las Islas Salomón están situadas al norte de Australia y poseen una superficie de 28.450 kilómetros cuadrados, con una población de 448.442 habitantes (enero de 2001). El idioma oficial es el inglés, aunque abarca tan solo el 1 %-2% de la población. En la actualidad existen más de 120 lenguas aborígenes, siendo las más usadas las lenguas melanesias. Conviven diferentes religiones, entre las que destacamos las profesadas por los anglicanos (34%), los católicos (19%), los bautistas (17%), la unión de metodistas/presbiterianos (11%), los adventistas del séptimo día (10%), otros protestantes (5%) y creencias tradicionales autóctonas (4%). La bandera nacional es de color azul y verde, dividida por una franja amarilla en diagonal y, en la esquina superior izquierda, cinco estrellas blancas.
Guadalcanal es la mayor de las Islas Salomón, con una extensión de 5.336 kilómetros cuadrados y una población de sesenta mil habitantes. Su capital es Honiara, y en ella reside la mitad de la población de la isla.
Las Salomón son de origen volcánico, tienen ríos muy caudalosos y zonas muy pantanosas. Uno de los ríos lleva el nombre de Ortega. El clima es muy caluroso, y las precipitaciones anuales varían entre dos mil y tres mil litros, convirtiendo el territorio en una jungla con grandes bosques, algunos de ellos impenetrables.
Las principales riquezas son la producción maderera, el cacao, el arroz, las frutas, la ganadería y la pesca. También poseen oro, bauxita, fosfatos, plomo, cinc y níquel. Son hábiles artesanos y realizan figuras muy apreciadas en el mercado, talladas en madera, conchas, nácar y otras materias. También son grandes constructores de barcos y piraguas.
Las industrias existentes incluyen molinos de aceite de palma y de arroz, conservas de pescado, aserradoras, transformación alimentaria, tabaco y bebidas no alcohólicas.
Estas islas fueron olvidadas durante dos siglos hasta que, en el año 1768, un navegante francés puso rumbo hacia el archipiélago. En el año 1898 se las repartieron Alemania y Gran Bretaña.
En 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, los japoneses se apoderaron de las islas y construyeron en Guadalcanal el aeródromo Henderson. El 7 de agosto de ese mismo año comenzaron las operaciones norteamericanas, apoderándose del aeródromo. Las luchas continuaron hasta primeros de febrero de 1943, venciendo los americanos, que provocaron más de seis mil muertos en las filas japonesas en la célebre batalla de Guadalcanal, de la que se escribieron libros y se hicieron películas de gran interés.
Terminada la contienda, se hace cargo del archipiélago un protectorado británico, constituyéndose en 1970 un consejo legislativo. En el año 1978 alcanza la independencia, ostentando la soberanía británica la jefatura del Estado, representada por un gobernador general nativo. De esta forma, podemos decir que la forma de gobierno en las Islas Salomón está basada en una democracia parlamentaria.
El día 19 de julio de 1993 nos visitaron tres representantes de la Iglesia católica de las Islas Salomón: el señor arzobispo del archipiélago, su eminencia monseñor Adrián Smith; el obispo monseñor Gerard Loft, y el padre Francis Maaka, párroco de Guadalcanal, a los que, junto con el párroco de nuestra villa y otras personalidades, tuve el honor de acompañar en su visita a nuestro pueblo, que recorrieron, visitando la casa donde nació el insigne y valeroso descubridor de las islas, Pedro Ortega Valencia, y el Ayuntamiento, donde fueron obsequiados con recuerdos del pueblo. También recibieron regalos de la asociación de mujeres Honiara, de nuestra villa. Oficiaron misa en la iglesia de Santa María de la Asunción, donde manifestaron su deseo de hermanamiento entre ambos pueblos.
Nuestro párroco les hizo entrega de un cuadro con nuestra patrona, la Virgen de Guaditoca, prometiendo el señor arzobispo “que sería colocado con todo el fervor y cariño en sitio preferente en la catedral de Honiara, capital del “otro Guadalcanal”, que, aunque muy lejos de nosotros, nos sentimos hermanos, recordando siempre a su valiente descubridor, nuestro paisano Pedro Ortega Valencia”.
En mayo de 1984, el papa Juan Pablo II visitó la isla de Guadalcanal.
El día 6 de septiembre de 1964, la villa de Guadalcanal, con su Ayuntamiento en pleno, rindió homenaje a su hijo predilecto Pedro Ortega Valencia, al que asistieron conjuntamente las fuerzas de. las Marinas española y norteamericana, acompañadas de bandas de música con escuadras de gastadores, celebrándose misa de campaña en el Paseo del Palacio, acompañando y dando escolta a Nuestra Señora de Guaditoca en la procesión al Real de la Feria, quedando en la memoria de todos los guadalcanalenses estos actos inolvidables. Como recuerdo de este homenaje, fue colocada una lápida en la puerta del Ayuntamiento, conmemorando esta imperecedera gesta de este valeroso navegante para honor y gloria de Guadalcanal, España y el Nuevo Mundo.

Copyright.- Rafael Rodríguez Márquez

sábado, 26 de noviembre de 2016

Vamos niños al Sagrario...

