By Joan Spínola -FOTORETOC-

By Joan Spínola -FOTORETOC-

Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 30 de octubre de 2013

Inicio de la Mundalización

Una expedición que ya forma parte del Registro de la Memoria del Mundo


La Ítaca de los pueblos ibéricos fue, durante la baja Edad Media, la costa india de las especias.
Los portugueses se llevaron la palma –y la canela – y entre unos y otros, queriendo enlazar por mar Europa y Asia, terminaron conectando los cinco continentes e inaugurando la Edad Moderna. En justo reconocimiento a un “catalizador” de la globalización que cambió la historia”, la crónica del primer viaje de Vasco da Gama, que se conserva en Oporto, ha sido inscrita por la UNESCO en su Registro de la Memoria del Mundo.
Aunque la admisión se produjo a las puertas del verano, el calor estival invita a la lectura de este auténtico libro de aventuras marítimas repleto de encontronazos culturales y de rocambolescas primeras veces. Por ejemplo, la primera jam session de la historia bien podría haber sido la improvisada por los marineros de Vasco de Gama y la tribu africana con la que se toparon en la costa de la actual Sudáfrica en 1498.
Los nativos no tardaron en sacar una especie de flautas y la marinería marinería portuguesa se unió al buen rollo con sus trompetas, admirados por el sentido musical de aquellos hombres semidesnudos.
Todavía no habían superado el cabo de Buena Esperanza y la singladura ya prometía.
Este es uno de los muchos episodios increíbles de la crónica del primer viaje de Vasco de Gama a la India, destacada ahora por un programa de la UNESCO que desde hace veinte años vela por la conservación y difusión de documentos fundamentales de la humanidad.
Aunque se trata de una obra sin ambición literaria, escrita en portugués por un miembro de la expedición cuya identidad todavía se discute –Álvaro Velho o João de Sá, ambos escribanos –, es un testimonio de primera mano que echa por tierra muchos lugares comunes sobre la época de los descubrimientos – léase la codicia y el afán evangelizador como únicos motores –. Aunque la crónica difícilmente pueda ser objetiva, lo cierto es que es difícil  no conmoverse ante la humanidad, la valentía, la tenacidad y la curiosidad de aquellos pioneros.
No hay, por ejemplo, ni un ápice de racismo en el encuentro entre ibéricos y africanos, o entre ibéricos e indios. “Venimosa buscar cristianos y especias”, le dijo un marinero que sabía árabe a uno del lugar, al ser interrogado.
La gracia es que los portugueses encontraron auténticos cristianos indios (malabares) en la costa africana, donde comerciaban.
Estos les recibieron con una enorme alegría –los portugueses también dispararon no pocas salvas – al grito de “Cristo, Cristo”, viéndolos como aliados en una época en que el poder islámico en India estaba a punto de llegar a su apogeo.
Sin embargo, por escasas millas, el almirante de Gama y los suyos no dieron con ellos en la costa India, a la que llegaron tras secuestrar a un piloto nativo o árabe. El adelantado ducho en algarabía (quizás un judío converso) al que mandaron a tierra certificar que, efectivamente, había moros en la costa, se llevó una sorpresa mayúscula tras verificar que, efectivamente, habían alcanzado la India.
Tras casi un año de navegación plagada de peligros, en gran medida en aguas nunca surcadas por europeos –aunque sí por árabes, indios y hasta chinos – cuando este hombre llega finalmente a su Ítaca –el emporio de las especias de Cálicut – le sale al paso un individuo que al reconocer su indumentaria se le dirige con estas palabras literales y en castellano: “¡Por todos los diablos! ¿Qué te trajo aquí?”. Luego en el barco, aquellos marineros curtidos no daban crédito a sus oídos, y según otras crónicas, se les saltaban las lágrimas. Aquel providencial informador era un antiguo cautivo tunecino, Monçaide, que además de árabe hablaba castellano y genovés y al que, tras muchas peripecias, finalmente se llevarían de regreso a Lisboa Un regreso que se hizo esperar y que estuvo apunto de no producirse.
Luego encontraron otra fuente todavía más útil para la corona portuguesa en un comerciante judío asentado en la costa malabar pero que era nativo de Alejandría, hablaba veneciano y conocía todos los intríngulis económicos y políticos de India.
El reyezuelo hindú de Cálicut recibió a los portugueses desdeñosamente en su corte –escupiendo en su enorme escupidera de oro – y era tan rico que sus visires rechazan sumariamente los regalos de aquellos pobretones llegados de Europa.
Desde su escala en la costa africana, los portugueses habían tenido tiempo de darse cuenta de que su animadversión hacia los musulmanes era justamente correspondida por estos. En más de una ocasión salvaron la piel sólo porque creyeron que eran turcos.
Y no cabe duda de que la gasolina de dicha animadversión es la rivalidad comercial.
Los portugueses salvaron el pellejo por los pelos y gracias a la enorme astucia del almirante Vasco da Gama. El zamorín o rey de Cálicut, a instancias de los mercaderes árabes, que eran conscientes de lo que se les venía encima si los ibéricos llegaban directamente a la India –esto es, la pérdida del monopolio de las cotizadísimas zadísimas especias, que también iba a significar el declive de Venecia –, mandó una armada para liquidarlos.
No lo lograron las armas, pero sí, en parte, el escorbuto.
Aunque los portugueses ya conocían los efectos de la falta de vitamina C, cuando logran hacerse con naranjas en África, ya es demasiado tarde para gran parte de la tripulación.
Entonces, como ahora, abundaban los malentendidos. Los portugueses no dieron con los cristianos en la India –y eso que en Malabar los había a miles desde hacía un milenio – y en su lugar, toparon con los indios conversos al Islam y con los hindúes. ¡Confundieron un templo de Vishnú con una iglesia! Creyeron que sus ídolos eran santos desconocidos y que sus deidades femeninas eran versiones locales de la Virgen María.
A pesar de ello, Vasco da Gama demuestra astucia en la crónica, aunque por otras fuentes conocemos su rigidez. Uno de los pocos brotes de crueldad es el bombardeo al navegar frente a Mogadiscio, puro despecho ante el acoso que acaba de sufrir, instado por los árabes, en su huida de la India. La derrota de Vasco de Gama (derrota en el sentido original de ruta, no de fracaso) fue publicada hace apenas un par de años en excelente versión castellana con un prólogo de la especialista de la UB Isabel Soler en Acantilado.
Una refrescante lectura veraniega y una odisea ibérica verídica, de ida y vuelta, donde Ítaca huele a pimienta, canela y jengibre.


Aunque el Portugal de la época de los descubrimientos tiene su verdadera Odisea literaria en Los lusíadas, de Luís de Camões, el afán mitificador de este a veces enturbia la imagen de la India, por mucho que el escritor tuviera un conocimiento de primera mano del subcontinente.
JORDI JOAN BAÑOS

