By Joan Spínola -FOTORETOC-

By Joan Spínola -FOTORETOC-

Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 31 de diciembre de 2016

El cateto

Siempre hablando de mi pueblo

Todos sabemos que de todos los animales de nuestro mundo es el hombre por su inteligencia el que predomina sobre los demás. También sabemos que es un ser sociable por naturaleza, pues salvo raras excepciones el hombre intenta siempre relacionase con sus semejantes, vivir en comunidad, crear amistad, etc. Pero aparte de estos rasgos na­turales de la raza humana, el hombre con sus semejantes también tiene su parte negativa. 
Una de ellas es la mofa hacia los demás, es decir, si vemos una persona muy fea y estamos con unos amigos, rápidamente salta el chiste, la burla o chan­za que los rasgos físicos de esa persona nos proporciona para tal fin y la guasa que tal asunto comporta.
Otro caso muy corriente que es el que me lleva a escribir estas líneas, es el de calificar de cateto a una persona cuando la vemos con ropas de provinciano o de ademanes o andares toscos. Yo he a muchos “listos” de ciudad las miraditas entrecortadas y sonrisas irónicas al ver un tipo de esta clase.
A mí mismo, no hace muchos me­ses en Sevilla me ocurrió un caso con una persona que nació y se crió en el mismo pueblo donde me crié yo. Bajaba las escaleras de un cen­tro social, cuando en la planta ba­ja de dicho centro, me encontré con una familia de mi pueblo, como es natural, te embarga la lógica ale­gría de ver a unos paisanos. Cuando llegué a la altura de ellos profirien­do las muy naturales palabras de salutación, la respuesta de una de ellas fué: ¡Hombre el cateto!. Por supuesto que se referían a mí, pues no más lejos de pensar estaría yo que se refiriera a uno de los lados de la figura geométrica en que así le dio en llamar ese monstruo in­mortal griego.

Claro que no lo tomé a mal y ni jamás rozó tal cosa los barrios de mi cerebro, pero, posteriormente pienso que a cualquiera le hieren cosas así en su orgullo, en esa arrogancia y vanidad, exceso de estima­ción propia que queramos aceptar o no todos lo llevamos dentro de sí. No sé si estas personas que subestiman a sus semejantes, que se enorgulle­cen, que se empeñan “en no ser de pueblo” aún siéndolo, se crearán superdotadas, y cuan equivocadas es­tán, pues por no tener no tienen ni la calidad humana de saber no reírse de los demás, de ayudarles en lo que puedan y no menospreciar a un ser que a lo mejor tiene más valía que él mismo.
Yo la visión que tengo de todo es­to es totalmente lo contrario, pienso que nadie debe reírse de personas por ejemplo, como dicen otras, que desde lejos “huelen” a pueblo, o por­que te pregunten por esta calle o la otra, porque no sepan “andar” por la ciudad, y creo que no tienen por qué ser motivo de mofa o guasa, porque a la larga cualquier “cateto” de es­tos tiene un coeficiente de inteligen­cia igual o superior al tuyo, y pienso que para llegar a ser una persona culta y responsable, creo que no hay necesariamente que vivir en la ciu­dad.
Y aquél que se marchó del pue­blo a la misma, haga más o haga menos tiempo, no se olvide que de cualquier manera todos por mucho que vivamos, jamás olvidamos el mundo de las primeras cosas. Las primeras sensaciones se van urdien­do unas a otras en una incesante lí­nea de vivencias imperecederas. Nunca sabemos lo que hicimos hace dos meses, pero nadie deja de recor­dar horas y minutos de estrenos vi­tales.
No os sintáis más hombres por proferir palabras soeces, ”no confun­dáis la hombría con la grosería, leía yo una vez”. Y esto me da pie a pen­sar esto de: No os sintáis más listos por vivir en la ciudad: No confun­dáis la sensatez con la estupidez hu­mana.
Yo he conocido “catetos” muy lis­tos y “listos” muy tontos. Y digo es­to porque el lugar de nacimiento no lo elegimos, como tampoco la vida, la vida se nos da, y en estos días en que nos ha tocado vivir donde el hambre en el mundo, la miseria mez­cladas con el afán de protagonismo, el orgullo, el lujo, el egoísmo, la in­modestia y principalmente la droga hacen ocupar al hombre de pueblo —me atrevo a decir— un lugar envidiado en nuestra sociedad, en esta sociedad corroída por el paro, porque el paro es una droga que mata el honor y la reputación moral de un hombre y que en nuestro caso “siempre hablando de mi pueblo” el trabajo es el que dignifica nuestra vida, pues todos demostramos nuestra solidaridad humana defendiendo los auténticos valores de nuestro pueblo y nos enorgullecen al en cumplir con nuestros deberes laborales, sociales y de convivencia que sirven como ejemplo de civismo y educación para todos. Y si alguno piensa que cateto puede ser sinónimo de ignorante, amigos míos, grandes ciudades se encuentran llenas de ellos.

Revista de feria 1978
Un  cateto

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Guadalcanal, un pueblo en la memoria 10

¿Primer escudo de Guadalcanal?
 X.-Heráldica municipal

Este escudo de Guadalcanal se encuentra en la parte superior de la capilla de Nuestra Señora de Guaditoca en la iglesia de Santa María de la Asunción, y suponemos que fue el primero que tuvo nuestro pueblo. Anteriormente estaba en el techo de dicha iglesia, en los nervios de la bóveda de crucería.
Teniendo en cuenta el contenido del escudo (un canal, dos espadas rectas y sobre todo las dos conchas o veneras de Santiago), nos hace pensar que fue puesta en el techo de la Iglesia cuando esta se construyó, tras la conquista santiaguista, o bien en algún momento posterior durante alguna de sus restauraciones.
Escudo Oficial de Guadalcanal
Por tanto, es posible que este escudo sea el más antiguo de nuestra villa santiaguista, pudiendo tener alrededor de unos ochocientos años si tomamos como referencia la construcción de la iglesia primitiva, que tenía los techos de madera, o aproximadamente seiscientos años si tomamos como referencia las importantísimas reformas que se le hicieron en el siglo XVI.
Las orlas que lo rodean parecen posteriores, conteniendo huecos labrados con fondo rojo, que es el color de la hermandad de la Patrona.
Diferentes escudos siglo XX y anteriores

 Por tanto, Guadalcanal tuvo escudo desde muy antiguo, aunque con variaciones a lo largo del tiempo. Los que presentamos a continuación son algunos de los que tenemos noticias fiables, aunque suponemos que debieron existir algunos más, como el descrito más arriba.

En el año 1978 se realizó un nuevo escudo para la villa de Guadalcanal. La idea fue de Rafael Rodríguez y la realización, de Manuel Fernández Chaves. Desde entonces es utilizado oficialmente el nuevo escudo por el Ayuntamiento de nuestro pueblo, que es como sigue:
DESCRIPCION:
En campo de sinople, un canal de plata aclarada de sable, vertiendo un caño de agua y acostada de dos dagas curvas de plata con empuñaduras de oro. Al timbre, corona real del siglo XVI por haber sido elevada a la categoría de villa por S. M. el rey Felipe II.
A lo largo de la historia, creo que nuestra villa se ha hecho merecedora de ciertos títulos que debería llevar en su escudo, tal y como se, presenta en el dibujo adjunto. Estos títulos corresponderían al de:
“LA MUY NOBLE, REAL, ILUSTRE, MARIANA,
SANTIAGUISTA Y CONQUISTADORA
VILLA DE GUADALCANAL”
Escudo Pilar de la Cava 1926
Se podría intentar, a través de nuestro Ayuntamiento, solicitar al organismo correspondiente que autorizara a llevar en el escudo de Guadalcanal dichos títulos e, incluso, agregarle las dos veneras santiaguistas que tenía en el escudo primitivo. Dificil, pero no imposible.