Qué cerca y qué lejos

Cerca, en mí, años de niño. En mí, cerca, el gorjeo del tordo, la vez primera, desde torre eclesial. Cerca, en mí, las estancias en la "miga", (amiga) con sillita baja y llanto a la primera, próxima a la esquina de "los Milagros". En mí, cerca, el juego, una, y mil veces, en pasillo largo, azulejos de dibujo diagonal blanco y negro. Cerca, en mí, ilusión ¡la mejor! de Magos de Oriente, materializada con tren de lata, en mañana de nieve. En mí, cerca, el cortejo al juego infantil, en le siesta, del esquilón del "acarreto". Cerca, en mí, paseos “a toca de tramos de acera de la manzana de Don León” en triciclo pequeño, de amigo generoso.
En mí, cerca, laboriosa composición de grupo de condiscípulos para fotografía de rigor, teniendo al Maestro en el centro. Cerca, en mí, pasado el almuerzo, aprender, una a una, letras del abecedario, detrás del movimiento semidormido del lápiz mentor del maestro. En mí, cerca, primer encuentro a la revuelta callejera, con disculpa de subida del pan, Cerca, en mí, la jerga musical, en la calle, de la trompeta y el tambor del cíngaro de turno, acompañado de oso. En mí, cerca, irrepetible catequesis mañanera "sansebatiana", luego que era la misa de diez, con la cantada invitación de catequistas: "Vamos niños al Sagrario...". Cerca, en mí, reparto, en la Iglesia de la Concepción, al celebrarse los Reyes, de ropas y juguetes a los asistentes a la catequesis, contando asistencias. En mí, cerca, el traslado de Jesús Niño, su encuentro en el Templo “la Concepción”, con sorteo de rosquetes.
Cerca, en mí, el roto de tiestos en zaguanes de dueños menos sufridos para reír sus enfados. En mí, cerca, el griterío de la chiquillería: "¡Banderitas en la torre...! ", con el que acudía de lejos a la de Santa María así adornada. Cerca, en mí, la espuerta y el "yisque" (guizque) de la monaguillería andante, pidiendo los "tosantos", juntando frutos con que mitigar vigilia nocturna en campanarios parroquiales. En mí, cerca, la ambiciosa navegación del barco de papel, confiada por mano infantil a pasajera riada “lluviosa” de la calle. Cerca, en mí, rasgos característicos de mentes captas, célebre la que corrige el sacerdote para que diga: ¡qué jollín!.
En mí, cerca, la alegría del pianillo de la calle, inseparable de los Carnavales. Cerca, en mí, la bullanga de máscaras y el derroche callejero de papelillos y serpentinas en días de Momo. En mí, cerca, la copla picante de "murga" y la canción dulzona de "estudiantina", oídas en calle festiva por carnestolendas.
Cerca, en mí, peculiar tañir de campanas en tiempo cuaresmal. En mí, cerca, melodías del "cristu" y del "stabat", en salidas y entradas procesionales, encausando, religiosamente, el ánimo en la Semana Mayor. Cerca, en mí, lucha, en mañana de niebla y sol, por vez ocultando y descubriendo, a distancia, al Señor con la Cruz. En mí, cerca, el atuendo morado, realzado con luz de mediodía, de las Santas Mujeres y del Discípulo Amado, junto a la, hoy solitaria, Crucifixión. Cerca, en mí, anhelado estreno de penitente de luz, con inesperada visión de la que, en la caída de la tarde, subiendo al Altozano Bazán, acaricia el dorso azotado de Jesús.En mí, cerca, cruces de Mayo, en hogares de piadosa costumbre.
Cerca, en mí, sencilla colcha de casa del "Berrocalchico" y de "la costanilla", extendida en la fachada, sobre la puerta de entrada repostero de grande agrado ”¡sin dudarlo!” a su Majestad Divina, en tarde de Corpus de Santa Ana y de Octava de San Sebastián.
En mí, cerca, rogativas por San Juan, de toque lastimero de campana y rezo armonioso de la clerecía.
Cerca, en mí, el culto carmelitano "santanero", novenario y procesional por calles de feligresía desaparecida.
En mí, cerca, las dianas vocingleras de días feriales, casi acabando verano.
Cerca, en mí, la alegre celebre patronal del gremio "sancrispinero", de jubilosos pasacalles luego culto al Santo.
En mí, cerca, en fin, la letanía cantada con voces niñas desde coro de la Concepción, en novena a la Inmaculada.
Mas...
Lejos, para mí, en la pubertad la juventud, en la madurez, permanencia ansiada en lo que cerca, en mí.
Para mí, lejos, andar y andar mediar ausencias pertinaces, mismos senderos de mis cercanías.
Así que..., qué lejos y qué cerca.

Pedro Porras Ibáñez
Revista de Feria 1985 

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Guadalcanal, un pueblo en la memoria 5

V.- La conquista Santiaguista

En el año 1241 es conquistada nuestra villa por los caballeros de la Orden de Santiago, institución religioso-militar que llegó a ser la más importante orden de caballería que existió en la Península Ibérica.
En 1239 celebró la citada Orden capítulo general en la ciudad de Mérida, presidido por el XV Maestre don Rodrigo Íñiguez, donde se acordó conquistar algunas plazas importantes que aún quedaban dominadas en poder de los árabes en la fortísima Extremadura.
El Maestre don Rodrigo Íñiguez mandó juntar todos los caballeros de su Orden y un gran número de gente a sueldo, salió de la ciudad de Mérida para hacer la guerra y conquistó todos los lugares y pueblos que salían a su paso, entre los que destacamos Almendralejo, Usagre y Llerena. No pudo tomar el castillo de Reina por su gran fortaleza y resistencia, por lo que decidieron poner sitio a Guadalcanal consiguiendo la rendición y entrega de la villa por su guardador el gobernador Axafat, que era caudillo de Sevilla, siendo el más importante y poderoso en la frontera de cristianos este año de 1241.
Ya con esto quedaron los musulmanes muy mermados y, viendo que en el año 1246 la villa de Carmona se rendía al ejército del Santo Rey, se fueron a ofrecerle vasallaje a los habitantes del castillo de Reina y Constantina, con lo que desapareció el poder musulmán de la nación extremeña.
Después de la conquista de Guadalcanal, quedaron algunos judíos que vivieron en el barrio de Santa Ana y en la calle de la Morería, teniendo sinagogas en el ejido (actual Paseo del Coso).
El rey San Fernando dio Guadalcanal a la Orden de Santiago e las demás tierras de la conquista e desde entonces tomó por arma un canal e dos dagas á los lados e así su escudo hoy las usa. (Carrasco, 1988).

Cuenta la tradición que una de las batallas disputadas entre moros y cristianos, cerca de Llerena, al sitio de Calera, mandaba a los caballeros de la Orden de Santiago el Gran Maestre de la Orden Pelay Pérez Correa. Peleando muchas horas sin conocerse la victoria, quedando poco tiempo de sol y siendo el día de Nuestra Señora, se encomendó el Maestre desde la montaña más alta a la Virgen María diciéndole: “SEÑORA, DETÉN TU DÍA”, y a sus ruegos se detuvo milagrosamente el sol hasta que él, con sus cristianos, quedaron vencedores. Esto sucedió el 8 de septiembre de 1247, y la batalla fue contra las tropas de Almafot.
En memoria de esta victoria, se dio nombre a un arroyo donde sucedió la batalla, “Matamoros”, y en lo alto de la montaña más alta, con 1.100 metros de altitud, mandó edificar el Maestre una iglesia bajo la advocación de “Nuestra Señora de Tentudía”, en la que está enterrado el dicho Pelay Pérez Correa, que murió el 8 de febrero de 1275.
Este Maestre intervino en la conquista de nuestra villa junto con Rodrigo Iñiguez, y, en conmemoración y recuerdo de este suceso, Guadalcanal le dedicó dos calles: Pérez Correa, hoy Ortega Valencia, y Tentudía, actualmente Dr. Antonio Porras.
Después de la toma de Guadalcanal por la Orden de Santiago, la villa fue incorporada a la vicaría de Santa María de Tentudía, dependiendo del priorato de San Marcos de León, con sede judicial en Llerena.
El 6 de junio, de 1395, el Maestre de Santiago don Lorenzo Suárez de Figueroa le concedió derecho a nuestra villa a tener vicario independiente de Tentudía, al que acudiría en apelación, privilegio que le fue confirmado varias veces, la última por Fernando VI el 28 de septiembre de 1753. Al suprimir el pontífice Pío IX las jurisdicciones exentas, quedó la villa sometida en lo eclesiástico al arzobispo hispalense.
VI.- La muralla y el castillo de la Encomienda

