By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 14 de septiembre de 2016

El patrimonio monumental de Guadalcanal a través de la historiografía artística 2

Aproximación bibliográfica
segunda parte

Por ello, antes de plantearnos nuevos retos y objetivos debemos presentar en esta ocasión, y éste es el objetivo de este artículo, un estado de la cuestión sobre la historia del arte en Guadalcanal, que nos dé idea de los monumentos y obras objeto de estudio, fuentes utilizadas, metodología y aspectos analizados, como un obligado punto de partida para estudios futuros de un rico patrimonio que poco a poco va saliendo de un largo abandono para su uso y disfrute por los ciudadanos. 
Si tenemos en cuenta que la Historia del Arte, como disciplina científica independiente de la literatura, la historia propiamente dicha y la arqueología, se consolida a lo largo de los siglos XIX y XX, nos encontramos con que las primeras semblanzas que conocemos sobre el patrimonio artístico de Guadalcanal proceden – dejando aparte las fuentes propiamente archivísticas – de algunas producciones bibliográficas de dichas centurias, que sin ser obras específicamente dedicadas a las Bellas Artes, sí aportan referencias sobre nuestros monumentos, con valor puramente estadístico más que descriptivo. Este es el caso de algunos diccionarios geográficos y guías provinciales que, sin entrar en el análisis de los edificios y su contenido artístico, aportan al menos la nómina de los monumentos existentes en la localidad. 
Ya a fines del siglo XVIII el interés despertado por la Ilustración en torno al estudio de la geografía, la historia y la arqueología había provocado algunos intentos de realización de diccionarios geográficos de España que diesen una visión panorámica de nuestros pueblos, abarcando aspectos tan variados como el medio físico, población, recursos económicos, urbanismo y edificios notables, como iglesias, conventos, ermitas, castillos o restos arqueológicos. Este es el caso del proyecto emprendido por Tomás López, geógrafo real de Carlos III, quien envió una encuesta a los párrocos de los pueblos pidiendo datos para la redacción de su nunca publicado diccionario, del que sólo han visto la luz y en fechas recientes los textos correspondientes a unas pocas provincias, entre ellas la de Sevilla. 
Pero como sucede en tantas ocasiones, la histórica adscripción de Guadalcanal a Extremadura escamotea su presencia en el volumen dedicado a la provincia sevillana [5], aunque como compensación, en las respuestas correspondientes a la vecina Llerena se contiene algunas alusiones a Guadalcanal, referidas a aspectos geográficos y paisajísticos evidentemente ajenos a nuestro tema [6]. Otro proyecto, marcado igualmente por este afán descriptivo de la realidad local en vísperas de la crisis del Antiguo Régimen y felizmente llevado a término fue el Interrogatorio promovido por la Audiencia de Cáceres en 1790, en el que se recoge, atendiendo a cuestiones similares a las planteadas por el geógrafo Tomás López, la situación de las localidades extremeñas a finales del siglo de la Ilustración, y cuyos textos, conservados en el Archivo Histórico Provincial de Cáceres, han visto la luz hace algunos años, como los correspondientes al partido de Llerena [7]
De las poblaciones antaño extremeñas y hoy adscritas a otras regiones sabemos que también se han publicado sus correspondientes informes [8], entre los que desde luego figura Guadalcanal, aunque no hemos tenido la oportunidad de poder manejar esta obra. Como tampoco hemos conseguido ver la descripción que de nuestra localidad hace en el siglo XVIII el franciscano Ortiz de Tovar, natural de Hornachos, en sus Partidos triunfantes de la Beturia túrdula, cuyo manuscrito, conservado en el Monasterio de Guadalupe, e inicialmente publicado por entregas en varios números de la revista Guadalupe, fue finalmente editado en un solo volumen, en el que al igual que en el Informe de la Audiencia de Cáceres, deben contenerse con seguridad datos de gran interés para las cuestiones que nos ocupan y de los que esperamos poder disponer para otra ocasión. 
Ya a mediados del siglo XIX, nos encontramos con ese monumento bibliográfico de la historiografía española que es el Diccionario geográfico – histórico – estadístico de Pascual Madoz, obra modélica entre las de su género y que ciertamente debió aprovechar el material recogido por Tomás López. En su obra, Madoz atiende a aspectos tan variados como la situación de la localidad dentro del marco provincial, distancias a los centros administrativos de los que depende y localidades vecinas, situación del casco urbano, límites municipales, red hidrográfica y características del terreno, abordando además la cuantificación no sólo de la producción agropecuaria, industrial, comercial y de los efectivos poblacionales, sino también del personal eclesiástico y edificios religiosos, que inserta dentro del marco descriptivo del urbanismo local planteado en su obra. En el caso de Guadalcanal, el autor cita de pasada las tres parroquias, el hospital de la Caridad, y las iglesias de los Milagros, San Vicente, la Concepción y el Espíritu Santo, las ermitas de Nuestra Señora de Guaditoca, San Benito y el Cristo, más el convento de San Francisco, que para entonces ya había sido derribado [9]
La segunda mitad de la centuria, marcada ya por el signo de la historiografía romántica, conocerá la proliferación de diccionarios histórico – geográficos que no suelen prestar excesiva atención al patrimonio artístico (salvo en el caso de los grandes monumentos de las capitales de provincia, generalmente), sin que se aborde el análisis sistemático de los monumentos ubicados en los pueblos, situación de desinterés que afecta igualmente a la provincia de Sevilla, cuya escasez de estudios sobre el arte en sus diversas localidades contrasta con la abundante nómina de trabajos sobre la capital, entre los que ocupa lugar primordial la producción de José Gestoso y Pérez, auténtico punto de partida de la historiografía artística sevillana posterior. 
Esta situación de inercia va a experimentar un profundo giro a comienzos del siglo XX. Los nuevos planteamientos historiográficos, de acuerdo con la ilusión de un resurgimiento cultural y científico que hiciese superar el trauma de la crisis de 1898, reclamaban la necesidad de catalogar nuestra riqueza artística, como instrumento básico e imprescindible para su estudio y difusión. De acuerdo con este sano criterio, un decreto de 1 de junio de 1900 ordenaba la formación de un Catálogo monumental de España, usando de criterios más científicos, rigurosos y precisos, tarea que se haría por provincias y sería publicada por el Estado [10]. Tan ambicioso proyecto nació marcado por la penuria tanto de medios como de personal cualificado para llevarlo a cabo, por lo que sólo aparecieron, muy irregularmente, los catálogos de unas pocas provincias. El de Sevilla, encomendado al arquitecto Adolfo Fernández Casanova y terminado en 1909, fue uno de los que quedaron sin publicar, estando depositado el manuscrito original en Madrid, concretamente en la Biblioteca del “ Instituto Diego Velázquez “, organismo especializado en la investigación de la Historia del Arte y dependiente del C.S.I.C. [11] 
Paralelamente, la labor documentalista emprendida desde las primeras décadas del siglo XX por los investigadores sevillanos en el Archivo de Protocolos de la capital hispalense aportaban diversas referencias relativas a Guadalcanal. Iniciada esta labor de exhumación documental por el ya citado Gestoso y Pérez, su línea fue continuada por la labor personal de López Martínez y la de los investigadores agrupados en el entonces recién nacido Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla, con nombres tan señeros para la historiografía artística como Bago y Quintanilla, Hernández Díaz, Muro Orejón y Sancho Corbacho. En el caso de Guadalcanal, las noticias aportadas se centran en los contratos de ejecución de diversas obras de arte para los templos de la localidad, que por desgracia no nos es dado contemplar a causa del aniquilamiento sufrido por su patrimonio artístico en los trágicos días de julio de 1936. La mayoría de los encargos se suceden a lo largo del siglo XVI, época dorada para la actividad artística en Guadalcanal, cuando a causa de la inyección económica que supuso tanto los caudales procedentes de los emigrantes a Indias como la actividad de las minas de plata, se prodigaron las fundaciones piadosas polarizadas en torno a las iglesias, conventos y ermitas, para las que no se ahorraron medios en lo tocante a su ornato con preseas artísticas. 
Abriendo esta corriente de encargos en el Quinientos, Gestoso refiere como en 1515 el escultor Jorge Fernández concierta la ejecución de un Crucifijo para Pedro Ramírez, vecino de Guadalcanal [12], obra hasta ahora no identificada. 
A mediados de la centuria, concretamente en 1564, el pintor Antón Pérez se compromete a ejecutar las labores de pintura y dorado del retablo que el entallador Francisco de Vega había realizado para una capilla “ que está en la iglesia de la villa de Guadalcanal “, templo que debe ser el de Santa María. El retablo en cuestión, de estilo renacentista, contaba con seis registros u hornacinas separadas por balaustres, por las que se repartían, en el primer cuerpo, las pinturas de San Juan Bautista acompañado por dos donantes, San Andrés y Santa Ana con la Virgen y el Niño, mientras que en el segundo figuraba el Calvario al centro y a los lados Santa Catalina y el apóstol Santiago [13].