Copyright.- Rafael Rodríguez Márquez

sábado, 24 de diciembre de 2016

Guadalcanal en el ecuador de la edad Moderna 5

Economía y sociedad de Guadalcanal en el XVII (quinta parte)

Artesanía y comercio.- La atonía de la actividad comercial se explica, entre otras razones, por la baja capacidad de consumo de la mayoría de la población, cuyas condiciones de vida eran bastante precarias. Una gran parte de la población vivía a un nivel de subsistencia y del número de pobres era extremadamente elevado. Un segundo obstáculo grave para el desarrollo del comercio era la ausencia de vías de comunicaciones adecuadas. La mayoría de los pueblos sólo estaban comunicados por caminos deplorables, aptos casi exclusivamente para el transporte a lomos de caballerías. Todavía en la segunda mitad del siglo XVIII, son patentes las gravísimas deficiencias de las comunicaciones en esta parte de Extremadura, según muestra una descripción de los pueblos del partido de Llerena, hecha en 1672 por mandato del Consejo de las Órdenes con el fin de confeccionar un mapa de su territorio.
Apenas hay puentes para pasar los arroyos, riveras y ríos que riegan la zona; en su ausencia, hay que vadearlos por parajes a veces difíciles y peligrosos, como ocurría con las riveras de Benalija, la Jarfa y Matasanos, nombre este último suficientemente expresivo del riesgo que comportaba vadearla. El único camino importante que cruzaba el partido era el camino real que, enlazando en Mérida con la antigua Vía de la Plata, comunicaba la meseta norte con las minas de Guadalcanal y Andalucía. Por otro lado, la escasez de carretas y caballerías era una limitación mas para los intercambios, al menos para los de gran peso. En 1630 no fue posible reunir un número de carros necesarios para transportar 800 fanegas de trigo a Madrid, lo que obligó al gobernador a ordenar el embargo de todas las cabalgaduras de arrieros y trajineros de Llerena y su partido.
Son muy escasas las noticias sobre la actividad industrial en el partido de Llerena, hecho sufrientemente sintomático del raquitismo de este sector. En todas partes, la actividad artesanal es muy reducida y se limita a satisfacer la demanda local o, en el mejor de los casos, comarcal de unos pocos productos esenciales para el desenvolvimiento normal de la vida cotidiana, pues, en lo fundamental, se tiende a la autosuficiencia  dentro de los estrechos marcos del consumo de la sociedad rural de la época, la actividad más importante era la textil. El lino se trabajaba en varios lugares del partido, especialmente en la zona sur: Guadalcanal, Fuente del Arco, Casas de Reina, Trasierra y Ahillones.
Otro trabajo artesanal era el de la piel, sobre el que existen algunas referencias en los Santos, Guadalcanal y Llerena. En esta última ciudad, la curtiduría era uno de los ramos más valiosos de las alcabalas, arrendándose durante del primer tercio del siglo en más de 225.000 maravedís anuales.
El pescado era otro alimento básico debido en parte a los preceptos de la Iglesia que prohibían el consumo de carne en determinadas fechas del año. Su consumo seria tal vez importante, según se deduce de la oposición que despertó en Llerena la imposición de un nuevo tributo sobre el pescado fresco y salado en 1628, cuyo fin era financiar los gastos de construcción de torres defensivas en la costa de Cádiz. Probablemente, los concejos intervenían en la regulación de los precios del pescado. Así sucedía en Llerena, donde el Cabildo fijaba el precio del bacalao.
La venta de vino y aceite estaba sometida igualmente al control de los municipios que regulaban de forma detallada los precios. El consumo de vino era elevado  y prueba de ello son los altos valores de las alcabalas y sisas.
Las ferias más importantes eran las de Guaditoca en Guadalcanal, que se celebraba en paraje del Encinar y, sobre todo, la de San Mateo en Llerena, que se celebraban en el mes de septiembre por privilegio ferial concedido en la Baja Edad Media.
La feria de ganado en el ejido  de Guaditoca en Guadalcanal era  la más importante de la provincia de León de Extremadura y una de las más importantes de todo el territorio hispánico, con gran atracción de comerciantes y tratantes de ganados y enseres, se celebraba a tres leguas de la villa, ocupando una gran extensión.
El único centro comercial de importancia fue Llerena. Esta ciudad contó hasta bien entrada la década de los cuarenta con una animada vida mercantil como centro redistribuidor de una amplia comarca. A su feria de San Mateo y a su mercado franco semanal acudían durante la primera mitad del siglo mercaderes y tratantes de numerosos lugares, como ponen de manifiesto los protocolos notariales. Llerena compraba. en primer lugar, paños de Segovia, Cuenca, Toledo y Córdoba y mercaderías diversas relacionadas con el vestir como estameñas, tafetanes, anafayas, etc., que revendían en parte a las poblaciones mas pequeñas de su radio de influencia. También compraba herrajes a mercaderes de Sevilla, naipes a los de Toledo y azogue de Almadén. Asimismo, compraba pieles en diversas poblaciones como Fuentes de León, Cabeza la Vaca, Villagarcía, Cazalla de la Sierra y Córdoba y zumaque y vinos en Guadalcanal.
Autoridad y forma de gobierno municipal de las localidades de influencia en la provincia.- Después de las reformas del siglo XV, la organización municipal no experimentó cambio alguno hasta la época de Felipe II, en la que se introdujeron algunas reformas importantes que implicaban un mayor intervencionismo del poder central en la vida de los municipios.
Los alcaldes.-Los llamados alcaldes ordinarios eran las principales autoridades municipales, excepto en Llerena donde  habían sido suprimidos en 1566 traspasándose sus funciones al gobernador.
En el siglo XVII, en todas las villas del partido, en las que había un determinado numero de hidalgos, se respeta escrupulosamente el principio de la división de oficios entre el estado de los hijosdalgo y en estado general, uno por cada estado.
La función esencial de los alcaldes ordinarios continuaba siendo la administración de Justicia en primera instancia tanto en materia civil como criminal. La reforma de 1566, que reducía los pueblos a gobernaciones, significó una limitación de sus facultades Jurisdiccionales en beneficio del gobernador, que desde entonces podía conocer todas las causas no só1o en grado de apelación, sino también en primera instancia, ora de oficio ora por querella de partes. Sin embargo, algunas villas del partido consiguieron más tarde recuperar mediante compra la plena Jurisdicción en primera instancia. Este fue el caso de Guadalcanal, que en 1572 concierta un asiento por el que se compromete a servir a Su Majestad con 6.000 ducados a cambio de la autonomía jurisdiccional en primera instancia, de manera que el gobernador de Llerena y su alcalde mayor só1o pudieran conocer las causas en grado de apelación.
Además de las competencias judiciales, los alcaldes ordinarios tenían otras múltiples atribuciones administrativas, económicas y policiales: dirección del Ayuntamiento, fiscalización de los regidores, ejecución de las leyes y normas municipales, control de pesas y medidas, persecución de los delitos, cobros y distribución de rentas e impuestos, etc. En definitiva, las leyes capitulares los presentan como los principales responsables de toda la actividad  municipal.
Otra autoridad local eran los regidores municipales, del estudio de los libros de acuerdos de cabildo se deduce que hasta el siglo XVII no se había produjo ninguna novedad funcional en los reglamentos de los municipios del territorio de la Orden con respecto a la Baja Edad Media. Los regidores continúan ocupándose de todos los asuntos locales que les autorizan las ordenanzas (el cuidado y aprovechamiento de los bienes concejiles, la ordenación de la actividad agraria. los abastos, higiene, etc.) y de cualquier otro de interés para la comunidad, como la sanidad, enseñanza, cuidado de niños expósitos, etc.
Curiosamente, la situación del Ayuntamiento de Guadalcanal era límite. En 1647 adeudaba al Convento de Monjas del Espíritu Santo de dicha villa 2.091.350 maravedís de los corridos de dos censos: uno de 371.739 maravedís de renta anual y de otro de 60.300 maravedíes.
De menor importancia pero con carácter de autoridad eran los aguaciles, eran agentes ejecutivos del municipio y sus funciones eran de tipo policía,  mantenimiento del orden, investigación de los delitos, detención de los delincuentes y ejecución de los mandatos Judiciales. Su remuneración procedía de las penas impuestas a los delincuentes, lo que constituyó en la Edad Media una fuente de frecuentes arbitrariedades y abusos. Los maestres intentaron corregir estas actuaciones irregulares mediante el establecimiento de varios aranceles que especifican las cantidades de maravedís, que los alguaciles debían cobrar por sus derechos.
En el nombramiento de los aguaciles se mantiene todavía en el siglo XVII esta tradición medieval. En algunas localidades correspondía al cabildo; en otras, como en el caso de Guadalcanal, pertenecía al comendador el derecho de nombrar alguacil mayor de entre dos o tres personas, según los pueblos, que le presentaba la comunidad.
Otros  cargos sindicados eran los escribanos, además de los escribanos públicos que ejercían en las escribanías pretendientes a la mesa maestral, en cada población había un escribano del cabildo encargado de redactar y escribir los documentos municipales y asentar los acuerdos en los correspondientes "libros de acuerdos de cabildo".
El nombramiento de los escribanos del cabildo competía a este y era de carácter anual, realizándose todos los años por Pascua del Espíritu Santo.
El cargo debía ser retribuido en todas partes a expensas de los propios del concejo, pues no hay prueba documental de que en alguna villa se hubiese dado en arrendamiento. Así sucedía, al menos, en Los Santos, Azuaga, Guadalcanal  y Llerena.
Finalmente, existía el mayordomo, era el oficial encargado de la administración de la hacienda municipal, teniendo como funciones concretas llevar la contabilidad de las finanzas municipales, efectuar los pagos ordenados por el ayuntamiento y recaudar sus rentas. Anualmente debía rendir cuentas de su gestión ante los regidores comisionados por el cabildo y ante el alcalde mayor, cuando realzase la visita de residencia.
Otros oficios concejiles, además de los oficios mencionados, hay otros de menor importancia relacionados con las actividades mercantiles y fiscales, como de almotacén. Fieles, depositarios de alcabalas o del papel sellado, etc. Algunos de estos oficios se ejercían por arrendamiento, otros, los más, por designación del cabildo.
En las villas más importantes, como el caso de Guadalcanal, existía  procurador del concejo, que lo representaba en los juicios, y los abogados que se encargaban de la defensa; sin embargo, es dudoso considerarlos en sentido estricto como tales oficiales, ya que aparecen más bien como profesionales contratados para la prestación de un servicio por de que se le retribuye. Es necesario considerarlos así, porque de lo contrario sería muy difícil entender que el procurador y el abogado de Llerena só1o hubiesen percibido en 1613 en concepto de salario las ridículas cantidades de 1.700 y 6.820 maravedís respectivamente, en tanto que en la misma fecha los guardas de las dehesas concejiles cobraban más de 12.000 maravedís anuales.

