By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 28 de marzo de 2012

Fenomenos extraños en la calle Luenga


Poltergeis en Guadalcanal

En Granada tiene su origen la presente investigación, el 16 de diciembre de 2004. No es que los fenómenos poltergeist de los que haré mención ocurrieran allí sino que fue en los fríos picos de Sierra Nevada donde conocí al matrimonio que me puso al corriente del caso.
Él, casualidades del destino, trabajaba en el edificio de la Diputación de Sevilla, donde se producían fenómenos anómalos, sobre todo por la parte del sótano. Al yo hacerle un comentario al respecto, quizás temeroso de que yo fuese periodista, bien por desconocimiento o porque hubiera sido advertido por sus superiores, se limitó a hacer una simple afirmación y desvió mi atención contándome que en el centro de salud de Guadalcanal se producían fenómenos también (“también” como en la Diputación de Sevilla, supongo que se refería), escuchándose golpes, pasos y movimiento de muebles.
Tres días más tarde, para aprovechar bien las vacaciones que estaba disfrutando, andaba por aquella localidad con mi vieja cámara de video, que utilizo como grabadora. Es un pequeño truco: si pongo una grabadora delante de alguien, no habla.
Mi primera visita fue, sin lugar a dudas, el centro de salud y pude comprobar que no me habían engañado. Mi intención era simplemente recoger la historia y buscar testigos directos que me confirmaran lo dicho. Fue fácil. La gente estaba dispuesta a hablar. La joven que me atendió no sabía demasiado del tema pues no llevaba mucho tiempo en el lugar por lo que me remitió al conserje o al médico que llevaban años trabajando allí. Tan sólo me dijo que después de haberse bendecido el lugar, haberse hecho un exorcismo o una limpia, los tres términos utilizó, los fenómenos habían remitido. Más tarde comprobaría que eso no era así. Como ni el conserje ni el médico estaban quedé en volver en otro momento. Ambos se habían ausentado para asistir a un enfermo.
El mejor que podría informarme sobre esa bendición al lugar de la que hablaba la joven del centro de salud tenía que ser el párroco por lo que a él me dirigí. No estaba, se había ido de vacaciones, pero quien me atendió puso gesto severo y negó tajantemente tal circunstancia y cualquier hecho anómalo. Mi impresión fue la contraria.
Vecino a la iglesia está el edificio del ayuntamiento y en su fachada aparcado un coche de la policía local. La policía municipal bien podría tener buena información. Tuve suerte ya que me encontré con un hombre que había sido testigo de cierto acontecimiento. El agente sufre desde siempre de fuertes migrañas que a veces deben ser tratadas con potentes calmantes. Cuando esto le ocurre acude sin dilación al centro de salud. Cierto día se presentó en el lugar como otras veces, fue atendido por el médico y posteriormente por una ATS para serle administrado un inyectable. Al día siguiente esta ATS al ver a la esposa del agente le preguntó qué le había dicho su marido de los sucesos de la noche anterior. La esposa, que no tenía noticias de nada, así se lo hizo saber a esta sanitaria que acabó confesando su extrañeza, pues la fuerte respiración jadeante que se escuchaba mientras inyectaba al policía era impresionante. El agente me aseguró que él aquella noche no escuchó nada, posiblemente por su dolor de cabeza.
La rapidez con la que había conseguido a un testigo me llevó a preguntar a más gente. Quería saber qué podía originar los fenómenos y apareció el nombre de Maria, la del miedo. ¡Interesante apodo para alguien! Según me explicaron María vivía en una casa cerca del cementerio. En un momento dado de su vida comienza a notar la presencia de un “fraile” fantasmagórico que la ronda. Esta presencia a veces venía acompañada de un sonido de cadenas. Su miedo se acrecentó cuando empezó a recibir golpes y pellizcos que hacían que amaneciera toda llena de moratones y con señales de los maltratos recibidos y llegó a tal punto que vendió su casa y se trasladó a otra que había en el solar que ocupa actualmente el centro de salud. La mujer seguía sufriendo a esa entidad y optó por hundir la casa y volver a levantarla de nuevo para librarse de ella. Aquella presencia la conminaba, entre otras cosas, a buscar un pasadizo que unía su nueva casa con el cementerio. Si se negaba su familia sería castigada de la misma manera que ella: atormentada por la presencia de aquella entidad. La hija de María, la del miedo, también sufrió estos fenómenos pero durante un periodo muy corto de tiempo.