La fortaleza de la villa o alcázar ocupaba la actual iglesia de Santa María de la Asunción y el Paseo del Palacio; los sitios fuertes de defensa exteriores estaban situados en la fortaleza del Monforte y en el castillo de Reina, para defenderse de los continuos ataques que se producían.
Desde muy antiguo, el pueblo estuvo fortificado, rodeado de murallas, y tenía cuatro puertas: la de Llerena, donde terminan las calles Camacho (hoy López de Ayala) y Granillos; la de los Molinos, al final de la calle Luenga; la del Jurado, en el principio de la calle San Francisco, o sea, y la de Sevilla, al término de la calle Diezmo (hoy Antonio Machado).
Existía un foso denominado “la Cava” que cubría el trayecto desde la puerta del Jurado a la de Llerena, y, según hemos podido averiguar, junto a las murallas corría un arroyo en todo su recorrido.
Las referidas murallas fueron obra de los almohades. En el siglo XI se extendían desde la puerta de Llerena, por la Cava y el pilar, hasta la puerta del Jurado, continuando por la calle de las Huertas a la puerta de los Molinos, siguiendo hacia el Paseo del Palacio, Almona, calle San Sebastián, Concepción (antes Olleros), al Pozo Berrueco, para unirse a la puerta de Sevilla, que, siguiendo por la calle Juan Pérez arriba, hacia la iglesia de Santa Ana y calle del, mismo nombre, se unía con la puerta de Llerena.
Las murallas fueron derruidas en el siglo XVI por mandato de Carlos 1.
Según Aurora Ruiz, las primeras noticias de la encomienda de Guadalcanal se contienen en un documento de 1313, aunque será en 1494 cuando se hable por primera vez del “castillo”:
E después de esto visytaron la persona de don Fadrique Enriques, comendador de la dicha Guadalcanal, e la casa con su castillo declaradas en su lugar en este libro. (Ruiz,
1985: 91.)
Aunque no se sabe qué distribución tenía el castillo, sí se sabe qué remodelaciones sufrió entre 1498 y 1549. De su interior podemos decir que, una vez atravesada la muralla, nos encontrábamos con un gran corral que, a través de un zaguán, daba acceso a un patio porticado con pozo y dos corredores bajos, uno con cuatro arcos y otro con dos, en torno al cual se situaban las dependencias.
A partir de 1549 comienza una profunda remodelación de la ciudadela, convirtiendo el huerto en un palacio de nueva construcción. En la figura adjunta podemos observar la estructura interna del castillo una vez finalizada toda la obra en el año 1604 (Ruiz, 1985: 97).
El muro del castillo estaba almenado y poseía saeteras en la zona norte, donde se situaba la puerta principal. En las zonas este y oeste existían otras dos puertas de acceso. También tenía una coracha y un torreón.
Este castillo volvió a reformarse entre 1604 y 1690, cuando en el muro de la entrada principal se abrió un corredor de dieciséis arcos pequeños para comunicarlo con la iglesia de Santa María mediante una terraza.
El castillo se conservó intacto hasta 1690, pero, debido a su progresivo deterioro, el Consejo de las órdenes dispuso demoler su interior vendiéndose los materiales en pública subasta, con cuyos beneficios se compró otra vivienda principal en la calle Granillos.
Hacia 1766, solo quedaba la muralla con la arquería en los alrededores de la plaza Mayor.

Copyright.- Rafael Rodríguez Márquez 

sábado, 19 de noviembre de 2016

Guadalcanal en el ecuador de la edad Moderna 2

Partido Llerena Siglo XVII
Economía y sociedad de Guadalcanal en el XVII (segunda parte)