Tesis presentada en 2014 por Juan R. González Uceda sobre Guadalcanal en el siglo XVII

Fuentes.- Historia rural de la baja Extremadura (Crisis, decadencia y presión fiscal el siglo XVII), La hacienda del antiguo régimen, Desarrollo y crisis en el antiguo régimen, Demográfica histórica de España y Hemerotecas

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Guadalcanal, un pueblo en la memoria 9

 IX.- Religiosidad Popular (Continuación)

(3) La hermandad.-


Se constituye la Hermandad de Nuestra Señora de Guaditoca el día 8 de noviembre de 1863, siendo reina de España S. M. Isabel II y cura párroco don Francisco García, constando en sus inicios de 39 hermanos. La primera junta la componen los señores don Francisco García como presidente, don José Yanes Gil y don Cayetano de Tena Vargas como Hermanos mayores, don Lorenzo García y don Juan Calvo como consiliarios, don Ignacio Vázquez Espínola como mayordomo, don Narciso Calleja y Galindo como secretario y don Antonio Hernández como suplente. Fue firmada la constitución de la hermandad el 25 de octubre del año 1909 por el arzobispo de Sevilla, S. E. Rvma. D. Enrique Almaraz y Santos.
En junta general extraordinaria celebrada el 11 de mayo de 1928, se acuerda nombrar Hermano Mayor Honorario a S. M. el rey don Alfonso XIII.


El día 22 de abril del año 1940 se aprueban las nuevas reglas por las que se rige la hermandad, que constan de 8 capítulos y 50 artículos. Hoy en día continúa el fervor de los hermanos para llevar la hermandad con gran ilusión y trabajo, enriqueciéndola y cuidando todos los detalles que merece nuestra bendita Patrona. Es de resaltar cómo el párroco, la junta de gobierno y numerosos fieles están trabajando para hacer posible la coronación de Nuestra Señora de Guaditoca, que cuenta en la actualidad con cerca de 1.000 hermanos.

