By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 31 de agosto de 2016

Plaza de abastos de Guadalcanal

La Antigua Iglesia de San Sebastián
No será como el barcelonés de La Boquería, con reconocida fama turística además de la gastronómica, pero también Guadalcanal tiene su mercado o plaza  de abastos con encanto, igual que en otros quince pueblos de la provincia de Sevilla, ubicados en Arahal, Alcalá de Guadaíra, Camas, Carmona, Coria del Río, Écija, El Viso del Alcor, Fuentes de Andalucía, Lebrija, Lora del Río, Los Palacios y Villafranca, Marchena, Osuna, Puebla del Río y Utrera.
Estas plazas o mercados de abastos que siguen cumpliendo su función social, a pesar de  las aperturas cada vez más cercanas de grandes superficies y supermercados, son los mercados de abastos lugares con hechizo, la mayoría de ellos están ubicados en bonitos edificios antiguos del pasado siglo, donde los puestos de alimentación que normalmente y por tradición pasan de padres a hijos  ofrecen calidad y confianza a la población, considerados como espacios cívicos y de convivencia para los lugareños, que aún conservan la actividad comercial tradicional de venta de frutas, verduras, carne y pescados.
Sin duda, el caso más singular de los que nos ocupa, es la plaza de abastos de Guadalcanal, instalada en la antigua Iglesia de San Sebastián, erigida en 1481 por mandato de D. Alonso de Cárdenas, Gran Maestre de la Orden de Santiago, ésta idea salió según el capitulo General  de la orden celebrado en Llerena en ese mismo año, lugar donde igualmente  fue construida la Iglesia de Santiago de Llerena, lugar en el que está sepultado el gran maestre junto a su esposa Dª Leonor de Luna en el lado del Evangelio de esta iglesia.
Fue en la visita canóniga de 1494 donde señala que el templo erigido a San Sebastián , se está construyendo con las limosnas de sus vecinos y el dinero procedente de la asignación de las sepulturas, quedando por cubrir una parte de la iglesia que consta de tres naves separadas por medio de arcos de ladrillo tipo árabe y cal, con una techumbre parcial tosca en base a madera, cañas, barro y cubiertas de tejas, situándose la parte acabada en la cabecera del prestíbulo, La característica singular de este templo de práctica peculiar mudéjar semejante a otras edificaciones de la Sierra Norte y que lo distingue dentro de los de su estilo por la gran elevación de sus pilastras, coronadas por capiteles de gran sencillez, lo que presta al edificio una suntuosidad extraordinaria. Posee cubierta de carpintería a tres paños, arcos transversales apuntados y tramo inicial notablemente desviado del eje principal del edificio. Seguramente Se inicia este período con la dotación de la capilla mayor, que es de bóveda de crucería de última hora, atestiguando, juntamente con la ventana que la ilumina, que corresponde a las proximidades de 1500. Las entradas a las capillas laterales, que poseen la gravedad espiritual isabelina; la bóveda estrellada del presbiterio, con sus terceletes, círculo central y cartera con símbolos heráldicos en las uniones de la crucería; la imposta general del presbiterio y las ménsulas en que apean los nervios, son testimonios de esta etapa de labor.
Tal vez es el monumento de la localidad que más transformaciones a sufrido en su primitiva  construcción   inicial en el último tercio del siglo XV, y  obras que se llevaron a cabo en el siglo XVI y siguiente en Guadalcanal, llegando al alcanzar incluso al estilo barroco, determinando por ende la combinación de elementos de distinta cronología y filiación estética, fue a mediados del siglo XVI cuando se acometieron las mayores obras responsables de su actual anatomía, quedando las tres naves primogénitas a una sola, al tiempo que se levanta un nuevo presbítero o altar mayor, por su parte la capilla mayor y la sacristía se construyeron  en 1575, que se techaron con madera de pino y ladrillos por tabla.
En definitiva, estas y otras actuaciones del siglo XVI, y otras efectuadas en el XVIII sobre la principal  distribución y ordenación el siglo anterior, es el legado que nos ha llegado hasta nuestros días.
Así consta, la antigua parroquia de San Sebastián  presidida por la “escultura del titular hecha de bulto de madera y otra dedicada a la Virgen igualmente de bulto de madera, con su hijo en brazos en madera bien tallada, pintada e decorada”,  fue dotada progresivamente en sus muros con artísticos retablos, esculturas, pinturas, piezas de orfebrería y ornamentos sagrados, que en su mayoría y en los desgraciados acontecimientos de 1936 fueron expoliados, saqueados y en partes destruidos por el fuego.
A principio de los años cincuenta fue acometida la obra de acondicionamiento actual, apareciendo en su subsuelo gran cantidad de restos humanos, siendo preciso comunicárselo al cura párroco de Santa María de la Asunción y trasladando estos resto al cementerio de San Francisco, posteriormente en las obras realizadas en el 1980 de las que fui testigo para hacerse las acometidas del alcantarillado, volvieron a aparecer restos de nuestros antepasados.
Finalmente, esta antigua iglesia, gloria e insignia de historia y arte de nuestra monumental villa, fue convertida en plaza de abastos, comenzando las obras de acondicionamiento por los hermanos Rius y eliminación de la torre que se encontraba en ruina a principio de los años 50 del pasado siglo,  según reza en el mosaico colocado en la misma, fue inagurada en el 1952.
Espero que nuestros políticos locales y los responsables de cofradías y hermandades, algún día tengan el presupuesto y la decisión de darle un mejor uso a este emblemático edificio, convirtiéndolo en un lugar lúdico destinado a Museo de Semana Santa, Museo etnológico o cualquier otro uso más apropiado al actual, para disfrute de los guadalcanalenses y foráneos.

Fuentes.- Salvador Hernández González, Dr. Antonio Gordón Bernabé, Catálogo de los Archivos parroquiales de la provincia de Sevilla y autor.

Rafael Spínola Rodríguez

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