El siglo XII comienza con el único contagio de peste que sufrió el partido de Lerena en esta centuria, la gran peste de 1596-1602. Su presencia en tierras extremeñas está confirmada por los testimonies aportados por varios historiadores.
En la provincia de Cáceres se vieron afectadas entre 1598 y 1600 diversas poblaciones como Plasencia, Acebo y Torre de Don Miguel en la zona de la Sierra de Gata o Garrobillas y Alcántara en el sur.
Igualmente, algunos pueblos de la actual provincia de Badajoz, como Talavera la Real y Hornachos, padecieron en 1600 los estragos de la peste, habiendo sufrido poco antes, en el verano de 1599, el azote la propia capital, aunque de forma muy breve.
El contagio llegó más tarde al partido de Llerena propagándose desde Andalucía. La extensión del contagio debió ser reducida. Só1o hemos encontrado noticias de la presencia de la peste en Azuaga y Guadalcanal,, aunque es probable que afectara también a otras localidades. En Azuaga la enfermedad aparece a finales de 1601 o principios de 1602. El 15 de enero de este año, en un clima de temor generalizado por el avance del contagio que afecta ya a poblaciones próximas como del Pedroso y Cazalla de la Sierra, el Cabildo recibe la noticia de los dos primeros muertos a causa de la peste en Azuaga; pero probablemente el contagio se habría declarado algunos días antes, según parece indicarse uno de los acuerdos tornados en aquella fecha:
"... que se digan en la iglesia mayor desta dicha villa nueve misas cantadas a nuestra Señora para que sea servida de rogar a su hijos precioso se sirva de miramos con ajos de piedad y alexar desta villa la enfermedad que en ella avia, y que ansimymo en el convento de la Merced desta villa se digan otras nueve misas cantadas al señor San Sebastián y San Roque...".
Simultáneamente, la peste castiga a Guadalcanal  y a otras villas cercanas del norte de la provincia de Sevilla, según manifestaba a principios de abril el Cabildo de Azuaga:
"... y ansi Juntos en su cabildo dixeron que por quanta se a tenido nueva que en las villas de Guadalcanal, Alanis y Caçalla se mueren de mal de contagioso, acordaron y mandaron se guarde esta villa dellas y que se pregone ninguna persona ttrate ni comunique con jente de las dichas villas, y así lo mandaron”.
Después del ciclo de inciertos datos, ya en 1622, la natalidad experimenta una tímida y corta recuperación fácilmente observable en la curva de la media móvil, que finaliza en 1628. Este tramo de natalidad creciente, accidentado por el mínimo secundario de 1626, es un claro reflejo del comportamiento de la nupcialidad, que entre 1619 y 1627 configura un claro de signo positivo expresado por una tendencia con una pendiente de 1. Asimismo, el comportamiento de la mortalidad en la parroquia de Santiago de Llerena (el índice medio entre 1622 y 1628) concuerda con la evolución favorable de las otras dos variables demográficas; sin embargo, no sucede lo mismo con la mortalidad en Puebla de Sancho Pérez.
La desaparición durante algunos años de los factores adversos explica esta fase ascendente de la natalidad. Los escasos datos disponibles sobre producción y precios de productos básicos apuntan que había una mejora de la coyuntura agrícola. En Llerena, los precios de los granos permanecieron entre 1624 y 1628 por debajo de la tasa. En 1628, Azuaga y Guadalcanal recogen las mejores cosechas de los años cuya producción conocemos. En definitiva, una buena situación económica frena la mortalidad, estimula los enlaces matrimoniales y anima a las familias a tener una mayor actividad procreadora.
Condiciones Económicas, basadas en la agricultura, ganadería y la decadencia y la producción de las minas de plata de Guadalcanal.-
La economía del partido de Lerena en el siglo XVII es, como casi en toda España esencialmente agraria. La agricultura y la ganadería son en todas las poblaciones estudiadas las actividades dominantes, tanto por el valor de la producción como por el porcentaje de población activa empleada en ellas. La agricultura, casi exclusivamente de secano, descansa sobre los cultivos de cereales, especialmente trigo y cebada, a los que se dedica la mayor parte del terrazgo, en tanto que la ganadería, cuya Importancia real era inferior a la que podíamos suponer, se basa de forma preponderante en la explotación del ganado ovino, que en buena parte procedía de fuera.
La artesanía y el comercito eran sectores muy reducidos. Sí se exceptúa la capital, Llerena, donde se registra una actividad artesanal y mercantil superior a la normal de la zona en el resto del partido las actividades secundarias y terciarias, ejercidas por muy pocas personas, se limitaban al mínimo imprescindible: la producción de algunos artículos básicos para satisfacer la demanda local (cueros, zapatos, aperos agrícolas, ciertos géneros alimenticios, etc.), la construcción y el pequeño comercio de productos agrarios y textiles. La minería, que en la segunda mitad del siglo anterior había tenido una notable importancia gracias sobre todo al fulgurante, aunque efímero, desarrollo de las minas de plata de Guadalcanal, es en el siglo XVII un sector completamente abandonado que no da ocupación más que a tres o cuatro viejos ilusos buscadores de plata. Por estas razones, las transacciones en esta época se reducen prácticamente a la actividad de la agricultura y la ganadería.
Según los datos proporcionados por el Catastro de Ensenada, la superficie de los términos de los diecisiete municipios del partido de Llerena era de 330.901 fanegas de tierra en sembradura, de las que 137.882 correspondían a dehesas, baldíos y ejidos. Sí a esta cantidad  le restamos unas 10.000 fanegas, en que hemos calculado de forma aproximada la superflde de las dehesas de la Orden de Santiago, resultaría que unas 127.000 fanegas de tierra serian de propiedad municipal, lo que representa un poco más del 38% de la supérele total.
Este porcentaje varia considerablemente de unos municipios a otros, en el caso de término municipal de Guadalcanal sobre un total de 27510 fanegas de tierra en sembradura, 13.122 eran tierras municipales, por ello, el porcentaje se acercaba al 48 %.
Propiedad municipal.-La importancia  económica y social de las guerras comunales era sin duda extraordinaria para las comunidades vecinales y sus ayuntamientos. Aunque de forma insuficiente, la existencia de extensas fincas municipales contribuía a paliar el problema generado por el desigual reparto de la propiedad, facilitando que en algunos casos, los campesinos sin tierra o con propiedad insuficiente pudieran encontrar un recurso complementario en las tierras comunales para no vivir en la indigencia.
Los montes, especialmente, conseguían un pequeño seguro para la mayoría de las economías familiares, que pueden aprovecharlos con algunas, pocas, cabezas de ganado, principalmente de cerda, además de obtener leña y algo de caza, lo que les garantizaba un nivel de subsistencia. Sin embargo, los humildes no fueron los principales beneficiados de los bienes comunales. En el siglo XVII, las mejores tierras municipales, las dehesas, estaban generalmente sustraídas al aprovechamiento común, pues las crecientes necesidades financieras de los ayuntamientos, causadas sobre todo por el incremento de la presión fiscal, determinaron que estos procedieran a arrendarlas a particulares mediante el sistema de pública subasta.
Hay casos excepcionales  de un bajo número de personas, que participan en las operaciones de arrendamiento y ofrecen fianzas en tierras, cuya superficie supera casi siempre las 200 fanegas de sembradura. El caso más llamativo que conocemos es el de Don Pedro Iriarte Ponce de León, vecino y regidor perpetuo de Guadalcanal, que en 1690 aseguró el arrendamiento de la encomienda de esta villa poniendo como fianza, entre otros bienes, 1.500 fanegas de tierra, tres heredades de viña y un olivar.
Este anterior caso, repetimos es una  excepción, puesto que las mas pequeñas no pasan de la media aranzada y la más grande se aproxima a las 200 aranzadas, pero esta última es un caso excepcional, en cuya compraventa interviene en 1691 como vendedora una rica viuda de Guadalcanal, Doña Lorenza Jiménez, y como comprador un hacendado clérigo de Zafra, Don Mateo Guerrero y Tovar.
El problema se acentuó en la segunda mitad del siglo, a partir del momento en que se disparan los gastos por la guerra de Portugal, y paralelamente el endeudamiento de los municipios, que se  vieron obligados a hipotecar sus propios en censos al quitar, que originaban nuevas deudas. Al finalizar el siglo, la situación financiera de los principales ayuntamientos era extraordinariamente grave.
Llerena tenía sus propios hipotecados por el Convento de Monjas de la Concepción de Guadalcanal, al que debía pagar por un censo 9.270 reales anuales, y otros censualistas a los que adeudaba los réditos de diferentes años.
Con el objetivo de sanear la hacienda municipal, una Real Cedula del 2 de diciembre del 1693 autorizaba al Cabildo de Llerena a empeñar la dehesa del Encinal, la más preciada de todas sus dehesas, a la obra pía fundada por el capitán Diego Demandes, que ofreció por ella 552.795 reales de vellón.
Por las mismas fechas, el estado de las finanzas del Ayuntamiento de Azuaga era tan difícil que sus propios estaban administrados por la Real Cancillería de Granada. Igualmente, otros municipios como Bienvenida, Guadalcanal y Los Santos de Maimona) sufrieron grandes apuros.
Las dehesas en el siglo XVII eran muy numerosas en el partido de Llerena y casi en su totalidad eran propiedad de la Orden y de los municipios. De las dehesas de la Orden, unas pertenecían a la mesa maestral y otras a las encomiendas,  la mesa maestral tenía en Extremadura 23 dehesas.
De estas veintitrés dehesas, únicamente dos estaban en el partido de Llerena, las de Redrojo e Higuera, cuya superficie se puede estimar en unas 3.300 fanegas de sembradura.
En la misma época las dehesas pertenecientes a las encomiendas y conventos de la Orden eran veinte, numero notablemente inferior al de comienzos del siglo XVI como consecuencia de la política de enajenaciones realizada por Carlos I y Felipe II.
En la época, la Encomienda de Guadalcanal de la Orden de Santiago sólo tenía la dehesa del Palacio en término de Reina.
Las dehesas concejiles constituían en el partido de Llerena un conjunto mucho más importante tanto por su número como por su superficie. Todos los municipios tenían varias dehesas y baldíos adehesados, censo elaborado fundamentalmente con los datos del Catastro de Ensenada, ya que confrontados con los de otras fuentes anteriores en algunos casos, no se observa cambio alguno en el número ni en el nombre de las dehesas, el término de Guadalcanal en Concejo poseía ocho dehesas: Encinar, la Vega, Postigo, Esteban Yáñez, La Zarza, Santa María, Pasenzuela y Monforte.
En total Guadalcanal poseía nueve dehesas, la  Dehesa del Palacio, propia  de la encomienda de Guadalcanal, en el término de Reina, los valores de sus arrendamientos fueron 140.000 maravedís en 1604, 120.700 en 1645 y 112.000 durante los años 1655-1657. 