sábado, 26 de octubre de 2013

Francisco González de Guadalcanal


Un guadalcanalense en el Mar del Sur

Cuando Francisco González de Guadalcanal llegó a Tierra Firme, lo que hoy es Panamá, en 1508, en la expedición del malogrado Diego de Nicuesa, no podía imaginar que iba a participar en uno de los grandes momentos de la Historia de España: el avistamiento del Océano Pacífico, que entonces se llamó Mar del Sur. Pero así fue: Francisco González de Guadalcanal fue uno de los veintisiete españoles que estuvo en aquella playa del Golfo de San Miguel, el 29 de septiembre de 1529, día en que el extremeño Vasco Núñez de Balboa, jefe de la expedición, tomó posesión de aquellas aguas. El Pacífico, según los cronistas, fue visto por Balboa y su gente el 25 de septiembre, si bien reputados especialistas sitúan dicho momento dos días más tarde, el 27.
González era uno de los primeros vecinos de Guadalcanal en llegar allí. Luego le seguirían muchos, convirtiendo a este pueblo de la Sierra Norte en una de las localidades que más gente aportó en la conquista y colonización de América, sobre todo durante el siglo XVI. Un hecho singular dado el tamaño del municipio. De estos primeros aventureros no hay muchos datos. Sucede lo mismo con nuestro protagonista, pero algo sabemos.
Llegó a Tierra Firme en 1508 porque nos lo confirma el propio Pedrarias Dávila, gobernador de aquellas tierras en 1522, en una orden en la que dispone el reparto de encomiendas. Cita a Francisco de Guadalcanal, del que dice que "llegó hace catorce años, con Diego Nicuesa". Este es el primer dato. Nicuesa llega a Tierra Firme cuando Balboa ya está allí. Ha escapado como polizón de La Española, donde se había endeudado hasta las cejas. Lo había hecho escondido dentro de un tonel, junto con su perro Leoncico, un alano español hijo de Becerrillo, el perro de Juan Ponce de León.
La siguiente noticia de él la tenemos ya dentro de la propia expedición, que parte de Santa María la Antigua del Darién, la ciudad fundada por Balboa, el 1 de septiembre de 1513. Se dice que Balboa ya tenía noticias de aquel gran mar por el cacique de Careta, que además era su suegro. De esta tierra parten, el 4 de septiembre, un centenar de hombres. Van apoyados por hombres de Careta. Y por una jauría de perros, con Leoncico a la cabeza, que sembraría el terror entre los indígenas, sobre todo en el poblado de Torecha, donde los españoles doblegan la resistencia de los carecuá con no poca crueldad. El día 25, a media mañana, según nos narra el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, Balboa se adelanta a todos y desde la cima de un monte ve el Pacífico. Después llama al resto de expedicionarios. Y el escribano Andrés de Valderrábano toma nota de todos los que están allí. Son 67, porque unos cuantos se han quedado cubriendo la retaguardia en Torecha. Entre ellos está Francisco González de "Guadalcama". No sabemos si la errata es de Valderrábano o del propio González de Oviedo.
Balboa dispone que se avise a los expedicionarios que se han quedado en Torecha, mientras ellos bajan hacia el poblado que se encuentra junto al mar. Esta vez el encuentro con la población de la zona es más amistoso. La solemne toma de posesión, que se produce el día 29, la hace el propio Balboa pero sólo ante 26 testigos, elegidos personalmente por él "entre los mejor dispuestos". Está allí un joven capitán llamado Francisco Pizarro. Y está allí Francisco González de Guadalcanal. Es la segunda vez que González de Oviedo consigna su nombre. El guadalcanalense aparece otra vez relacionado entre los primeros españoles que navegan por las aguas del Pacífico, el 1 de octubre. Todo hace pensar que la presencia de Francisco González en la vanguardia de la expedición se debiera a sus más que probables conocimientos de minería. Profesión de muchos de los vecinos de Guadalcanal, conocida por sus minas de plata ya desde tiempos de los romanos. Ello le hizo ser testigo de uno de los momentos estelares de la Historia de la Humanidad, como lo definió el escritor Stefan Zweig.
Balboa y su gente anduvo por aquellas tierras hasta primeros de 1514. Llegaron a Santa María la Antigua del Darién con cien mil castellanos de oro y multitud de perlas. El rastro de Francisco de Guadalcanal reaparece en 1519, año en que es ejecutado Balboa, acusado de traición por el gobernador Pedrarias Dávila. Es uno de los primeros pobladores de la ciudad de Panamá, fundada por el citado Pedrarias a orillas del nuevo mar. De hecho, es nombrado por el propio gobernador como regidor (concejal) perpetuo de la ciudad. En 1522 está al cargo de dos encomiendas, que en algunos momentos le reportan hasta 76.000 maravedís en oro. En 1530, entonces como alcalde, se opone, junto a sus compañeros del Cabildo, a la decisión del gobernador Pedro de los Ríos de nombrar como lugarteniente a alguien que no pertenece a la élite que conforman ya los primeros descubridores, muy interesados en mantener el estatus privilegiado que han alcanzado gracias a las encomiendas y a la red de intereses establecida con los primeros gobernadores. Es detenido en su casa, ya que se encontraba enfermo. Aunque la cosa no pasa a mayores, Francisco González desaparece como miembro del cabildo de Panamá. Y se borra su rastro en la Historia, en la que no obstante, aparecerá ya para siempre como uno de los primeros europeos que vio el Mar del Sur.