4) La Semana Santa.- 
Resulta imposible describir con palabras la majestuosidad y grandeza de nuestra Semana Santa. Solo viéndola y viviéndola se puede entender. El mayor esplendor está en las maravillosas imágenes que componen los desfiles procesionales. Trataremos de ellos en este breve resumen, en el que reflejaremos las hermandades que procesionan:
1. ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN Y LA VIRGEN DEL ROSARIO Y PALMA (HERMANDAD DE LA BORRIQUITA).
Esta hermandad fue fundada en el año 1979 por el cura párroco don Antonio Martín Méndez con la ayuda del pueblo, especialmente de los jóvenes. Los nazarenos visten túnicas blancas con capillo celeste, siendo la gran mayoría de ellos niños. Efectúa su salida el Domingo de Ramos a las doce de la mañana, con gran lucimiento. Cuenta con 375 hermanos.
2. SANTÍSIMO CRISTO DE HUMILDAD Y PACIENCIA SENTADO EN LA PEÑA Y NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ (HERMANDAD DEL COSTALERO).
Fundada en el año 1980 por un numeroso grupo de jóvenes costaleros. La imagen del Señor es la más antigua de todas, de autor desconocido, y corresponde a la Hermandad de las Tres Horas, cedida a la del Costalero. La Virgen es del taller de Buiza, de Sevilla. El Señor luce un paso muy fino de color caoba con plafones en oro con el escudo de todas las hermandades de Guadalcanal. Visten túnicas blancas con capillo, fajín y botonadura verde oscuro. Hace su estación el Miércoles Santo a las nueve de la noche. Posee 550 hermanos.
3,CRISTO ATADO A LA COLUMNA Y LA VIRGEN DE LA CRUZ (HERMANDAD DE LA SANTA VERA CRUZ).
Data su fundación del siglo XVII. La imagen del Señor de la Sangre atado a la columna es una talla perfecta del famoso imaginero Castillo Lastrucci, así como la de la Virgen. Esta hermandad tuvo otra imagen titular, tristemente desaparecida, tallada por Jerónimo Hernández. La columna es de gran valor,  tallada en rica plata de ley. Esta hermandad luce como emblema la cruz de Jerusalén. Los nazarenos del Cristo visten túnicas de raso grana con cordones y botonaduras en verde, y los de la Virgen, túnica negra y capa de raso verde. Esta hermandad procesiona el Jueves Santo, teniendo su salida a las 8.30 horas de la tarde. Tiene, aproximadamente, 430 hermanos.
4. NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO Y MARÍA SANTÍSIMA DE LA AMARGURA (HERMANDAD DE NUESTRO PADRE JESÚS).
Se remonta su fundación al año. 1504, aunque existen autores que la citan unos años después. De todas formas, esta hermandad, junto con la Soledad, son las más antiguas de nuestra villa. La imagen del Señor es una obra maestra del escultor Fernández Andes, y la Virgen es de Illanes del Río, siendo la de San Juan de Castillo Lastrucci. De gran valor artístico es la cruz de carey que lleva el Señor, siendo estrenada en la Semana Santa de 1783, y la túnica bordada en oro data de 1889. Los penitentes del Señor visten túnica de color morado con botonadura y cordones amarillos, y los de la Virgen, túnica blanca, capillo morado y cordones amarillos. Efectúa su desfile procesional el Viernes Santo a las 5 de la madrugada, siendo este uno de los momentos de más emoción, fervor y silencio de nuestra semana mayor. Tiene actualmente 950 hermanos.
5. SANTÍSIMO CRISTO DE LAS AGUAS CLAVADO EN LA CRUZ Y NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES (HERMANDAD DE LAS TRES HORAS).
Se fundó esta hermandad hacia el año 1867, aunque la devoción a este Cristo data del año 1527, en que fue traído de América por el hijo de este pueblo Francisco Muñoz de la Rica, de ahí el nombre de “Señor de las Aguas”. El autor del Cristo crucificado es José Blanco, y el de la Virgen Dolorosa, Rafael Quílez. Visten los nazarenos del Cristo túnicas blancas con botonaduras rojas y fajín de esparto. Los de la Virgen llevan túnica blanca con capillo, fajín y botonadura roja. Es de reseñar que sobre los capillos destaca la cruz de Santiago, emblema de la cofradía. Salía el Viernes Santo a las doce de la mañana, pero desde 1997 esta hermandad efectúa su salida el Sábado Santo a las seis de la tarde. Tiene 505 hermanos.
6. SANTO ENTIERRO DE CRISTO Y NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD (HERMANDAD DEL SANTO ENTIERRO).
La fundación de esta hermandad data de finales del siglo XV. Hacia el año 1498 tuvo lugar la creación de un convento de frailes de la Orden de San Francisco en una ermita antigua que existía cerca de la villa llamada Nuestra Señora de la Piedad. En este convento estuvieron desde el principio las imágenes de esta hermandad, siendo casi seguro que su fundación tuvo lugar allí sobre el año 1508, por lo que es posible que sea una de las hermandades más antiguas de la villa. El día 31 de diciembre del año 1835 se trasladaron las imágenes a la iglesia de Santa María por haber sido suprimido el culto en el convento.
De la imagen del Cristo yacente ignoramos su autor, y la de la Virgen fue tallada por la gubia del sevillano Castillo Lastrucci. El cuerpo yacente descansa en una urna de cristal sobre una hermosa canastilla tallada y dorada de gran valor artístico, siendo también de gran interés el manto de la Virgen, de terciopelo negro bordado en oro. Visten sus nazarenos túnica negra con botonadura y cordones grana. Hace su desfile el Viernes Santo a las 8.30 de la tarde, con gran lucimiento y solemnidad. Tiene 508 hermanos.
7. CRISTO RESUCITADO (ANTIGUA HERMANDAD SACRAMENTAL).
 Tiene su salida el Domingo de Resurrección a las 12 de la mañana. Esta procesión pone el broche final a la Semana Mayor de Guadalcanal, que, como ya comentamos antes, podemos decir a ciencia cierta que es una de las mejores de todo nuestro entorno y de otros muchos pueblos mayores que el nuestro. Esta hermandad cuenta con 110 hermanos.
Todos los desfiles procesionales van acompañados por la gran banda de música Nuestra Señora de Guaditoca y la de cornetas y tambores Santísimo Cristo del Amor, ambas de Guadalcanal.
De gran valor artístico son los pasos de palio de las distintas cofradías y todos los pasos tienen su cuadrilla de costaleros, que, en un silencio sepulcral y llenos de amor bajo las trabajaderas, alivian el peso de la cruz al Divino Redentor y, con gran delicadeza y primor, llevan sobre sus hombros a su bendita Madre, y a muchos de nosotros nos brotan las lágrimas bajo el capillo cuando, en el silencio que Guadalcanal sabe guardar, se escucha la voz del capataz: ¡A esta es, valientes!, ¡Al cielo con ella! O cuando hacen una “levantá” dedicada a algún compañero que ya no va bajo las trabajadoras, porque un día se fue para ser Costalero en el cielo.
Copyright.- Rafael Rodríguez Márquez 

sábado, 17 de diciembre de 2016

Turriano, inventor en las minas de Guadalcanal

El relojero y el emperador

Juanelo Turriano o Giovanni, -Cremona (Italia) 1501 + Toledo (España), fué un ingeniero e inventor hispano-milanés