Tesis presentada en 2014 por Juan R. González Uceda sobre Guadalcanal en el siglo XVII
Fuentes.- Historia rural de la baja Extremadura (Crisis, decadencia y presión  fiscal el siglo XVII),  La hacienda del antiguo régimen, Desarrollo y crisis en el antiguo régimen, Demográfica histórica de España y Hemerotecas  

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Guadalcanal, un pueblo en la memoria 4

Entrada minas
III.- Mitos sobre el nombre y el origen de la villa de Guadalcanal

Aun teniendo la certeza de que el territorio guadalcanalense fue habitado desde tiempos remotos, ignoramos cuándo fue la primera fundación de esta población, ya que no existen documentos ni referencia alguna que lo acrediten.
Esta falta de información es debida a la ausencia de estudios sobre la zona y al escaso rigor científico de las existentes. Es por ello por lo que la mayor parte de las opiniones que se han vertido sobre el nombre y origen de nuestra villa, emitidas tanto por eruditos locales como por autores de prestigio y basadas en su mayoría en fuentes antiguas, deben ser tomadas con mucha cautela e incluso rechazadas hasta tanto no se realicen investigaciones serias y profundas sobre dichas cuestiones.
Sin embargo, creemos que estamos en la obligación de presentar aquí los escasos datos y apuntes que hemos encontrado al respecto, sin entrar a valorar su veracidad o plausibilidad, puesto que, de un modo u otro, han recreado una idea del pasado, de la historia y del origen de nuestro pueblo, que se ha proyectado en nuestra conciencia como guadalcanalenses y ha pasado a formar parte indisoluble de nuestras identificaciones colectivas.
Una de estas hipótesis se remonta al siglo XVII a. C., en época del rey Gerión, al que llamaban Avo, hijo del rey Hyarbas de Mauritania. Según Diodoro Sículo, fue este mítico rey tartesio el primero en descubrir los ricos minerales de Sierra Morena, siendo Guadalcanal, por excelencia, el sitio más rico de metales que existía en todo su entorno, donde éste rey Gerión y sus caldeos hallaron ricos pozos de plata.

Mapa de la Beturia céltica
Otros autores consideran que la villa fue fundada por los fenicios. Estos hábiles navegantes, de origen cananeo, procedentes del Asia occidental, fueron los primeros en establecer relaciones comerciales con los tartesios en el sur peninsular, fundando importantes colonias: Sevilla, Cádiz, Almuñécar, Córdoba... Se extendieron por toda la provincia y propagaron su alfabeto, llegando a nuestro pueblo, que fundaron en el siglo VIII, hace unos dos mil ochocientos años, donde permanecieron largo tiempo explotando su riqueza minera, hasta que llegaron otros pueblos colonizadores que lo ocuparon.
No es de extrañar que sus sucesores, los cartagineses o púnicos, conocieran la extraordinaria riqueza de Sierra Morena y utilizaran la plata beneficiada de dichas minas para financiar los enfrentamientos bélicos con el pueblo de Roma. De hecho, existen noticias históricas que confirman este extremo, por cuanto Aníbal transportó a Italia, una vez concluida la guerra de Sagunto, un gran caudal de plata y oro extraído de las minas de plata existentes en la serranía cordobesa.
Otros estudios apuntan la hipótesis de que fueron los iberos los primeros fundadores de Guadalcanal, situando su emplazamiento primigenio en el sitio del Cerro Monforte, a una legua de donde hoy está situada la villa. Se trata de un importante enclave arqueológico en el que se localizan restos de distintas culturas pasadas. Fue allí donde se encontró una piedra con una inscripción dedicada al emperador Marco Aurelio. No faltan aquellos eruditos que, sobre la base de los restos romanos localizados en este cerro, indican que nuestra villa se llamó Mons Fortis, “Monte Fuerte”, en clara referencia a la importancia geoestratégica y militar que supuso este asentamiento para la dominación del territorio guadalcanalense. De hecho, existen noticias del hallazgo de monedas de plata muy antiguas cerca de Guadalcanal con divisas y letras de las que usaban aquellas primeras naciones que vinieron a poblar nuestra zona, y que no es otro que el alfabeto ibérico.
Otros estudiosos, entre los que se encuentra Rodrigo Caro, basándose en la Historia Natural de Plinio (23-79 d. C.), aseguran que la fundación de Guadalcanal fue a cargo de los celtas beturienses en el siglo V a. C., a la que denominaron “Tereses”, nombre que se mantendría durante la dominación romana.
Sin embargo, estudios posteriores (Canto, 1993 y 1997) han demostrado que la población nombrada por Plinio como “Steresibus Fortunales” es errónea, y en su lugar hay que leer “Siarensibus Fortunales”: “El cuarto caso contrastado es el de los Steresibi/Teresibi Fortunales. Fue el Padre Fita quien propuso ya su corrección en Siarenses, Siarensibus, cuando publicó en 1897 el epígrafe del Arahal (Sevilla), al que ya me he referido. El nombre Procedía, efectivamente, del topónimo Siarum/Searo». Dicha autora identifica Montemolín, al este de Llerena, con la Siaro céltica.
Cerro Monforte
También ha habido quienes, siguiendo al geógrafo griego Estrabón (63-21 a. C.), entre los que se encuentra fray Andrés de Guadalupe, han escrito que en el siglo 1 antes de Cristo nuestro pueblo ya era conocido desde tiempo inmemorial por su riqueza minera, pudiendo fechar su fundación, en tiempo muy antiguo, con nombre de Sisipo.
Sin embargo, Estrabón no dice nada de esto, como lo demuestra García y Bellido en su transcripción de la obra de este insigne geógrafo. El párrafo al que nos referimos expone textualmente: “En las comarcas de Ilipa y Sisapon, tanto la antigua como la moderna, existe gran cantidad de plata”  García y Bellido hace una interpretación muy diferente de la expuesta más arriba y dice textualmente:
Sisapón, la antigua y la moderna; deben referirse con ello a la ciudad ibérica y a la romana. En todo caso parece poderse asegurar que se trata de Almadén (suroeste de la provincia de Ciudad Real), cuyas riquísimas minas de azogue eran explotadas ya en la antigüedad. Una cita de Theóphrastos (siglo IV a. de 7.C.) sobre el cinabrio de Iberia debe referirse a la de Almadén. Plinius y otros también hablan de él. Era y sigue siendo una de las minas de mercurio más ricas del mundo. (García y Bellido, 1980: 73.)
 También Sisip (Sisapón) es nombrada por Plinio, tras Arsam (¿Azuaga?), Mellariam (Fuente Ovejuna), Mirobrigam (Capilla) y Regina (Reina), aunque A. M. Canto duda sobre su localización en Almadén de la Plata por falta de datos arqueológicos (Silliers, 1980: 49-57), y sitúa Sisapo Nova en el yacimiento iberorromano del Cerro las Monas, indicando que la Sisapo Vetus podría hallarse en un yacimiento próximo al anterior. En cualquier caso, la Guadalcanal romana se encontraría situada en la Beturia túrdula, y no en la céltica.
Otros autores, siguiendo la Geografía de Ptolomeo, le asignan el topónimo de Canaca o Canani, remontando su fundación a la etapa de las invasiones bárbaras: alanos, suevos y silingos, que la tomaron a los romanos. Sin embargo, la situación de esta población en el mapa de la Hispania romana según las indicaciones de Ptolomeo, se encontraría en el extremo suroeste de la provincia Bética, lindando con la lusitana y, por tanto, alejada de nuestro pueblo. El actual topónimo de Guadalcanal parece tener un origen medieval, como lo demuestra el trabajo de Asín Palacios, quien lo transcribe del árabe como Wádi-al-Kanal (Asín, 1940). En este sentido, Mª Dolores Gordón, en su estudio lexicológico sobre los topónimos de la Sierra Norte de Sevilla (1988), indica que Guadalcanal es un hibridismo del árabe y del romance, es decir, se ha colocado, junto a la palabra árabe “Wadi”, que significa “río”, el latinismo arabizado “Kanal”, que significa canal (al-Kanal, el canal').
Esto daría argumentos a favor de la hipótesis de aquellos autores que mantienen la idea de la antigüedad de la villa, remontándola a la época iberorromana, por cuanto la segunda parte del topónimo Guadalcanal procede del latín y puede referenciar el sistema de explotación minera descrito por Plinio y que consistía en horadar montañas mediante un sistema de canales (“canalis” o “cananis”) para la extracción del mineral.
A pesar de todos los datos aportados, en realidad no existe en la actualidad ninguna certeza acerca del origen y del nombre primitivo de nuestra villa.