Jesús Rubio

sábado, 19 de octubre de 2013

La iglesia de Santa Ana 2



Una aproximación histórica 2/2

— El resultado final fue una iglesia de una única nave, de gran anchura con arcos transversales ojivales muy abiertos y con poco alzado (un metro desde los cimiento de los pilares a la imposta del arco), cubierta con un artesanado relativamente rico y rematada con un ábside amorfo y disminuido. De los laterales de las dos capillas originales pasaban a ostentar la categoría de semicruceros, ya que quedaban aisladas de la cabecera, y aunque con uno distinto, estaban en función de la nave. A los pies, la torre comenzaba a erigirse tan lentamente que daba opción a cambios de estética incluso en las pequeñas troneras (la más baja conopial).
— Poco después, en el tránsito entre el XV y el XVI se producirán algunas transformaciones sustanciales, en la galería meridional se procede a acudir a la actual Capilla Bautismal a los pies del templo. Se trata de una estancia cuadrangular abierta hacia la nave mediante una única entrada abierta en muro y labrada en ladrillo. Sin duda, la construcción de la capilla altera la galería exterior; sin embargo esta sigue teniendo la misma ubicación en el extremo oriental, donde la Capilla del Carmen aun no ha sido ampliada. En interior, a los pies de la nave se ultima el acceso a la torre, que ahora culmina mediante la terminación de sus tres cuerpos con campanario de arcos de medio punto, con extradoses de las rocas moldurados y baquetoncillos apilastrados, enmarcado en los vanos, así como el chapitel piramidal. En esos momentos en el extremo norte del Evangelio se produce una extraña alteración provocada por una traslación del acceso a la escalera de caracol de la torre. El resultado puede verse en nuestros días, y explica el porque de esa ubicación desalineada con el muro de la nave.
— En el exterior Norte, es ahora cuando se adosan las dos capillas hoy visibles, separadas entre si por un muro hoy Perdido, abriéndose mediante dos puertas. Por un lado la Capilla de San Ignacio (arco de medio punto monumental), y por otro a la nave mediante una pequeña puerta situada en uno de los extremos junto a uno de los pilares ojivales transversales.
— Con cierta seguridad, podemos adscribir a esos momentos la creación de un programa decorativo gótico a base de pinturas murales al temple y compuesta por escenas aisladas sobre un fondo general blanco. También ahora se retocan varios tramos de artesonado, que quizá se vinieran abajo durante las obras o por culpa de alguna catástrofe natural (no olvidemos el terremoto de 1.504). El resultado será el que vemos en el tramo dos y tres, con armaduras de par y nudillo policromas pero con ladrillos sobre las alfarjías.
— Ya avanzado el siglo XVI, y finalizada la época de las grandes obras, asistimos a un nuevo impulso, esta vez mucho mas modesto, tras el cual se vera reformada la fachada meridional y se alterara igualmente el sistema de accesos a la nave y a las diferentes capilla. En esos momentos, se derriban los muros exteriores de la capilla del Carmen y se procede a erigirlos de nuevo, salvo el más oriental, un metro al Oeste. Como resultado de esta actuación, la galería contigua, levantada desde las primeras épocas, debió eliminarse, y en su lugar fue alzada una nueva galería, mucho más pequeña y apoyada en las dos estancias durante el siglo, es decir, la del Carmen y la Bautismal. Hoy día, el franco oriental de esa galería se encuentra cegado, pero en sus inicios, existía gran arco de ingreso al Carmen del que queda una leve huella en la interfacie de contacto del cegamiento posterior. Mediante esta apertura, el transito independiente hacia la capilla estuvo garantizado, e incluso, después le su cegamiento, siempre se mantuvo una pequeña comunicación, cerrada definitivamente hace pocas décadas.
— Por otro lado, en el extremo opuesto del templo, en las dos capillas recién levantadas junto a la de San Ignacio, en el lado del Evangelio, se realizaron obras de cierta importancia, tales son la apertura consecutiva de las dos puertas que hoy vemos hacia la nave provocando la sustitución de las dos escenas góticas (la de San Cristóbal y la del arco contiguo) por un encalado simple.
- Hacia mediados-finales del XVII se podría decir que la iglesia de Santa Ana, dentro de su tosca configuración, gozaba de cierta amplitud y elegancia ornamental. Sin embargo, y desde el mismo siglo XV, la decisión de ampliar la nave al Este en lugar de al Oeste, trajo consigo la consabida perdida de unidad estética del ábside gótico, que perdió su tramo inicial. Por tanto, el aspecto general del templo debía estar aparecer muy descompensado ante una zona absidial tan irregular. Seguramente ya estuvo en la mente de los que realizaron el derribo del primer tramo, el sustituir el ábside.
— Durante algunas décadas se ocupo de falsear la ornamentación mudéjar, dando Paso a un programa pictórico más colorista y móvil, que se superpuso al anterior. Los pilares se decoraran con roleos y molduras vegetales de yeso, y las capillas de San Ignacio y el Carmen colocaron nuevas bóvedas y molduras.
— Respecto al exterior, no hubo transformaciones en la nave salvo el forro de las dos portadas medievales mediante programas decorativos clasicistas. En la antigua puerta de acceso a la Capilla del Carmen se realizaron obras que sustituyeron el gran arco de ingreso desde el pórtico meridional por una pequeña portada adintelada pero ornamentada de manera similar a las otras dos puertas de la nave.
— Pero todas estas remodelaciones, mas estéticas que funcionales, no hicieron mas que preceder la gran reforma tan esperada desde dos siglos antes; la sustitución de los restos absidiales góticos, por una nueva capilla Mayor cuadrangular, de grandes dimensiones y cubierta por una bóveda hemisférica. La masa de presbiterio, elimina la cabeza gótica y eleva su cúpula sobre cuatro grandes pilares moldurados y sobre otros tantos muros de gran anchura y aparejo de mampuesto con cadenas de ladrillos muy sobresalientes y espaciadas. En uno de esos muros, apareció embutida una de las claves góticas de la nervadura, hoy extraída.
— A partir de entonces (ss.XVIII-XIX) ninguna reforma representa una especial novedad, salvo la intrusión de la tribuna y la consecuente subida de cotas y compartimentación en los pies de la nave. Gracias a la reforma de la tribuna asistimos a la creación de un nuevo acceso lateral a la torre, desde el forjado de la tribuna Norte, así como a la creación de un vano rebajado en el centro del muro de los pies, que aprovechando su anchura se permite el lujo incluso de abovedarse con el fin de albergar una imagen religiosa.
— Muy importante, no obstante es el largo proceso de enterramientos acaecidos desde la Baja Edad Media en el interior de la nave. El resultado, al cabo de quinientos años de superposición funeraria en un breve espacio de 0'75 mts. de potencia, es la total remoción del terreno, con la consecuente hacinación de restos óseos de todas las fechas. Incluso la última tongada de ataúdes aparecen destrozada por las obras de pavimentación recientes.
Carmen Romero Paredes
Arqueóloga de la Escuela Taller Santa Ana


miércoles, 16 de octubre de 2013

Pozoberrueco, Guadalcanal Rural

Un retiro natural
Guadalcanal cuenta  con un hotel con encanto para los amantes del senderismo y la tranquilidad, que pueden disfrutar de una antigua casona rehabilitada.
Dentro del turismo de naturaleza de la provincia de Sevilla, puede comprobarse otra opción: Pozoberrueco Guadalcanal Rural. Es una casona rehabilitada con seis dormitorios y capacidad para 12 personas que ofrece esa calma y esa desconexión tan añorados por la gente de ciudad.
La rehabilitación comenzó en 2005 y, desde el primer momento, se intentó respetar el material y el espíritu de la casa, es decir, ladrillos y lozas que fueron desmontadas y lavadas en ácido, vigas de madera desmontadas y saneadas, utensilios que actualmente decoran la casa...
Al frente de este proyecto turístico, se encuentra Juan Núñez Castaín y su mujer, Beatriz Franco. Pero fue la cuñada de Núñez, María Dolores Porras, fallecida recientemente, la ideóloga de la empresa. "Mi situación de recién jubilado me permitió engancharme a mi casa de Guadalcanal y a las distintas facetas que implicaban su mantenimiento y mejora (jardinero, hortelano, restaurador de muebles, pequeñas tareas de albañilería...), facetas que nunca antes había desarrollado y que, además de ser gratificantes al observar sus resultados, implican reorganizar tu vida mientras las desarrollas y conectarte directamente a las tareas desarrolladas", comenta Núñez.
En ese trabajo, el matrimonio contó con la ayuda de dos amigos, Fernando y Elena. Porque la amistad lleva a la convivencia, la cual solicita siempre un marco sosegado de interacción. Y eso, precisamente, define perfectamente a Pozoberrueco Guadalcanal Rural, una hospedería que cuenta con seis dormitorios (tres con camas de matrimonio y otros tres con dos camas); cuatro cuartos de baño; salón comedor con chimenea; otro salón en la primera planta; un mirador con azotea; un cuarto de tinajas; cocina dotada de lavadora, fregaplatos, frigorífico y microondas, etcétera.
Además, Pozoberrueco ofrece una casita aparte con chimenea y horno de ladrillos, una huerta jardin con piscina y barbacoa, dos patios exteriores y uno interior, y calefacción centralizada (gasoil) en toda la casa.


En cuanto a su ubicación, el hecho de que Guadalcanal sea uno de los municipios más lejanos de la capital puede convertirse en una fortaleza, más que en una debilidad, a juicio de Juan Núñez. "El turista que desea buscar paz y tranquilidad, así como respirar el sosiego de un pueblo sin ruidos, con un cielo limpio espectacular, mientras más se aparte de la ciudad, más posibilidades tiene de encontrarlo en Guadalcanal, que en cualquier otro pueblo cercano a Sevilla", dijo.
La localidad guadalcanalense tiene numerosos atractivos, como la caza de zorzales, perdices rojas y liebres, el ciclocross (el día 10 de marzo), el turismo ornitológico o aviturismo y, por supuesto, la gastronomía de la zona, donde destaca el aceite de la Cooperativa San Sebastián de Guadalcanal, que acumula diversos galardones, entre los que destaca el Primer Premio de la Diputación de Sevilla al mejor aceite virgen extra 2009-2010.
Otro factor importante es el precio, "más hoy en día, ya que es mucho más económico el turismo rural que el de la playa y el sol", apunta el propietario, que añade que, asimismo, implica "mayor convivencia de nuestro visitante", tanto si viene acompañado por su familia, como si lo hace con los amigos.
Pozoberrueco ofrece un turismo de calidad, aprendiendo de sus clientes al aceptar sus sugerencias. "Queremos que nuestros clientes sean muy exigentes con nosotros, porque nosotros también lo vamos a ser con ellos. Queremos seguir mimando nuestra casa y procurar que nuestro cliente así lo aprecie y la cuide también. El boca-oreja es una buena vía de comunicación. No hemos puesto aún nuestra casa en ningún portal de turismo rural, porque queremos saber un poco de nuestro posible cliente antes de su llegada", señala Núñez.