Llegó a España en el año 1529 llamado por Carlos I, y ya como Juanelo Turriano, fue nombrado Relojero de Corte y construyó para este rey el famoso Cristalino, reloj astronómico que le hizo ser conocido en su época, porque era capaz de indicar la posición de los astros en cada momento, con objeto de interpretaciones  astrológicas.
Al final de la vida de Carlos I, construyó parte del palacio del rey en Yuste. Uno de los estanques construidos por Torriani o Turriano produjo una acumulación de aguas estancadas que generaron la proliferación de mosquitos, que picaron al rey y le produjeron su muerte tras un mes de agonías y fiebres por paludismo.
Felipe II, le nombró Matemático Mayor. Reclamado por el papa Gregorio XIII, participó en la reforma del calendario. Vuelto a España, Juan de Herrera le encarga el diseño de las campanas del Monasterio de El Escorial.
Trabajó y vivió en Toledo desde 1534, donde murió el 13 de junio de 1585 en la indigencia. Es fama que allí construyó un autómata de madera, llamado el  Hombre del Palo, una calle de la ciudad lo recuerda por este hecho. Además inventó una especie de ametralladora rudimentaria y algunas máquinas voladoras, diseñadas y también construidas por él.
Por lo que es más conocido es por la máquina hidráulica que construyó para subir el agua a Toledo desde el río, conocida como el Ingenio de Toledo o Artificio de Juanelo. Sobre su funcionamiento hay aún controversias, más o menos aclaradas desde el clásico trabajo del ingeniero Luis de la Escosura Morrgh (1888), hasta el más reciente modelo con escaleras (2009) (siendo incluso recreado en la Exposición Universal de Sevilla en 1992 con el objetivo de hacer funcionar un reloj y durante la cual se mantuvo en funcionamiento). Lo cierto es que la máquina conseguía llevar el agua del río Tajo hasta el Alcázar, situado a casi 100 metros por encima del cauce del río. Basado en el uso de la propia energía hidráulica del río Tajo, constaba de gran cantidad de “cucharas” o “brazos de madera”, engranados de modo ingenioso, que se iban pasando el agua los unos a los otros, en altura creciente, de tal manera que podía elevar gran cantidad de agua salvando el desnivel. Al parecer se mantuvo en funcionamiento, con un rendimiento cada vez menor a medida que envejecía y se deterioraba, hasta el año 1639. Se ha calculado que en su mejor momento podía ascender en torno a 16-17 metros cúbicos al día (16-17 mil litros).
Según las fuentes escritas, se construyeron dos artificios semejantes: el primero, encargado por el Ayuntamiento, debía llevar el agua hasta el Alcázar como cota más alta de la ciudad, pero el ejército, propietario del Alcázar, se negó a repartir estas aguas con la ciudad. Así, el ayuntamiento encargó otro, que Juanelo ejecutó.
El problema de Juanelo, que prácticamente le llevó a la tumba, era que nadie quería pagar el primero de los artificios, el Ayuntamiento porque no recibía las aguas y el ejército porque no había firmado ningún contrato. Entre unos y otros, Juanelo se arruinó y fue enterrado modestamente en un convento toledano.
A Juanelo se la atribuyó ser el autor de los Veintiún Libros de los Ingenios y Máquinas, obra editada en su integridad por la Fundación Juanelo. El léxico ha descartado su atribución al ingeniero cremonés. Al parecer también escribió otros muchos libros y tratados, aunque como eran de temas militares se consideraron secretos en la época en la que vivió y no llegaron a ver la luz en su momento, siendo publicados muchos años después.
Turriano fue contemporáneo del también célebre científico e inventor Blasco de Garay, quien también residía en Toledo e igualmente estaba al servicio del Emperador.
Al servicio del Rey Felipe II.-
A la muerte del emperador en 1558, Turriano pasó al servicio de su hijo Felipe II, no tan aficionado a los relojes como su padre, aunque, según Zapata, tenía un reloj en un anillo que señalaba las horas picando levemente el dedo. Posiblemente este reloj fue heredado de su padre y fabricado también por Juanelo Turriano.
Otra maquinita del cremonés para curiosidad de Felipe II, fue un molino tan pequeño que cabía en una manga, según Ramelli.
Felipe II era muy aficionado a las grandes obras de ingeniería, entre ellas los canales de riego y abastecimiento de agua, en las cuales Turriano realizó mediciones para la construcción del canal del Jarama y la presa de Colmenar, obras difíciles en las que habían fracasado grandes ingenieros como el italiano Sitoni. A Turriano se le consultó frecuentemente para los problemas que presentaban algunas grandes obras, como la presa de Tibi, en Alicante, o ingenios para elevar el agua y desaguar minas, como el de Guadalcanal en Andalucía.
Los trabajos de Turriano para Felipe II fueron de lo más diverso. Al relojero se le pidió su opinión, por ejemplo, sobre las campanas que se iban a montar en las torres de la iglesia de El Escorial, respondiendo con unas atinadas observaciones sobre los tonos de los toques de las campanas, en función de su tamaño.
Entre las intervenciones de Turriano hay una que tiene más que ver con la astronomía.
Se trata de la reforma del calendario, cuestión en la que el pontífice de Roma tenía un extraordinario interés debido a la descompensación que se había producido entre el tiempo astronómico real y la fecha del calendario, que alcanzaba ya más de una decena de días a mediados del siglo XVI. Fueron consultados varios científicos, entre ellos Juanelo Turriano, quien elaboró un Breve discurso en torno a la reducción del año y reforma del calendario, junto con unos instrumentos para acomodar el calendario actual al nuevo.
La máquina más importante que realizó Turriano fue un ingenio en Toledo para elevar el agua, que en realidad era un inmenso reloj de madera de más de cien metros de altura, que se movía gracias al impulso del agua del Tajo. Las torres elevadoras tenían forma humana y se movían al ritmo acompasado de una música acuática formada por el chapoteo del agua que elevaban. Seguramente esto es lo que dio origen a la leyenda del “hombre de palo”, de la que hablábamos antes.
El artificio dio a Juanelo una fama universal, pero causó su ruina. Como la ciudad de Toledo no recibió agua al ir toda al Alcázar Real, nunca pagó la parte que debía a Juanelo Turriano y el relojero murió el 15 de junio de 1585, viejo y cansado, dejando en la miseria a su familia.
La personalidad del hombre que hizo los admirables relojes planetarios que hemos descrito favoreció sin duda la leyenda que después se creó en torno a Turriano.
Su aspecto, corpulento y algo siniestro, contribuía a considerar al que lo contemplaba como el autor de artificios ocultos que encerraban algo mágico y misterioso. Veamos cómo describe a Turriano uno de los hombres que le conocieron, el cronista Esteban de Garibay:
“Fue alto y abultado de cuerpo, de poca conversación y mucho estudio, y de gran libertad en sus cosas: el gesto algo feroz, y la habla algo abultada, y jamás habló bien la española; y la falta de dientes por la vejez le era aún para la suya italiana de grave impedimento”.
El escultor Leone Leoni, que no tenía ninguna simpatía a Juanelo, a pesar de que le había esculpido una medalla y posiblemente también un busto, va más lejos al decir que era «un buey con figura humana», expresión seguramente exagerada, aunque los retratos que se conservan de Turriano, y no sólo los de Leoni, traducen su fealdad y una mirada excesivamente severa. Podría ser que la envidia del escultor hacia el relojero se debiera a que Juanelo era capaz de dar movimiento a las figuras que fabricaba, mientras que las esculturas de Leoni permanecían inmóviles, con lo que la fama del relojero era mayor que la del escultor.
En contraste con su aspecto físico, Juanelo tuvo un ingenio que maravilló a sus contemporáneos y se granjeó la estima de Carlos V y de su hijo. Luis Cabrera de Córdoba, cronista de Felipe II, dice que éste:
“... favoreció a los artistas y premió a los eminentes; entraba en los obradores, y hablaba en los que le tocaba con ellos;
y más a Juanelo, milanés, geómetra y astrólogo tan eminente que, venciendo los imposibles de la naturaleza, subió contra su curso el agua hasta el Alcázar de Toledo, e hizo que los movimientos de los cielos y contracursos de los planetas se gozasen en sus relojes, admirable maravilla”.