 IV.- Musulmanes y Cristianos.- 
Torre de Santa María
Siendo este lugar el más preciado de toda la región por su riqueza minera, no tardaron los  musulmanes en ocuparlo. Invadieron Guadalcanal a principios del siglo VIII sin que nadie  les ofreciese resistencia, permaneciendo en él alrededor de seis siglos.
Los procedimientos que utilizaron para sacar el mineral, fueron los mismos que emplearon los romanos. De esta forma, se enriqueció el pueblo mahometano  con las grandes cantidades de plata y oro que sacaron de las entrañas de la tierra, fabricando armas y gran cantidad de objetos que se adornaban de incrustaciones Con estos ricos metales.
Construyeron el alcázar junto a las murallas que rodeaban la villa, al sur, en el sitio del Palacio, donde más tarde se construirla la iglesia de Santa María de la Asunción sobre restos de la fortificación. Su mezquita principal se encontraba en el extremo norte de la villa, en el lugar donde hoy se levanta la iglesia de Santa Ana.
Al nombre que los romanos le pusieron a nuestro pueblo, “Canalis”, refiriéndose a los canales que construían para traer el agua al sitio donde lavaban los minerales que sacaban de las montañas, los árabe le pusieron el vocablo “Guad”, que en su lengua significa “rio”, por lo que se deduce  que, uniendo los dos vocablos, resulta “Guad-Canalis”, que derivaría en Guadalcanal.
Torre de Santa Ana
Muchos fueron los intentos cristianos por conquistar Guadalcanal, y, aunque hubo bastantes victorias, no fueron menos las derrotas. Tenemos noticias de la primera victoria cristiana en tierras de Guadalcanal protagonizada por Fernando I el Grande en 1064. Efectivamente, este monarca, rey de Castilla y León, entró con sus huestes procedentes de Extremadura en la villa de Guadalcanal y la tomó, aunque al poco tiempo volvió a estar en manos de los musulmanes.
También Alfonso VI, en su contienda contra los musulmanes, realizó sendas incursiones sobre el reino de Sevilla, atravesando el puerto de Guadalcanal desde tierras extremeñas y tomando la villa para el bando cristiano. Sin embargo, esta dominación duró muy poco, ya que Jussef Abu-Jacub volvió a ganarla para el bando musulmán.
Tenemos noticias de que en 1185 Alfonso VIII realizó una campaña militar sobre tierras andaluzas, partiendo de Toledo con un numeroso ejército, pasando por Talavera y con- quistando Trujillo y algunos lugares de La Serena, también Berlanga, Valverde y Guadalcanal, paso obligado para atravesar Sierra Morena y llegar a Sevilla. Alfonso VIII regresó victorioso y descansó en nuestra villa. Una vez repuesto, se dirigió a Reina, cuya fortaleza aún estaba en poder de los musulmanes, siendo el castillo más grande de la región, al que puso cerco y tomó por combate.
En el año 1231, Guadalcanal y Reina volvieron a caer en manos de los musulmanes. Las razones de esta continua conquista y reconquista de ambos lugares se deben a su gran valor estratégico para la defensa militar del territorio de frontera, siendo por ello muy disputados por ambos bandos.

Copyright.- Rafael Rodríguez Márquez

sábado, 12 de noviembre de 2016

Trazos, letras y acordes XII

"Venga, arreglarse, que lo que importa es el Guadalcanal”

A veces en pequeños pueblos nacen grandes personas, quizá no destaquen por su intelecto, por figuras en cualquier deporte, vida política, torero, cantaor…, u otras facetas que hacen que le pongan una calle, o simplemente en el futuro se le recuerden como hijo pródigo de la localidad, pero en el caso de Ángel Ortega Heredia, “Heredia” por todos conocidos, pero no es menos cierto, que se le han hecho varios homenajes, principalmente por la que la mayoría de los humanos desearíamos ser reconocido, por buena persona.
Ha vivido y vive con sus dos grandes pasiones, sus amores desde muy joven, la música y el fútbol, dos actividades tan distintas y tan ligadas a tantos Guadalcanalenses, algunos de ellos, como en el caso de Heredia, tomando partido en las dos.
En la música continúa con su tambor en todos los eventos que es requerida la Banda de Cornetas y Tambores Cristo del Amor de Guadalcanal, una banda que tiene sus raíces en la primera formada en Guadalcanal en 1903 con la centuria de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Angel es el miembro más veterano de la banda, ya que entró a formar parte a principios de los setenta del pasado siglo.
 “La banda es mi vida”,  declaró al locutor que le hizo la entrevista en el programa de canal Sur “Este es mi pueblos” e igualmente emocionado dijo que cuando su madre se encontraba muy enferma, le hizo la promesa que nunca dejaría la banda y así lo cumplió cuando apenas un mes después y con el dolor  albergado en el corazón, se colgó su tambor y se puso detrás del paso de Semana Santa tocando con su banda.
En este programa, que se emitió el 11 de junio de este año, el fue uno de los protagonistas, sus compañeros de la banda tocaron especialmente para él y  le hicieron un homenaje en el marco incomparable de la portada de su querida iglesia Santa Ana, donde un compañero le entregó una placa de agradecimiento y leyó estas sencillas palabras:
"Hace tiempo te oímos decir que mientras tuvieras fuerza para subir a Santa Ana, no dejarías la banda. Bien, hoy estamos de nuevo en Santa Ana, has vuelto a subir y aunque no sospecharas nada de esta r hoy aquí, es una señal de que aún te quedan muchas fuerzas para seguir haciendo música.
Nunca ha salido de ti un mal gesto, una mínima controversia, al revés, siempre que has podido has ayudado. Nunca has buscado protagonismo, ni que te cuelguen medallas. Lo único que quieres que te cuelgue es tu tambor. Un tambor sin el cual no eres tú, un tambor sin el cual nosotros no seríamos lo que hoy somos.