www.diariodesevilla.es


sábado, 12 de octubre de 2013

La iglesia de Santa Ana 1

Una aproximación histórica 1/2


La sugestiva ubicación de la Iglesia de Santa Ana, sobre un promontorio al Noroeste de Guadalcanal, así como su aterrazamiento circundante, provocan en el visitante que contempla la ciudad desde ella una sensación de dominio del entorno casi militar. Parecería el lugar intramuros más adecuado para establecer una guarnición, ya que el paso hacia la meseta se localiza a sus espaldas y el valle, con el preciado agua, a sus pies.
El estudio actual de la investigación histórica en la población esta aun en una fase incipiente, y la tradición oral se mezcla con las breves noticias documentales, produciendo un marco en el que "casi todo lo imaginable cabe". Se mezclan posibles trazados de la "posible muralla" junto a extraños vaivenes de la población entre el Monforte y el valle; se dan por hechas versiones como las que vinculan Santa Ana con una mezquita cristianizada hacia donde acudían los repobladores del Sur de Extremadura para bautizar a su prole; se sobreentiende que bajo Santa María había un Castillo "moro" y que la portada de herradura túmida de la sacristía es su "testigo evidente", etc. En fin, es la típica situación que caracteriza la mayoría de la historia o historias de los pueblos y ciudades de España. No obstante, y a pesar de las evidentes carencias, debemos resaltar la encomiable labor de estudiosos locales que sobre todo en nuestro siglo, arrancaron tiempo de sus obligaciones profesionales para desempolvar documentos y aportar lo posible a su ciudad.
La ausencia de investigaciones documentales sistemáticas, de estratigrafías arqueológicas, de estudios arqueológicos de edificios históricos, de estudios sobre el urbanismo histórico local o comarcal, etc., imponen una, en el fondo, atractiva limitación e incrementa nuestras dificultades a la hora de indagar en puntos concretos Como la Iglesia de Santa Ana, sin embargo nos permite abrir una primera vía de trabajo con varios frentes que servirá para facilitar el paso a los estudiosos del futuro.
Esperamos que de ahora en adelante las investigaciones se multipliquen y los resultados crezcan proporcionalmente de modo que en pocos años el panorama de la historia “real” de la ciudad pase del actual inmovilismo y falta de interés social, a un adecuado y sistemático camino de estudio cartesiano donde no halla lugar para la leyenda (ósea intrascendencia), y si para el análisis histórico frío (imprescindible socialmente en una sociedad civilizada).Resumiremos a modo de conclusión los hitos fundamentales de la evolución constructiva de la Iglesia de Santa Ana:

— En el año 1241 fue conquistada la población, pasando a pertenecer en señorío a la Orden de Santiago en 1258 gracias a Pelay Pérez Correa (el Cid extremeño) quien la hizo cabeza de encomienda en 1253. Por entonces se bendijo la antigua mezquita de Guadalcanal convirtiéndola en iglesia. Durante años dependió del Monasterio de Tentudia, siendo la única iglesia del entorno.
— Creemos en la existencia de una mezquita anterior a la primera iglesia, sobre todo debido a la observación de la irregularidad de la primera operación constructiva cristiana. Sin embargo, todos los argumentos esgrimibles a favor de esa teoría pueden ser contestados arqueológicamente ya que ninguno es concluyente. La solución es difícil, por no decir imposible, debido a los procesos de sobre excavación de los siglos XV y XVII y a la colmatación funeraria de los últimos seis siglos, que eliminaron cualquier hipotético vestigio subterráneo.
— Existen claras pruebas de la construcción de un ambicioso templo en el cerro de Santa Ana, fechable en algún momento bajo medieval entre el siglo XIII y la primera mitad del XV No se ha conservado en alzado prácticamente ninguna estructura de esta época, salvo los pies, en su cuerpo inferior y un leve arranque detectado en el extremo occidental del muro de la Epístola. El resto de paramentos y cotas han sido detectados mediante la excavación de los cortes II, III y IV.
— La iglesia fue comenzada por el ábside con la intención de avanzar hacia el Oeste cuando fuere posible. Se trata de un ábside poligonal compuesto, de cinco lados de 2'75 mts, formado a base de potentes muros de mas de un metro, localizados en el corte III y en II. A diferencia de los ábsides poligonales documentados en el entorno, en este, no existen estribos en el exterior para soportar los empujes de las nervaduras de arista; por contra, en las esquinas exteriores se produce un ensanchamiento muy tosco que proporciona a la cabecera un aire arcaico. De hecho, es relativamente frecuente el uso de la cabecera semicircular, tanto en la Sierra Norte de Sevilla, en la de Aracena, como en el Sur de Extremadura. Bien pudiera ser este un tipo intermedio entre esa ultimación (Teóricamente más arcaica) y las definitivas cabeceras cuadradas o poligonales de finales del siglo XV.
— En Santa Ana, el espacio resultante evidencia en nuestra opinión uso provisional cristiano de una nave ideada para otros fines. Quizá, y esto lo más cómodo de pensar, simplemente se adosó al ábside a la nave del Liwan de la mezquita almohade, de manera que se pudo dar misa mientras se esperaban tiempos mejores para continuar su ampliación al Oeste. En la mente do los primeros constructores cristianos estaría la erección de un templo mucho mayor, en consonancia con la cabecera levantada. Pero el tiempo, los impulsos cada vez menos ambiciosos y las carencias económicas fueron transformando las trazas iniciales en algo paulatinamente más tosco, tanto en lo espacial, como en lo constructivo.
— Dentro del ábside fueron encontradas varias tumbas excavadas en la roca de la Cabecera y forradas de ladrillos, en sentido Este-Oeste; posiblemente se extendieran por toda la Capilla Mayor. Estaban reutilizadas hasta cuatro veces cada una y con toda seguridad albergaban a las familias de más abolengo y a los canónigos principales.
— A finales del siglo XV se advierte un dinamismo comparable al original, capaz de plantear una reforma integral que exige no solo derribos, sino levantamientos y nuevas cubiertas, que van más allá de las simples obras de reparación o ampliación de espacios; este dinamismo requiere cierto impulso económico nada desdeñable. Pero por otro lado, reflejan algo increíble, como la cesión de la idea original de ampliar la nave en contestación a un gran ábside gótico, hacia el Oeste. En su lugar, se derriba parte de este y se transforman las capillas laterales con tal de no derribar el muro de los pies. En cualquier caso, existe una disminución de la calidad y un abandono del esquema mudéjar goticista.