Es así como Juanelo Turriano consiguió que un emperador y un rey, olvidasen por un tiempo los graves asuntos de un imperio, para recrearse en las admirables máquinas de un relojero.
Hemerotecas

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Guadalcanal, un pueblo en la memoria 8

IX.- Religiosidad Popular (1)




Cuenta una leyenda ininterrumpida que a mediados del siglo XIV, aproximadamente, tuvo lugar un acontecimiento de gran interés popular en nuestra villa: a dos leguas de Guadalcanal, al noroeste del término, al sitio de la Vega del Encinar, en una peña a orillas del río Guaditoca, tuvo lugar la aparición de la imagen de la Virgen María a un joven pastor, cuyo nombre no conocemos. La gran noticia corrió como un reguero de pólvora por los pueblos comarcales, acudiendo muchas personas al sitio de la aparición de la Señora. Más de un pueblo quiso apropiarse del hecho y adjudicárselo, pero, como no podía ser de otra manera, fue Guadalcanal el pueblo que Ella eligió para ser su Patrona, Pastora y Reina.
Al poco tiempo se empezó a labrar una pequeña ermita donde poder exponer y venerar a la Santa, que tomó su nombre del arroyo donde se apareció: Guaditoca, nombre árabe que significa “río estrecho”. La citada ermita se levantó en terrenos que ocupaban los términos de Guadalcanal y Azuaga, dando lugar a debates y contiendas entre los dos pueblos, hasta que, el día 10 de abril del año 1428, don Enrique Infantes de Aragón, Gran Maestre de la Orden de Santiago, cedió a Guadalcanal una parte del término de Azuaga en atención a la muy crecida población de Guadalcanal. El Gran Maestre nombró jueces que dieron sentencia aclaratoria en Guadalcanal siendo el día 20 de noviembre del año 1469, al igual que, posteriormente, lo harían los Reyes Católicos en 1494.

Transcurrían los años y aumentaba cada vez más el fervor y la devoción la Bendita Madre, quedando la ermita pequeña, ya que no era suficiente para recibir a la cantidad de personas que acudían de todas partes para visitar a la milagrosa imagen, unos, para dar gracias por los favores recibidos, otros, a pedirle que remediara alguna desgracia o calamidad, a tan Buena Madre y Poderosa Abogada. Se pensaba en hacer mayor la ermita o en hacer una nueva, pero no se disponía de dinero suficiente para tal fin. Entre los miles de fieles y devotos de la Virgen, surge uno llamado Alonso Carranco de Ortega, descendiente de conquistadores extremeños, casado con doña Beatriz de la Rica y dueño, por herencia recibida de sus antepasados, de la tierra de “Los Berriales”, lindante con la ermita.
En el año 1629, este don Alonso Carranco de Ortega es nombrado regidor de la villa y en el año 1638 dispone que sea construido un santuario en suelo de su propiedad y costeado de su hacienda particular. Así comienzan las obras y se construye la nave de la iglesia, cubierta de techo y bóveda en la capilla mayor y sacristía. El resto de la obra será costeado con el esfuerzo de la cofradía y la piedad y la generosidad de los devotos de la Virgen, terminándose en el año 1647.
En el año 1649 se efectúa el traslado de la Virgen de Guaditoca a su nuevo templo, y el día 12 de diciembre, a la hora de tercia, es bendecido por el cura de la iglesia parroquial de Santa Ana, don Alonso Morales de Molina.
Por fin, con el nuevo templo se ve realizada la ilusión de muchos guadalcanalenses que quisieron que la Santísima Madre, Nuestra Señora, y el divino Niño Bellotero tuvieran una casa digna para recibir a tantos y tantos peregrinos que venían de todas partes a visitar a la Bendita Imagen. Don Alonso Carranco de Ortega está enterrado en la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción de nuestra villa.
(1) La feria de Guaditoca.-
Desde tiempo muy antiguo se celebraba la feria y fiesta en honor de Nuestra Señora de Guaditoca durante la pascua de Pentecostés, en los alrededores del santuario, al que acudían gran número de personas de todas clases, devotos y comerciantes de los pueblos comarcanos y, sobre todo, de Extremadura, provincia a la que pertenecía nuestra villa. Unos venían a depositar sus ofrendas y peticiones a la Virgen; otros, para obtener ganancias de las ventas del ganado y los artículos que traían para tal fin.
En la explanada delante del santuario se formaban varias calles en las que se hallaban las casas de las hermandades que la Virgen tenía en varios pueblos, las de justicia y regimiento de la villa, las del patronato y otras, así como los portales donde se instalaban los comerciantes.
Cada año aumentaba la cantidad de gente que acudía de todas partes, llegando a tener tal fama e importancia la congregación de fieles y peregrinos que llegaban a la Vega del Encinar a visitar a la Santa del Lunar que ni la romería del Rocío le pudiera superar en aquellos tiempos.
En la feria del año 1781, según consta en documentos, acudieron gran cantidad de personas de ciento veinte villas y ciudades, desde Badajoz hasta Jerez de la Frontera y desde Villanueva del Fresno hasta Córdoba. La tarde del último día de feria, la Virgen recorría el entorno del santuario en procesión, en medio de la muchedumbre que ocupaba todo el terreno  de la Vega del Encinar, haciendo estación en el mismo sitio donde, según la leyenda, se apareció, en la peña junto al arroyo, donde se puso la cruz de la Aparición y que hoy allí mismo existe.
“Al paso de la Virgen iban depositando ofrendas en especie que los fieles traían para la Señora, juntando tantos y variados regalos que jamás pudiera imaginarse persona alguna. (Muñoz Torrado, 1918.)”
Los beneficios que se obtenía eran muy crecidos y con ellos se sufragaban todos los gastos del culto de la Virgen, los del santuario, y se compraban alhajas y prendas de adorno para Nuestra Señora. La Virgen llegó a tener grandes riquezas, entre las que se contaban varias casas, tierras de sembradura, muchas alhajas de gran valor, ropa de vestir y varios mantos, entre otras muchas cosas, la mayoría de las cuales, de alguna manera, desaparecieron o, mejor dicho, cambiaron de propietario sin que tengamos noticia ni documento alguno de cómo y cuándo ocurrió.
La Virgen de Guaditoca tuvo hermandad en Berlanga y Ahillones, y posiblemente también en Malcocinado y Azuaga, y el Niño Bellotero, en Valverde, de donde es patrón. Todas ellas acudían a la feria representadas con estandartes, y Valverde, con el Niño.
El nombre del Niño Bellotero se atribuye a una tradición muy antigua que cuenta cómo llevaban a esta imagen por las fincas y caseríos próximos al santuario en el tiempo de la recolección de la bellota, donde recibía como regalo gran cantidad de este fruto.
En el año 1792, las autoridades y otros miembros relevantes de la villa deciden trasladar la feria al pueblo. Así lo solicitan a la superioridad de la Audiencia de Cáceres, quien envía al alcalde mayor de Guadalcanal la orden para dicho cambio. A raíz de esto, la Virgen es traída al pueblo para la celebración de la feria, ya que antes solo venía al pueblo en caso de sequía o calamidad pública.
Se celebraba la feria en la plaza mayor del pueblo, y, a partir de entonces, la importancia y el esplendor que tuvo durante tantos años comienza a declinar, hasta el punto de que algunos años llegó a suspenderse su celebración, perdiendo así el gran prestigio que tuvo la feria de Guaditoca en la Vega del Encinar durante muchos años.
En el año 1897, el Ayuntamiento fija la fecha de celebración de la feria los días 3 al 7 de septiembre, y cinco años más tarde es trasladada al ejido del Coso. Allí, por fin, encontrará unos terrenos apropiados para tal fin y de nuevo comienza a resurgir el esplendor y la importancia que había tenido la feria de Guaditoca. 
En la actualidad se sigue manteniendo la tradición de llevar a la Virgen al Real de la Feria el tercer día por la tarde, en solemne procesión, formada por su Real e Ilustre Hermandad, acompañada de autoridades, banda de música y un gran' número de devotos de la Santa  Además, existen dos romerías: el último sábado de septiembre es llevada la sagrada imagen a su ermita, donde está hasta el último sábado de abril, en que es trasladada al pueblo para ocupar su capilla en la iglesia de Santa María de la Asunción. El día del Señor también sale la Virgen en procesión acompañando al Santísimo, que efectúa el desfile procesional en una hermosa custodia labrada en rica plata.
El paso de la Virgen tiene su cuadrilla de costaleros que, con gran amor, la llevan sobre sus hombros, y es digno de resaltar que, cada vez que sale la Virgen, es acompañada por un gran número de fieles que la siguen dondequiera que vaya. Esto ocurre ininterrumpidamente desde hace casi setecientos años.
Además de los fieles de su pueblo, Guadalcanal, puestra Pastora tiene muchos devotos en los pueblos comarcanos y             otros lugares de España.
El autor de la imagen actual fue don Antonio Illanes Castillo, de Sevilla, en el año 1937. En 1980 fue restaurada por el escultor sevillano don Carlos Bravo Nogales.
(2)Las cruces del camino.-
Son ocho cruces las que existen en el camino de la ermita de Guaditoca.
La primera es la de la Aparición que está junto al arroyo Guaditoca (“río estrecho”), donde, según una, leyenda ininterrumpida de cerca de setecientos años, fue el lugar donde se apareció la Santa a un pastorcillo que por allí andaba cuidando de su rebaño de ovejas.
La segunda cruz se encuentra a unos cien metros de la de la Aparición, o sea, a la entrada del recinto de la ermita. Se trata de una cruz con una hornacina que, probablemente, sería utilizada para depositar los presentes que regalaban a la Santa del Lunar. No tenemos más datos que aportar sobre esta cruz,  que se podría titular “cruz de la Llegada”.