En el mundo del las cornetas y tambores eres toda una institución, porque sin hacer mucho ruido has desafiado el paso del tiempo", 
Tus compañeros de la banda
Su segunda pasión y no menos importante para él ha sido el futbol del equipo de su pueblo, en el Guadalcanal CD, como relata su amigo Murillo en un artículo en la revista de feria de 1998, que a continuación transcribimos y que titula ¡Gracias Heredia!, ha sido de todo, desde barrendero a presidente.

Homenaje en 1977
!GRÁCIAS HEREDIA! (revista de feria 1998)
Antonio Murillo
Cuando empecé con mis primeros escarceos futboleros en el Guadalcanal C.D., había un chaval, un par de años mayor que yo, algo desgarbado y con un defecto físico bastante apreciable a cara vista: era cojo de la pierna derecha, una de las secuelas que dejó la temible poliomielitis en algunos niños nacidos en los años cincuenta. Este muchacho, a pesar de su deficiencia, siempre estaba en el campo de fútbol, ayudando en todo lo necesario e  incluso jugando los partidos de entrenamiento, por cierto, que lo hacía bastante bien, pues tenía una gran colocación y un toque de pelota magistral, pero lógicamente estaba muy limitado físicamente  por lo que nunca pudo jugar oficialmente en el equipo.
Ya ha llovido desde entonces, sin embargo, este año durante pretemporada futbolística recientemente finalizada, aún le hemos podido ver varias veces, metido en la taquilla de nuestro estadio despachando las entradas a los pocos aficionados que han asistido a los encuentros.
Son prácticamente treinta años los que lleva, de forma casi ininterrumpida, D. Ángel Ortega Heredia ligado a nuestro balompié local, unas veces ejerciendo su labor desde la sombra y otras como máximo mandatario, pues ha sido desde barrendero hasta presidente, pasando por directivo, entrenador, linier, taquillero, etc., etc., total, que ha hecho de todo, siempre el Guadalcanal C.D, echado mano de Heredia para lo que hiciera falta y siempre respondido con creces a la confianza depositada en él, a pesar de sus limitaciones.
Amigos de Heredia
Cuántos disgustos le hemos dado cuándo discutíamos entre nosotros algunos miembros de la plantilla, o cuando formábamos una tangana con un equipo contrario; siempre se metía en medio intentando apaciguar los ánimos y diciéndonos que sólo eran cosa del fútbol.
Qué malos ratos pasaba cuando dos o más directivos manteníamos posturas radicalmente opuestas y él, con esa cabeza que le dieron sus padres, nos decía: "Venga, arreglarse, que lo que importa es el Guadalcanal".
Cuántos sofocones se llevaba cuando el equipo perdía partidos que debería haber ganado. En fin, no les voy a relatar toda cosas buenas que ha hecho Heredia por el fútbol de Guadalcanal porque necesitaría toda la revista para este artículo.
El pasada dos de mayo nos reunimos en un partido un grupo de amigos, antiguos directivos y futbolistas veteranos Guadalcanal C.D., para rendirle un pequeño pero merecido homenaje a esta persona que ha dedicado tantos años de su al club de sus amores. La placa que le regalamos los jugadores decía simplemente: !GRACIAS HEREDIA!.

Rafael Spínola Rodríguez

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Guadalcanal, un pueblo en la memoria 3