 Carmen Romero Paredes
Arqueóloga de la Escuela Taller Santa Ana


miércoles, 9 de octubre de 2013

Las minas de Guadalcanal a través de los tiempos 2



Historia de la mineria de nuestro entorno 2/2
 
SIGLO XVIII.- Este siglo nace bajo el signo de la Guerra de Sucesión no ofrece grandes cambios respecto al pasado anterior en lo que se refiere a una reactivación de la minería española en general y andaluza en particular, al menos en su primera mitad. Haría falta el acceso de Carlos III para que, siguiendo modelos europeos, se tomasen las iniciativas adecuadas en orden a un mejor conocimiento y aprovechamiento de los recursos minerales; así, a mediados de siglo el Marqués de la Ensenada daba los primeros pasos para la regeneración de la minería y se iniciaban tímidas gestiones para la implantación de la enseñanza oficial de esta minería, que no se vería materializada hasta 1777 con la creación de la Escuela de Minas de Almadén.
La historia más sugerente en materia minera en Andalucía se produce a partir de 1725, cuando el súbdito sueco Liberto Wolters Vonsiohielm, antiguo buzo dedicado - infructuosamente - a la búsqueda de galeones hundidos en al ría de Vigo, obtuvo licencia para explotar las minas de Riotinto, así como las de Guadalcanal, Cazalla, Aracena y Galaroza, durante el plazo de treinta años, con la sola condición de que a su término pasasen a la Real Hacienda todos los edificios, ingenios y demás utensilios que allí se hubiesen establecido. Para ello, redactó un documento proyectando la formación de una compañía explotadora de 2000 acciones de 500 dólares cada una, el asunto se puso de moda especialmente entre la clase alta de la Corte, participando varias damas ilustres. Este Manifiesto provocó una dura polémica a nivel nacional en la que participaron personas tan ilustres como Fray Martín de Sarmiento. Francisco Antonio de Ojeda y otros que con gran empeño y sarcasmo ridiculizaron el referido Manifiesto, llamado «bobos» a los españoles que se interesasen en el tema y calificando a Riotinto de «río revuelto para pescar incautos».
Al fin la compañía se constituyó, encargándose un informe sobre los criaderos al ingeniero alemán Roberto Shee, quien concluyó de manera favorable. De ahí que se afirmara la Compañía de Minas y se recaudaran los fondos necesarios para acometer la explotación, lo que no pudo evitar el que las desavenencias entre los socios y el común deseo de eliminar al fundador extranjero retrasaran el comienzo de los trabajos y a que, por último, la empresa se dividiera en dos: una, destinada a trabajar en Guadalcanal, y otra, en Riotinto, centrándose la labor de Wolters en esta última.
A la muerte de Wolters, las minas de plata de Guadalcanal pasó a la dirección de María Teresa Harbert, hija del Duque de Powis y Par de Inglaterra, quien, tras un mandato irregular marcado por los pleitos, los herederos originales de la compañía provocó la disolución de ésta. Y no fue hasta el año 1768, después de numerosas tentativas de reactivación, cuando, una compañía francesa, bajo el dominio del Conde Clonard y la dirección de Luis Lecamus de Limase, volvía a intentar el beneficio de estas minas, aunque con similar resultado. La falta de resultados favorables, tras una inversión estimada de 80.000 ducados, obligó a la compañía a contratar en 1775 los servicios del hábil perito sajón Juan Martín Hoppensak, quien, investigó el cruce de los filones y organizó el desagüe, anunciando asimismo la proximidad de la falla en las labores más profundas de la parte de Mediodía; a pesar de los esfuerzos, la empresa quebró como consecuencia de las dificultades del desagüe, paralizándose la actividad en 1778.
Con posterioridad, el 14 de septiembre de 1796, el mencionado Hoppensak tomaba por su cuenta el beneficio de estas minas de Guadalcanal y Cazalla, proporcionándole el Gobierno el azogue necesario al precio de 500 reales el quintal, siendo esta concesión por tiempo limitada para él y su familia mientras se cumpliesen las condiciones establecidas.
Estas minas habían sido visitadas por el físico y naturalista Guillermo Bowles, venido de Alemania, por los años de 1752, por encargo de Carlos III, y en su < Introducción a la Historia Natural y a la Geografía Física de España >, publicada en 1775, da cuenta del reconocimiento practicado en el Pozo Rico y en el denominado Campanilla a la vez que hace una reseña histórica de las mismas; asimismo refiere la existencia de dos planos antiguos, uno con diez pozos y otro con once, entre 80 y 120 pies de profundidad. Por otra parte, describe otras diferentes minas situadas en la zona de su entorno, algunas de ellas en trabajos, entre otras las localizadas en el mismo Guadalcanal, así como en Alanis; en los parajes de Puerto Blanco y Cañada de los Conejos, en Cazalla, y en Fuente de la Reina, en Constantina, todas ellas de minerales argentíferos. Transcribiendo noticias anteriores Nicasio Antón del Valle, en «El Minero Español» de 1841, también se refiere a la existencia de las minas de Guadalcanal y Cazalla y a las situadas en Alanis y que se denominaban de Onza y La Beltrana, y en los lugares de Cervigueros de Huesma, Cerro de la Hermosa y Fuente de la Reina, en Constantina.
SIGLO XIX.- Diversos factores negativos incidirán notablemente en la creación de un marco propicio para la reactivación del sector extractivo tan maltrecho durante los siglos anteriores. Guerra de la Independencia, situación de hambre y miseria, que se acentuó por las series de epidemias que acaecieron en la primera mitad de este siglo. A esta disminución de los recursos humanos se sumó el factor de la emigración a tierras americanas.
Esta no envidiable situación se vio continuada por las Guerras Carlistas así como por continuos conflictos políticos, internos y externos, a los que no fueron ajenos la progresiva pérdida de las colonias americanas que culminaba en 1898 con la pérdida de Cuba.
En las minas de plata de Guadalcanal, en 1806 se continuaban los trabajos, así como en Cazalla, por cuenta de Juan Martín de Hoppensakque las había tomado en arriendo en 1796. En 1822 la Comisión Especial de Recaudación del Crédito Público encargó el levantamiento y estudio de la zona a Fausto de Elhuyar y Francisco de la Garza, sin que el informe emitido abriese nuevos horizontes al desarrollo de este criadero. De nuevo en 1830 bajo el reinado de Fernando VII, intentó resucitarse este histórico tema encargándose al presbítero Tomás González el reconocimiento de la bibliografía concerniente a Guadalcanal, fruto del cual en 1831 publicaba la la Real Hacienda
>; esta información, en dos tomos de 600 y 724 páginas, constituyen una recopilación curiosa y prolija por orden cronológico hasta finales del siglo XVII de todos los documentos oficiales a que dio motivo el arriendo, explotación y beneficio de estas famosas minas de plata.
En la década de 1840 se reanudaron las labores en Guadalcanal por parte de una compañía británica y que fueron abandonadas en corto plazo a pesar del informe favorable que poco tiempo antes había dado el capitán John Rule, negociante minero de gran reputación, como resultado de su visita personal.
En término de Guadalcanal, en la Sierra de la Jayona, se explotaron una serie de concesiones bajo la titularidad del Marqués de Bogaraya a finales del siglo; el criadero se trabajaba a cielo abierto y los productos se enviaban como fundentes a la fundición de plomo de Peñarroya.
SIGLO XX .- Empieza este siglo bajo la óptica de una gran demanda de los recursos minerales por parte del mercado europeo, muy especialmente en los años que anteceden a la Primera Guerra Mundial y que a la minería andaluza afectó en sectores tan importantes como el plomo, el cobre y el hierro. Por otro lado, esta etapa no estuvo exenta de profundos conflictos políticos, sociales y laborales que culminaron con la Guerra Civil (1936-1939).
Las minas de hierro de El Pedroso aparecen en 1901 en manos de la firma Sota y Aznar de Bilbao, que intentó proseguir la explotación entre 1901 y 1907, teniendo que abandonar las labores en el último de los años mencionados; otra parte de las minas estaban arrendadas a los señores Latorre que en diferentes ocasiones se propusieron poner de nuevo en marcha la fábrica siderúrgica y las minas, correspondiendo el más reciente intento a los años de la Primera Guerra Mundial en que los minerales de esta zona, altos en sílice, eran bien aceptados por el mercado alemán; entre 1918 y 1921 volvió a funcionar la instalación siderúrgica, si bien se vio obligada a paralizar ante la primera reacción del mercado por causa del elevado coste de transporte que grababan los minerales procedentes de la mina La Jayona, en la vecina región extremeña y que eran necesarios para proceder a las mezclas oportunas que permitían la utilización de las menas de estas minas de El Pedroso.
En 1923 y al amparo de la Ley de Nacionalización y Organización de Industrias, se intenta de nuevo la puesta en marcha del asunto en base a la fabricación de lingote de acero, ferroaleaciones, bronces y latones militares, etc., barajándose la combinación de estos minerales de hierro silíceos con otros de la misma naturaleza de Cazalla y Constantina, los básicos de la Jayona de Guadalcanal, las magnetitas de Navalázaro en esta zona de El Pedroso y las de Zufre en Huelva, los coques de Peñarroya (Córdoba) y las hullas de Villanueva del Río e incluso las de Valdeinfierno y Hornachuelos , en Córdoba. No progresó esta intentona que de nuevo se planteó en 1927 de la mano de una nueva compañía formada a tal efecto bajo la denominación de Siderúrgica del Huelan, que convocó una suscripción pública de acciones sin llegar a cubrir ni el 30 por 100 del capital requerido para el desarrollo del proyecto.
En Guadalcanal siguieron en activo la minas de hierro de La Jayona, que en 1902 instalaron un tranvía aéreo de 5,6 kilómetros de longitud hasta la estación de Fuente del Arco con una capacidad de 400 toneladas a la hora. Una gran parte de los minerales procedentes de estos yacimientos situados en el Cerro de las Herrerías y que desde tiempos remotos habían sido utilizados como fundentes en el tratamiento de los minerales de plata de Guadalcanal; durante esta época reciente eran adquiridos por la SMMP para ser empleados con igual fin en su fábrica de función de plomo de Peñarroya y otras, existiendo por aquel entonces la creencia general de que contenía altas leyes en plata, si bien este dato nunca fue comprobado ya que la posible documentación al respecto desapareció en el incendio de los archivos de la SMMP en el año 1920.
Para la explotación del grupo minero del Marín cerca de Guadalcanal y en término de Alanis, se constituyó en 1902 la Sociedad Argentífera Sevillana que dos años más tarde terminaba la instalación de cinco sistemas de extracción en sus correspondientes pozos maestros, así como un lavadero mecánico en el grupo Norma, construyendo - dada su lejanía de núcleos urbanos - cuarteles para trabajadores, talleres, escuelas, etc.; el transporte del mineral se realizaba a lomos de caballería hasta la estación de Azuaga (Badajoz) distante 15 kilómetros. La actividad de esta compañía cuya producción se inició en 1905 con 1241 toneladas de concentrados, cesaba en 1910.
En 1916 hay constancia de la actividad del grupo minero de plomo Laberinto también en Guadalcanal, que en ese año ocupaba a 48 operarios en el pozo Ernestina, 22 en La Cierva, 12 en San Luis y 9 en Norma: su máxima actividad tuvo lugar hasta 1927 cuando las labores se situaban a 140 metros de profundidad, transportándose el mineral a la estación de Berlanga.
Rafael Remuzgo Gallardo
Asociación Cultural El Torrejón