La siguiente cruz es la del Aceite. Se llama así porque los arrieros que conducían el aceite a Extremadura echaban alguna cantidad del mismo en la hornacina que posee la cruz. Este aceite era recogido por el ermitaño del santuario para poder encender las lámparas y, de esta forma, mantener permanentemente iluminada la imagen de la Virgen.
La cuarta cruz, según venimos del santuario hacia la villa, es la de La Barita, pues así se llama la finca donde está ubicada. Es una zona minera en la que en otros tiempos extrajeron grandes cantidades de barita. Antiguamente, en este punto se celebraba “el encuentro” de la Virgen con el Niño Bellotero cuando se llevaba la imagen del pueblo a la ermita (romería de septiembre). En esta cruz esperaba el Niño, que venía de Valverde de Llerena (Extremadura) de donde era patrón, ,encontrándose allí con su Bendita Madre procedente de Guadalcanal. A partir de aquí, el Niño iba delante y la Virgen detrás hasta la ermita. En “la traída” al pueblo (romería de abril), este recorrido se hace a la inversa, haciéndose la despedida en la cruz de la Barita, acompañando cada grupo de fieles y romeros a su imagen en la vuelta a sus respectivas poblaciones. 
La quinta cruz se encuentra en las faldas de la finca La Alcornocosa, a la orilla del camino. En este lugar se efectúa una parada corta para descansar.
La cruz de Buenavista es la siguiente, y se trata de uno de los hitos más antiguos del camino. En este sitio se suele parar más tiempo para merendar y dar descanso a las caballerías.
Muy cerca de la anterior se encuentra la cruz más reciente de todas, junto a la carretera de Guadalcanal a Llerena, donde parte el camino hacia el santuario. Se trata de la cruz del Cruce, y aquí, nuevamente, se hace una parada.
La última cruz, octava del camino y la más próxima a la villa, es la del Puerto, lugar que, como su nombre indica, se encuentra situado en uno de los pasos de montaña que comunican Andalucía con Extremadura a través de Sierra Morena (puerto de Llerena). Es un lugar que ofrece una bella panorámica y en el que se reúnen una gran cantidad de personas y vecinos de Guadalcanal a esperar a su Reina y Patrona.
En todas las cruces se le canta la Salve a la Virgen y actúa el Coro Romero, que lleva su nombre, viviéndose momentos de gran emoción y alegría llenos del fervor que Ella se merece.
Como ya he mencionado antes, nuestras romerías fueron las más importantes en muchas leguas a la redonda, aunque para los guadalcanalenses sigue siendo la mejor y cada año acuden de todas partes devotos de la Santa del Lunar, acompañándola en todo momento.

Copyright.- Rafael Rodríguez Márquez

sábado, 10 de diciembre de 2016

Disculpen las molestias

Los telediarios eran herederos del NO-DO

El día 1 de Octubre de 1961 se inauguró el Centro Emisor de Guadalcanal, un pueblecito de la sierra de Sevilla, y este hecho, aunque entonces no lo supimos, cambió nuestro ocio para siempre. Llegaba la televisión a Andalucía. Lo primero que vi en un televisor, de puntillas detrás de un corro de curiosos, fue un trozo de corrida de toros en el escaparate del Hogar Moderno. Venía yo de una de mis clases particulares y me sorprendió ver tanta gente amontonada sobre el cristal.

Al acercarme me di cuenta de que el objeto de la expectación era un cajón de madera con una pantalla, en la que un picaor borroso y gris se esmeraba en la faena con un toro negro aún más desvaído. Unos días después, con algo más de nitidez, pude presenciar la ofrenda de flores a la Virgen del Pilar, en el Bar Madrid. Aquello era maravilloso, y nos atrapó desde el primer momento. 
A partir de entonces, quienes podían pagar 20.000 ptas por un aparato de televisión desfilaron por Briones, Lozano o el Hogar Moderno para encargar su Philips o Telefunken. Los demás sólo tuvimos televisores prestados. Se consideraba normal en esos primeros años el ir a ver la tele a casa de amigos y parientes, que ejercían su paciencia con las visitas diarias.
Recuerdo una familia a la que su generosidad les llevó a consentir que los vecinos se llevaran su propia silla, y en la emisión de las “Gran Parada” o “Los amigos de los lunes” su salón parecía el gallinero del Salón Alambra. Con las ventas a plazos y el progreso económico de aquellos años, todos terminamos por acceder al nuevo invento, aunque algunos tardamos bastante. Ya veías la tele en tu casa, pero en esa época se iba la señal muy a menudo, y aparecía un odiado cartelito de “Disculpen las molestias”, con fondo musical aburridísimo, y maldecíamos a ese pueblito de la sierra de Sevilla cuando nos privaba de diez o doce minutos de emisión en pleno Perry Mason, y cuando volvía la señal ya se había descubierto si el acusado era culpable o inocente, y nos teníamos que acostar sin saberlo. Como dije, la televisión cambió nuestras vidas. Olvidamos la radio, a Boby Deglané y a Pepe Iglesias “El Zorro”.
Comenzamos a abandonar el hábito de la lectura nocturna y trasnochamos más. La gente tenía un nuevo tema de conversación, que le ayudaba a superar los momentos de silencio con desconocidos. “Bonanza”, “El Fugitivo”, “El Virginiano” o la perrita Marylin daban siempre tema para el día siguiente. Nos gustaban incluso los anuncios: “Omo lava blanco…”, “..Cafés La estrella… al tostadero”, “Vamos a la cama”, “Está como nunca…” Una gran novedad fue el fútbol televisado.
Nos llegó tarde para disfrutar con las cinco primeras Copas de Europa del Real Madrid, pero vimos el gol de Marcelino. En esa época también transmitían muchas corridas de toros y se adaptaban novelas clásicas y obras de teatro. Por las tardes había programas que ahora calificaríamos de aburridísimos, que trataban de libros, cultura, religión o música española.