Teatro Romano de Regína
2.-Los Hispanorromanos

Cuando los romanos llegaron a Sierra Morena, esta se encontraba habitada por celtas, quienes rápidamente aceptaron las costumbres y usos del pueblo itálico, tal y como lo habían hecho anteriormente con los cartagineses.
Efectivamente, cartagineses y romanos vieron en la Península Ibérica una forma de enriquecerse gracias a los recursos mineros existentes, especialmente en la zona meridional, tal y como nos indica Estrabón (Geografia:3,146) que nos  dice que:
... toda la tierra de iberos está llena de metales, particularmente la Bética, de la que puntualiza que en cuanto a la riqueza de sus metales no es posible exagerar el elogio de la Turdetania y de la región lindante, porque en ninguna parte del mundo se ha encontrado hasta hoy ni oro, ni plata, ni cobre, ni hierro, en tal calidad y cantidad. En las comarcas de Hipa y Sisapón existía gran cantidad de plata y cerca de las Kotilai, de localización dudosa, había cobre y también oro. (Blázquez, 1970: 126.)
Esta riqueza sería una de las causas que motivaron las guerras púnicas, entre cartagineses y romanos, ya que el dominio de las minas hispanas (especialmente las de Cástulo) se antojó necesario para la economía de ambos bandos, y es por ello por lo que, desde el año 218 a. C. (fecha de la entrada de los Escipiones en Iberia) hasta fines del siglo I a. C., la península se convierte en una auténtica colonia de explotación para los romanos.
Hispania constaba de dos provincias, la Ulterior y la Citerior, que en época de Augusto (27 a. C.) serán transformadas en Tarraconense, Lusitania, con capital en Mérida, y Bética, con capital en Córdoba. El emperador Otón añade la Mauritania Tingitana, con capital en Gades, y hacia 212 Caracalla crea la provincia Galláecia. Será en época de Constantino cuando Hispania quede dividida en siete provincias: Tarraconense, Bética, Lusitania, Gallaecia, Cartaginense, Mauritania Tingitana y Balearica. Como es lógico pensar, nuestra villa perteneció a la provincia Bética, con capital en Córdoba.
Las poblaciones indígenas eran de dos tipos: las espendiarias que pagaban un tributo, mantenían su derecho propio y acuñaban moneda, y las libres, que podían ser federadas (de una gran autonomía administrativa) o inmunes (no pagaban tributos). La romanización se extendió rápidamente por toda la península y los pueblos indígenas obtuvieron en distintas etapas una ciudadanía plena; así, el emperador Otón, sucesor de Galba, agradecido a los hispalenses y emeritenses por conservarle su amistad ante las adversidades, los hizo ciudadanos romanos con todas sus libertades, concediendo el emperador a nuestro pueblo ese derecho, con todas sus prerrogativas, por la buena acogida que le ofrecieron sus habitantes. Así, ciertos indicios nos hacen creer que Guadalcanal tuvo su propia moneda, acuñándose en nuestro pueblo, al que los romanos llamaban “Canalis”, en alusión al sistema de trabajo en las minas.
Siendo Guadalcanal una de las regiones más ricas en metales preciosos que ha existido en España, cabe pensar que las descripciones realizadas por los autores clásicos (como Posidonio, Polibio, Mela, Plinio o Diodoro Sículo, entre otros) sobre la explotación minera de Sierra Morena deben referirse en parte a estas latitudes. E incluso el nombre de esta sierra proviene de un hispanorromano muy rico, poseedor de minas de oro, plata y cobre, llamado Sexto Mario, de aquí que Sierra Morena aparezca en Ptolomeo (Geografia:2,4,15) como Mons Marianus y en el Itinerarium Antonini (432) como Mons Marianorum,
Diodoro Sículo (Historia del Mundo:5,36-38) nos ha dejado unas interesantes descripciones de las explotaciones mineras hispanas:
 ... cuando los romanos se adueñaron de Iberia, itálicos en gran número, atestaron las minas y obtenían inmensas riquezas por su afán de lucro. Pues comprando gran cantidad de esclavos los ponen en manos de los capataces de los trabajos en la mina. Y estos abriendo bocas en muchos puntos y excavando la tierra en profundidad, rastrean los filones ricos en plata y oro. Y bajo tierra no solo extienden las excavaciones a lo largo, sino también en profundidad, estadios y estadios; y trabajando en galerías trazadas al sesgo y formando recodos en forma muy variada, desde las entrañas de la tierra hacen aflorar a la superficie la mena, que les proporciona ganancia (...)
Algunas veces los mineros se topan en lo profundo con ríos que corren bajo tierra, cuyo ímpetu dominan rompiendo las embestidas de sus corrientes, para lo que se valen de galerías transversales (...) y hacen los drenajes valiéndose de los llamados caracoles egipcios, que inventó Arquímedes de Siracusa cuando pasó por Egipto (...)
Los que pasan sus vidas dedicados a los trabajos de minas hacen a sus dueños tremendamente ricos porque la cantidad de aportaciones gananciosas rebasa el límite de lo creíble; pero ellos, bajo tierra, en las galerías día y noche, van dejando la piel, y muchos mueren por la excesiva dureza de tal labor.
(...) ninguna de las minas es de explotación reciente; por el contrario, todas fueron abiertas por la codicia de los cartagineses (...). (Blázquez, 1970: 126-128.)
Camino romano
También Plinio (Historia Natural:133, 76-77) nos describe el sistema de extracción del oro consistente en la utilización de una corriente de agua que facilitaba su extracción a través de venas abiertas en los montes, lo que producía los deslizamientos de tierras y el derrumbamiento de dichos montes.
Otro sistema era minar las sierras con larguísimos túneles, horadando las mayores montañas y colocando pilares de sostén que, intencionadamente destruidos, ocasionaban el desplome de los montes, afectando .a masas gigantescas de tierra y donde a menudo perdían la vida los hombres que trabajaban en ellas, quedando sepultados. Posteriormente, estas grandes masas de rocas eran sometidas a un lavado de agua,
 ... que caía de gran altura, hasta de 100 metros a veces, que procedía de embalses artificiales, mediante acueductos, con 150 km a veces, de recorrido. Las arrugiae se lavaban durante el invierno. Los detritus eran arrastrados mediante un sistema de canales, o anchas galerías y clasificados, lo que originaba verdaderos aluviones de oro. (Blázquez, 1970: 136.)
Esto mismo nos indica un monje franciscano del siglo XVII al hablar de Guadalcanal en época romana:
Cargaban los montes sobre arcos y bóvedas y los pedernales que no se sujetaban al hierro, el fuego y el vinagre los vencían.
La tierra que cavaban y las peñas de los metales los sacaban a hombros de mano en mano, y rompían las piedras con cuñas y almádanas, luego degollaban los arcos sobre los que cargaban los montes y al tiempo que avisaba el centinela que estaba en las cumbres y huían de las montañas que caían con el mayor estruendo y ruido que jamás pensar pudiera el ser humano...
Después de este trabajo tenían otro mayor, que era llevar los ríos acanalados para lavar la tierra y la piedra que sacaban para extraer el oro y la plata que contenían. Para esta tarea juntaban los montes, allanaban los collados, levantaban valles y para que el agua viniese a piso la tomaban muy alto, en las partes que por naturaleza solo pájaros podíanse tener, colgándose a veces los hombres por los riscos para que cavasen, exponiendo así su propia vida. (Carrasco, 1988.)
A estos canales o cuevas que atravesaban las montañas los llamó Plinio “canalicios” o “canalienses”, los que más tarde en el tiempo formarían parte del nombre de nuestra villa.
En cuanto a los restos romanos localizados en nuestro término municipal, diremos que se conserva en la actualidad un capitel mutilado de mármol blanco, hueco por la parte superior, que sirve de pila de agua bendita en la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción y que con anterioridad se encontraba cumpliendo el mismo fin en la iglesia de San Sebastián. Este elemento arquitectónico ha sido fechado en el siglo II d. C.
Ceán Bermúdez, en su obra Sumario de las Antigüedades Romanas que hay en España, dice que en Guadalcanal se podían ver aún los edificios ruinosos que utilizaban los romanos  para la explotación de las minas de plata y que estas pertenecían a los célticos beturienses (Ceán, 1832: 266.)
No es de extrañar que por nuestra villa cruzaran ciertas vías o ramales que conectaran con la calzada de Híspalis a Emérita (Sevilla a Mérida), ya que era el paso ordinario de los romanos de Extremadura a Sevilla (posiblemente el camino de San Benito), siendo nuestro pueblo en muchas ocasiones lugar de acampada de las tropas romanas, consumiendo grandes cantidades de vino que producían las abundantes vides que se criaban en estos pagos.
En este sentido, existes vestigios de asentamientos romanos en la “suerte de Magrao”, junto al lugar conocido por “piedra Corcovada”, en el camino de las minas de Pozo Rico, donde encontramos restos constructivos como tejas (tégulas e ímbrices), ladrillos y fragmentos de vasijas.

También se han localizado restos romanos en los alrededores del cortijo de La Torrecilla, al noroeste de la villa y a 8 kilómetros de ella, teniéndose certeza de hallazgos cerámicos (terra sigillata y común) y constructivos (tégulas) en el lugar denominado “era de los comuneros de la suerte del donadío”.
Asimismo, en el cortijo de Santa Marina, a 8 kilómetros al norte de Guadalcanal, se conserva un sarcófago de piedra que sirve para dar de abrevar al ganado, junto al mismo pozo de la finca, y que procede de un cerro próximo al caserío.
También hay noticias de la aparición de sepulturas de inhumación bajo losa en Las Tobas, a 6 kilómetros al sureste de la población, sobre el camino real que atraviesa la sierra de Hamapega en dirección al Hornillo.
En el Cerro Monforte, a 5 kilómetros al sur de Guadalcanal, en el camino de Cazalla, localizamos un asentamiento de carácter defensivo que fue utilizado por las diversas culturas llegadas a estos parajes, destacando numerosos restos romanos y medievales. En la cresta del cerro se localizan dos aljibes y restos de un posible amurallamiento.

Copyright.- Rafael Rodríguez Márquez