sábado, 5 de octubre de 2013

Contar quiero agora 3/3

 


Tercera parte
ISLAS DE SALOMÓN 1565-1574.


 Los sanos confiaron por lo visto (11) á los curiosos, que las islas de Salomón, reconocidas por ellos, nada tenían de común con las del inca Tupac Yupangui, ni menos con las de Ofir, de donde se dice sacaban los fenicios el metal amarillo á carretadas, é hicieron públicas las impresiones en Lima, después que, reparados los navíos, llegaron en ellos al Callao en el mes de Septiembre á los veintidós meses de expedición.
Sin embargo, como las penalidades se olvidan presto, borrándose con igual facilidad de la memoria los peligros, la suerte de los perdidos compañeros y aun la sentencia que el piloto Hernán Gallego, solía enseñar por consuelo á los atribula dos (12), sin dejar más que el tinte agradable de lo pasado por pasado, y el tema de conversación susceptible de adornos á capricho, los mismos que reinando el temporal echaban romeros ó hacían votos de peregrinación y penitencia con propósito firmísimo de no pisar más una tabla, eran propagandistas y tentadores de aventuras nuevas.
Existen indicios vagos de que tras la jornada primera de Mendaña se hicieron otras de que no se conoce relación, porque no se escribiera, ó porque se ha extraviado, oculta entre tantas aventuras acometidas privadamente en la época sin licencia ni auxilio de las autoridades. Los biógrafos del piloto Juan Fernández indican obscuramente que, después de haber descubierto las islas de su nombre en las cercanías de la costa de Chile, avanzó al Oeste y por los 40o de latitud Sur vio una costa muy prolongada (13)
Algo parecido, aunque sin referencia directa á persona, se insinúa en informe que al Virrey de Nueva España dio el licenciado de la Madrid el año 1573, tratando de la navegación desde Acapulco á Filipinas (14) ; pero aun mejor lo dan á entender ciertas cartas geográficas ó mapas de la primera mitad del siglo xvi, en que las tierras de Australia, Tasmania y Nueva Zelanda aparecen con nombres españoles (15).
Si pareciera poco todavía, en documentos sacados á luz recientemente (16) se trasparenta la de los viajes clandestinos, que no sin ellos se conciben las indicaciones y pedimentos de Alonso de Fuentes, vecino de Lima.
Decía éste en memorial al Rey que, deseando se estampara en la corona tercer mundo con el descubrimiento de una gran tierra que está debajo del Polo Antártico, circunvecina á las islas del Moluco en el meridiano de la China y clima del olimpo potosí, que por aquella parte lleva 1.000 leguas de costa debajo de zona templada, verdaderos antípodas de España, Francia, Italia y Alemania, tierra fructífera, por ser la empresa de mayor estima que de este reino emprenderse puede, escribió tres libros presentándolos al Virrey, el cuál, satisfecho de la verdad que en ellos se trata, le dio licencia para ir á descubrir tales tierras de 5.000 leguas de circuito, á su costa.
Agregaba en el memorial haber hecho proposición del descubrimiento de las islas (nombradas Fontacías por su apellido) á Juan Roldan Dávila, que la aceptó el año 1578, mas se fue demorando por diversas causas, y continuaron las prórrogas después de firmado en 15 de Julio de 1592 por el Marqués de Cañete el despacho y nombramiento de General para la conquista y población á favor del referido Roldan Dávila, nieto del Alcalde mayor de la isla Española Francisco Roldan, que tanto dio que hacer á Cristóbal Colón.
De todo esto se deduce no carecer de fundamento la opinión de varios geógrafos (17), de haber visto españoles la costa de Australia en los comienzos del reinado de Felipe II, ó acaso antes.
Sea como se quiera, Álvaro de Mendaña anduvo por su parte negociando la conquista, pacificación y población del archipiélago que había visitado, haciendo para ello asiento y capitulación, firmada en Madrid á 29 de Abril de 1574, por secuela del cual obtuvo merced del título de Adelantado de las islas de Salomón, con otras, en cédula de 20 de Agosto siguiente; mas también dilató el cumplimiento del compro miso, como se verá á su tiempo.