[5] LOPEZ, Tomás: Diccionario geográfico de Andalucía: Sevilla. Editorial Don Quijote, Granada, 1989.
[6] LOPEZ DE VARGAS MACHUCA, Tomás: Extremadura: año de 1798. Asamblea de Extremadura, Mérida, 1991. Págs. 274 – 275. 
[7] RODRIGUEZ CANCHO, Miguel – BARRIENTOS ALFAGEME, Gonzalo: Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Llerena. Asamblea de Extremadura, Mérida, 1994.
[8] BARRIENTOS ALFAGEME, Gonzalo – RODRIGUEZ CANCHO, Miguel: Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos: Poblaciones disgregadas de Extremadura. Asamblea de Extremadura, Mérida, 1996.
[9] MADOZ, Pascual: Diccionario geográfico - estadístico - histórico de Andalucía: Sevilla. Reedición, Sevilla, 1986. (Edición facsímil de la de Madrid, 1845 – 1850). Págs. 88 – 89.
[10] GAYA NUÑO, Juan Antonio: Historia de la crítica de Arte en España. Madrid, 1975. Pág. 217.
[11] HERNANDEZ NUÑEZ, Juan Carlos: “ Reflexiones sobre el Catálogo Monumental de España “, en Boletín del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico n º 22 (marzo de 1998), pág. 166.
[12] GESTOSO Y PEREZ, José: Ensayo de un diccionario de los artífices que florecieron en Sevilla desde el siglo XIII al XVIII inclusive, vol. III. Sevilla, 1908. Pág. 103.
[13] GIMENEZ FERNANDEZ, Manuel: “ Documentos varios “, en Documentos para la Historia del Arte en Andalucía, vol. I. Sevilla, 1927. Págs. 47 – 49.

Salvador Hernández González
Revista de Feria y Fiestas (2004)

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