Los telediarios eran los herederos del NO-DO, con las mismas inauguraciones, bailes gallegos y uniformes del Movimiento. Era una tele oficialista y algo ruda, pero la única que teníamos. Después llegaría el UHF, las conexiones por satélite, el poder ver imágenes de América, y el presenciar, en una noche de verano, cómo un pie vacilante pisaba el acogedor polvo de la Luna. Quizás ese día terminó para nosotros la niñez de la televisión, y comenzamos a integrarla en nuestras vidas con naturalidad, pero tal vez con un poquito menos de magia.

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miércoles, 7 de diciembre de 2016

Guadalcanal, un pueblo en la memoria 7

VIII.- Minas de Pozo Rico

Las minas de Pozo Rico fueron la primera reserva minera de España en el siglo XVI, siendo las más ricas en plata y fecundas que hasta entonces se conocían en el mundo allá por el año 1555.
Al informarse el rey Felipe II de la importancia de estas minas, ordenó “poner cobro y recaudo sobre las minas de Pozo Rico de Guadalcanal e todas las demás de oro e plata e plomo e de otra guisa que minera sea, en el sennorio del rey ninguno non sea osado de labrar en ella sin mandato de su magestad”, conforme a la disposición del rey Alfonso XI en su ordenamiento de Alcalá de 1336 y dejando sin efecto la emitida posteriormente por Juan II en 1387 renunciando a la propiedad de los hallazgos, quedándose tan solo con los dos tercios del metal extraído.
Debido a esto, nuestro paisano Martín Delgado, descubridor de la primera veta de plata, tuvo que renunciar a su tercera parte legítima, recibiendo solo una pequeña gratificación.
“Rendía el quintal del metal de ella de toda broza a la mitad de plata, y el más escogido a mucho más, así la plata que salía de los pozos era de ley de dos dineros y veinte gramos”. Estas eran las primeras comunicaciones del administrador general Agustín de Zárate a su augusta majestad el rey Felipe II en el primer año de explotación de la mina. Al año siguiente, en vista del gran rendimiento de dicha mina, el rey nombró inspector general a Francisco de Mendoza, hijo del virrey de Nueva España y después del Perú.  Se encontraban los pozos a una legua de Guadalcanal, en los pagos del Molinillo. Se llamaban: La Traviesa, Mineta, La Puerta, La Reja, Adán, Cuarto, Quinto, Campanilla, Devanadera, Gran Compaña, Red, Contramina, San Antonio y El Rico, que fue el mejor de todos, con una dirección de 350 norte y un buzamiento de 800 y una longitud de unos trescientos metros a una profundidad de doscientos cuarenta metros.
Algunas galerías de las minas donde vivían los esclavos negros con su familia tuvieron que ser cerradas, porque debido al agua que de ellas brotaba estaban enfermas y morían muchas crías.
Los sueldos de los trabajadores de las minas eran:
Ademadores:  Tres reales y medio diarios
Maestros fundidores: Tres reales diarios
Quebradores de metal: Dos reales y medio diarios
Ayudantes:     Dos reales
Trabajadores esclavos: Se les mantiene
Los esclavos fueron vendidos en el mercado de Zafra en el año 1576 por encontrarse muy trabajados y cansados.
Las reatas con plata salían del Molinillo por el camino real, atravesando la Atalaya, el Postigo y la rivera de Benalija, continuando el camino hasta Sevilla.
Alrededor de las minas se formó un poblado, donde existían calles formadas, mesones, casas y tiendas con mercaderías de todas clases, carpinteros, herreros y de otros oficios. También existió una capilla llamada de San Antonio. Dicha iglesia era de una nave de “piedra rajada”, de dimensiones reducidas, con una techumbre de madera de castaño, en la que alternaban las alfarjías y los ladrillos por tablas.
La capilla principal es de crucería de ladrillo. Al altar mayor se sube por tres gradas chapadas de azulejos, en medio del cual estaba el Sagrario; a la parte del Evangelio esta una imagen de Santo Antonio de bulto entero y encima de él una imagen de Ntra. Sra. pintado al óleo, con dos puertas (tríptico); en la una de ella, a la mano derecha San Juan Evangelista, y a la mano izquierda Santo Antonio. Encima de estas imágenes está un crucifijo de bulto entero. (Maldonado, 2005: 160.)
Las minas serán explotadas por cuenta de la Corona veintinueve años, desde su descubrimiento en 1555 hasta el año 1584, en que el administrador general Agustín Zárate informa al rey de que las minas no cubren gastos.

Se reanudan las labores de explotación en el año 1632. Los nuevos propietarios son los banqueros alemanes Fúcares, quienes, a su vez, poseían las minas de mercurio de Almadén, aunque esta explotación duró tan solo dos años.
En el año 1725, el súbdito sueco Liberto Walters forma una compañía para la nueva empresa de las minas de plata, y a la muerte de este, la compañía se disuelve. No será hasta 1768 cuando se pongan de nuevo en funcionamiento las minas, en esta ocasión por una empresa francesa, siendo el problema principal el desagüe de los pozos y las galerías, y a tal fin contratan a un ingeniero alemán, dando solución temporal al problema. Sin embargo, las minas volverán a cerrarse en el año 1778.
Este mismo ingeniero alemán, Juan Martín Hopensak, se arriesga a explotar las minas por su cuenta y también las de Cazalla.
Durante bastante tiempo, la extracción de metales estará paralizada debido a la Guerra de Independencia y a la Primera Guerra Mundial.
Más adelante, en el año 1978, la empresa nacional Adaro  y 1espués la compañía Río Tinto Patiño realizan investigaciones, microanálisis, sondeos y otras pruebas, siendo, al parecer, de resultados negativos. Sin embargo, existen otras versiones muy distintas que aseguran que aún queda bastante riqueza en las minas de Pozo Rico. Así lo dice Rodríguez, citando el libro de Carranza: “que al tiempo que se hundió el pozo principal "el Rico" la mina había mostrado más riqueza que nunca” (Rodríguez, 1980).
Es muy posible, quizás casi seguro, que las minas de Pozo Rico fueron abandonadas no por bajo rendimiento, sino por los barcos y galeras que llegaban a España procedentes del Nuevo Mundo cargados con inmensas fortunas en metales para la Corona de España.
De esta gran riqueza sacada de las entrañas de la tierra de Guadalcanal nada quedó en el pueblo, solo algunos maravedíes conseguidos por el mayordomo de la iglesia Juan Pérez de Mérida, que empleó en la torre y campanas de Santa Ana, siendo nuestro pueblo una vez más ignorado y condenado al olvido, como en otras ocasiones a lo largo de su historia.

Copyright.- Rafael Rodríguez Márquez