11 Juan de Orozco, oidor de Nueva Galicia, dio cuenta al Rey de la entrada en Santiago de los dos barcos maltratados y sin mástiles, el 8 de Febrero, diciendo eran los que salieron de Lima en demanda de las islas de Salomón y de, Nueva Guinea. Que habían descubierto muchas islas pobladas en 7 á 12o, al parecer de poca importancia. Hállase la carta en Colección de documentos de Indias, t. XI, página 561. Parece que Sarmiento pensaba informar por su parte al Rey, pero Mendaña le prendió, le tomó violentamente las relaciones y las cartas, y las rompió; y después, como sin desalentarse por esto, renovara la tentativa de hacer nueva información en el puerto de Realejo, en Nicaragua «yendo yo á dar dello razón á vuestro Gobernador, 11 leguas de allí (decía al Rey), se hizo á la vela huyendo y me dejó, y me trajo mi hacienda y se vino al Perú, é yo quise ir á dar razón á V. M. á España desde Nicaragua, más déjelo de hacer porque á la sazón vino don Francisco de Toledo por Visorrey, al cual fue á ver al Perú y á dalle cuenta en vuestro real nombre, de todo lo sucedido en la jornada».
Esto ocurría en Noviembre de 1596. Sarmiento y Mendaña comparecieron ante la Audiencia real, quedando completamente justificado el primero, y en tan buen concepto de la nueva autoridad, que, según los datos del Sr. Medina en la Historia citada (t. 1, pág. 330), y los de D. Marcos Jiménez déla Espada {Tres relaciones de antigüedades peruanas, Madrid, 1879, pág. xxn), se hizo acompañar del cosmógrafo en la visita general que emprendió por el reino, y llegando al Cuzco, asiento antiguo de los Incas, considerándole «el hombre más hábil en esta materia, le encargó escribiera su crónica, lo cual hizo con titulo de Historia general llamada indica, la qual, por mandado del Excmo. Sr. D. Francisco de Toledo, Virrey, Gobernador y Capitán general de los reynos del Perú, y Mayordomo de la Casa Real de Castilla, compuso el capitán Pedro Sarmiento de Gamboa. El manuscrito fue remitido al Rey, y se creía perdido; pero recientemente se ha encontrado en la biblioteca de Gottingen, según noticia publicada por el profesor Wilhelm Meyer (Boletín de la Academia de la Historia, 1893, t. XXII, pág. 527), y posterior mente por el profesor Pretschmann, averiguado que el escrito perteneció á la libre ría de Abraham Gronow, vendida en 1785. El códice original tiene ocho hojas de introducción y 138 de texto. En las primeras, dedicatoria al Rey firmada en el Cuzco por Sarmiento, á 4 de Marzo de 1572.
Decidida por el Virrey la persecución del inca Tupac Amaru, retraído en los montes, organizó expedición encomendada á Hernando de Arbieto, y en la que Sarmiento llevó cargo de Alférez general, consiguiendo capturar y conducir en triunfo al Cuzco al jefe de los indios, que fue ejecutado.
Segunda vez fue el cosmógrafo perseguido por la Inquisición de Lima, apareciendo información falsa de haber sido azotado públicamente en la Puebla de los Ángeles, de Nueva España, por asuntos relacionados con el Santo Oficio. Volvieron á salir á cuento los anillos astrológicos y los libros sobre propiedad de piedras y plantas: fue también condenado á destierro y á salir á la vergüenza; pero apeló y quedó en suspenso la sentencia, sin duda por influencia del Virrey, que le tenía empleado en campaña contra los indios chiriguanaes, al otro lado de los Andes.
Relativamente al viaje, hay Información que por orden del Virrey y Capitán general del Perú D. Francisco de Toledo, y áfin de cumplir orden de S. M. hizo el Dr. Barros, Oidor de esta Real Audiencia, asistido del capitán Martín Garay de Loyola, caballero de Calatrava, acerca del descubrimiento de las islas de Salomón, que el licenciado Castro encomendó á Álvaro de Mendaña, y de la calidad de aquellas tierras é islas, fecha á 4 de Junio de 1573. (Academia de la Historia. Colección Muñoz, t. x,
A. 37, fol. 197.) Manuscrito importante en que aparece que antes de la expedición de Mendaña se tenía noticia de las islas por Pedro Sarmiento de Gamboa.
12 «La mar es buena para los peces.» Relación del viaje; Zaragoza, t. 1, pág. 22.
13 Bartolomé Leonardo de Argensola (Conquista de las Molucas) consigna haber descubierto Juan Fernández en 1574 islas que se llamaron Las Desventuradas, agora (dice) San Félix y San Ambón, error corregido por D. Francisco Vidal Gormaz en el Anuario hidrográfico de la marina de Chile, Santiago, 1879, en el artículo titulado:
Los descubridores de las costas occidentales de Chile y sus primeros exploradores.
El Sr. Jiménez de la Espada se ha servido comunicarme apuntes curiosos sobre el particular, de los que parecen oportunos éstos:
«1574. Este mismo año descubrió Juan Fernández las islas de su nombre, yendo casualmente al Pirú, y tocó en ellas por fuerza de viento yendo de Chile, de donde era vecino. Dejó allí una cabra, y se marchó. (Ldo. D. Fernando de Montesinos, Anales del Perú. Ms.)
»Las islas de Juan Fernández descubrió un piloto de este nombre el año de 1597, 60 leguas de tierra y distantes una de otra 20 leguas de 34° á 36o, D. Alonso [¿de Montemayor?] se las dio á Martín Sanz de Olavarría por sus servicios, con que llevase confirmación, y pidiéndola, le dio informe á 6 de Octubre de 1598. (Academia de la Historia. Apuntes de León Pinelo, fol. 235.)
»Estando el virrey D. Francisco de Toledo en la entrada de los Chiriguanaes sobre Pilaya, tuvo noticia de que un navío de Juan Pérez de las Quemas, vecino de la ciudad de los Reyes, bajando desde Chile al Perú, descubrió en el paraje de Coquimbo (sic), 80 leguas á la mar, unas islas pobladas de gente, á quien llamaron las de Juan Fernández, del nombre del piloto del navío, y para las poblar y enseñar la ley evangélica á los indios le pidió al virrey Juan Pérez de las Quentas, persona rica, para ello le diese la conquista, la cual le concedió por dos vidas, para que con un navío y 25 hombres que levantase sin tocar caxa ni arbolar bandera, hiciese á su costa el descubrimiento. Pero no hubo efecto. Sábese que tienen estas islas algún ganado de cabras monteses, y én sus puertos pescado como el bacallao que se gasta en España. (Noticias del Perú, etc., por Francisco López de Caravantes.
Ms. 1630,1.1, disc. 2°, núm. 192.)»
Por fin, en las Memorias para recomendar al Rey la conversión de los naturales de las islas nuevamente descubiertas, por D. Juan Luis Arias, Valladolid, 1609, se dice que Juan Fernández, piloto, nació en Cartagena en 1535, hizo muchos descubrimientos, de los cuales algunos no tienen su nombre, como las islas que visitó en 1571. Tres años después halló al Norte de éstas las de San Félix y San Ambrosio, y en 1576 una costa prolongada por los 40o de latitud, en que los habitantes, blancos y bien formados, le recibieron amistosamente. Guardó secreto acerca de esta visita, pensando volver desde Chile, pero la muerte se lo impidió.
Don Claudio Gay, en su Historia de Chile, t. II, pág. 66, cuenta que por el descubrimiento de las islas fue acusado Juan Fernández ante la Inquisición de Lima por brujería, y quiso la fortuna que los inquisidores le absolvieran al oirle decir que todos los marineros, aunque fueran santos, se harían brujos, tanto como él si se guían el mismo rumbo, poniéndose á 400 leguas de la costa. Don B. Vicuña Maquena y D. Diego Barros Arana, en los estudios históricos de Chile, estiman el hecho probable, pero D. J. T. Medina, en su Historia de la Inquisición de Chile, de clara (t. 1, pág. 337) que en las investigaciones que ha hecho lo mismo en Chile que en el Archivo de Simancas, no ha visto nada que justifique á la conseja, y tiene por probable que se haya confundido al navegante con otro cualquiera de su mismo nombre.
14 Dirección de Hidrografía. Colección NavarreU, t. xvm.
15 Cítalas D. Ricardo Beltrán y Rózpide en la conferencia Descubrimiento de la Octania por los españoles, asi como la monografía escrita por Mr. Jorge Collingridge, Descripción de antiguos mapas de Australia.
16 Por D. M. Jiménez déla Espada en el estudio, repetidamente citado, Las islas de los Galápagos y otros más a Poniente.
17 Coello, Beltrán, Zaragoza.
 