La casa de María fue abandonada y permaneció su solar vacío hasta que terminó por construirse el centro de salud. El solar había pertenecido al antiguo Hospital de la Caridad, anejo a una derruida iglesia, que se comunicaba mediante un túnel con el cementerio de la localidad.
El conserje y el médico habían vuelto y la entrevista con ellos fue bastante fructífera. El doctor me atendió muy gentilmente. Me contó que había vivido en el edificio desde su inauguración en 1976. En un principio aquello servía como vivienda del médico y como lugar de trabajo. Una noche comenzó a escuchar fuertes ruidos y crujidos y pensó que se trataba del asentamiento de los cimientos de aquel edificio tan nuevo. Hasta que alguien inició su ascenso por las escaleras. Aquella ascensión terminó por aterrar al médico que salió corriendo hasta la calle y allí quedó hasta que por casualidad pasó una pareja de la guardia civil. El médico los invitó a que lo acompañaran un rato y estos agentes escucharon los sonidos. Con los días fue acostumbrándose a los golpes y desde entonces ya no les presta demasiada atención porque los sucesos seguían produciéndose. También me habló de testigos que habían visto volverse los cuadros de la paredes, aunque él no había presenciado esos fenómenos, y me contó que un investigador junto con dos sensitivas habían estado allí y que habían descubierto la presencia de una “monja” y un “niño". Seguramente a la labor de las sensitivas era a lo que se refería la chica del mostrador cuando habló de exorcismos y limpias.
Era mi segundo testigo directo. La tarde se me echó encima y me prometí que otro día, a la menor brevedad posible, tendría que volver y hablar con familiares directos de María, la del miedo, que todavía vivían.
Retornaría a aquella localidad el 26 de diciembre pero las entrevistas que hice fueron infructuosas y ningún familiar quiso contarme su versión. No todo iba a resultar mal aquel día. Al pasar junto al centro de salud vi que el mismo médico que me había recibido en la primera ocasión estaba otra vez de guardia por lo que no quise abandonar el pueblo sin despedirme de él... quizá me diese más información. Lo que me dio fue permiso para poder recorrer el edificio y hacer todo lo que quisiera por allí. Como llevaba mi “equipo” en el coche la actuación fue rápida. Directamente me fui hacia el lugar donde antaño estaba ubicada la vivienda. Debía ascender las escaleras donde en 1976 se escucharon los pasos y ahí coloqué en primer lugar mi grabadora. Me llegaban sonidos desde la sala de espera del centro de salud, abarrotada con gente por los fríos intensos que se estaban sufriendo, así que cerré la puerta que separaba ambas estancias.
El espectáculo de sonidos y crujidos que se produjo a partir de entonces fue impresionante y la puerta que yo había cerrado comenzó a moverse como si alguien estuviese comprobando que estaba cerrada e intentase abrirla a base de tirones. Era tal el estrépito que me giré y la fotografié desde mi ubicación. La puerta acabó abriéndose y creyendo que era el médico o alguno de sus acompañantes que querían gastarme una broma bajé sigilosamente y metí la cabeza por la ranura que se había hecho. Allí no había nadie.
Cerré nuevamente la puerta y ascendí hasta la primera planta. Fotografié el resto de las habitaciones, salvo los dormitorios, a los que no quise entrar, y mi grabadora puesta otra vez en funcionamiento volvía a captar los empujones que estaba sufriendo la puerta. Ahora comprendía por qué el médico me había dicho que seguía escuchando el sonido y que ya no le prestaba atención. Lo curioso para mí era que el resto de sus compañeros no advirtieran el constante repiqueteo de aquella puerta que sólo callaba cuando era abierta.
“Corrientes de aire”, podría pensar cualquiera, pero la simple llama de un mechero fue suficiente para comprobar la inexistencia de viento que originara el “baile” de la puerta.
Aquel era un lugar de trabajo, con enfermos, y no quise seguir importunando. Durante media hora, aproximadamente, deambulé por el edificio tomando fotografías e imágenes con mi cámara de video. Me di por satisfecho con los sonidos que había tomado, aunque no hubiese conseguido ninguna psicofonía, y que habían dejado constancia del estruendo de la puerta.

Fuentes.- www.looculto.com

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