Instituto de Historia y Cultura Naval

miércoles, 2 de octubre de 2013

Las minas de Guadalcanal a través de los tiempos 1

Historia de la mineria de nuestro entorno 1/2

ÉPOCA ROMANA.- Tres años después de la caída de Cartago-Nova a manos de Escipión en el año 209 antes de Cristo, Roma se hizo dueña de forma progresiva de los territorios del sur de la Península, cuyas minas comenzó a trabajar con gran intensidad, prosiguiendo explotaciones en curso o investigando nuevos yacimientos de minerales. La romanización trajo consigo el florecimiento de la industria minera, a la que aplicaron singulares tecnologías de arranque y profundización, en ocasiones verdaderamente espectaculares.
Sobre una posible explotación de las minas sevillanas de plata de Guadalcanal, no se conocen testimonios directos; tan solo el historiador -Barrantes-, a mediados del siglo XIX, se refiere a un manuscrito mutilado del siglo XVII titulado « Guadalcanal y su antigüedad », en el que existe alguna alusión a una actividad romana, al igual que lo reseña -Guillermo Bowles-.
Por otro lado, en el plano elaborado por Goetz Phillipi, que trabajó dicho criadero en Guadalcanal a principios del siglo actual, se anota la existencia de una « casa romana ».
ÉPOCA VISIGODA.- A partir del siglo III después de Cristo, las incursiones germanas en el norte de la Penínsulay los beréberes en el sur, debieron estorbar y entorpecer la gran actividad minera, que inicia así una etapa grande de languidecimiento hasta su práctica extinción.
ÉPOCA MUSULMANA.-No existen demasiadas referencias sobre extracción minera en la bibliografía que corresponde a este milenario de civilización, aunque sí hay constancia de determinadas explotaciones y muy en particular, existen numerosos comentarios mencionando con cierto detalle la riqueza del subsuelo andaluz, a la vez que dan precisiones en general exactas sobre el emplazamiento de los criaderos de minerales.
En el viaje que Guillermo Bowles realizó a partir de 1752 por encargo de Carlos III para reconocer diversas minas españolas, las explotaciones de hierro se citan en el Cerro del Hierro.
En el año 1499, en Ocaña, se concierta Real Asiento con Francisco de Herrera sobre los mineros, entre otros, de las villas de Guadalcanal, El Pedroso y Constantina.
SIGLOS XVI y XVII.- El 10 de Enero de 1559, la Princesa Gobernadora, Doña Juana en ausencia de su hermano Felipe II promulgó en Valladolid una Pragmática - auténtica ley de minas- declarando caducas todas las concesiones, salvo algunas excepciones, a la vez que establecía el modo de beneficiar las minas y obligaba a asentar las mismas en el Registro General de Minas.
En esta Pragmática « se incorporan a la Corona todas las minas de oro, plata y azogue »,y entre otras disposiciones se señala que « solo los naturales y súbditos del Reino podrán cavar y buscar las referidas minas de oro y plata », declarando que todo esto se hacía extensivo«a las demás minas de cualquier clase que fueran ». Esta normativa fue complementada por otra dictada en 1563.
El efecto de estas disposiciones pronto se dejó sentir y el interés que la Corona mostraba por los asuntos mineros se materializó con la solicitud de gran número de registros mineros, lo que obligó a la promulgación de las famosas Ordenanzas de Felipe II en 1584 que regirían con eficacia durante los siguientes doscientos cuarenta y un años.
Durante la primera mitad del siglo XVI, el régimen legal minero siguió estando determinado por el otorgamiento de concesiones en grandes dominios geográficos. De este periodo destacan los concedidos por los Reyes Católicos entre los años 1511 a 1514.
Entre otros, en el año 1514 aRodrigo Ponce de León, Duque de Arcos, de todos los del Arzobispado de Sevilla y Obispados de Córdoba, Jaén y Cádiz.
En concreto, la actividad minera de mayor relevancia en territorio andaluz durante esta etapa fue sin duda la que constituyó la explotación del yacimiento de plata de Guadalcanal. La historia de estas minas surge en el año 1555, cuando fueron descubiertas por Martín Delgado, teniente alcalde de la villa, llegando la noticia a conocimiento de la Princesa Gobernadoraen Valladolid durante la ausencia de su hermano Felipe II, que se encontraba a la sazón en Flandes para recibir de su padre los Reinos de España; enviado por la Casa Real el Marqués de Falces para su reconocimiento, se procedió a la incautación de las minas mediante el pago de 33.500 ducados en concepto de indemnización, comisionándose a Agustín de Zárate para hacerse cargo de la administración de los trabajos. Este hecho causó serios incidentes con el alemán Juan de Xedler, titular de un Real Asiento sobre determinadas minas de la zona, llegándose a un acuerdo con Zárate sobre su participación que compartía con sus compatriotas Juan de Xuren y Juan de Gilist, quienes tuvieron gran preponderancia en las técnicas de explotación.
Afines de 1556 y a la vista de los numerosos registros mineros que surgen entorno al éxito de Guadalcanal, se nombró Inspector General de las minas a Francisco de Mendoza, hijo del Virrey de las Indias y conocedor de la minería en aquellos territorios; se variaron los procesos de tratamiento, suprimiéndose el lavado para fundir directamente los minerales, al mismo tiempo que se instalaban molinos de caballerías y parece ser que se comenzaron a emplear esclavos negros para las operaciones mineras, muy especialmente las de desagüe. Cuando Agustín de Zárate dejó la mina, a principios del año siguiente, se trabajaba a cuarenta metros de profundidad, con grandes problemas de agua, iniciándose una etapa de decaimiento; en ese mismo año se comenzó a aplicar el proceso de amalgamación para la recuperación de la plata, tal y como se venía haciendo en las minas americanas y a cuyo efecto se mandó venir de Méjico a Mosén Antonio Boteller, quien había trabajado en el descubrimiento de estos procesos junto al sevillano Bartolomé de Medina.
Es curioso que precisamente sobre esta mina de Guadalcanal es por vez primera donde, de alguna forma, se instrumenta la figura de reserva estatal: así en la Pragmática de 1559 se prohíbe cualquier trabajo en una legua alrededor de Guadalcanal y a un cuarto de legua de las minas de Cazalla, Galaroza y Aracena, en las provincias de Sevilla y Huelva, y por entonces en explotación por cuenta de la Corona.
En
estos siglos XVI y XVII proliferaron los textos relativos a la descripción de minas andaluzas y del arte minero. Así, en 1627, el licenciado López Madera recibía instrucción de la Real Junta de Mina para un viaje de reconocimiento de minas en Andalucía, y en 1681 se dictaba cédula por Carlos II, encargándose a Fray Diego de Herrera el reconocimiento de«las minas descubiertas y por descubrir en Guadalcanal, Extremadura y Andalucía ».
De entre las valiosas publicaciones relativas a la minería de este periodo destacamos por su relación la de 1663 por el capitán Fernando Contreras, titulada«Noticias del mineraje de Indias y de las minas que hay en España»,donde se propone el restablecimiento de varias minas, entre ellas las de Guadalcanal y Riotinto, proponiendo la creación de una escuela real minera en una de las dos localidades.
Al finalizar el siglo XVII, la minería se situaba en un periodo de franca decadencia; el Estado labraba por su cuenta las minas de Guadalcanal, Riotinto y Linares, así como la de grafito de Marbella, y algunos particulares trabajaban algunos veneros, fundamentalmente de plomo y cobre argentífero, en las provincias de Granada y Sevilla.

Rafael Remuzgo Gallardo
Asociación Cultural El Torrejón