By Joan Spínola -FOTORETOC-

By Joan Spínola -FOTORETOC-

Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 30 de julio de 2011

Guadalcanal y la Vicaría de Tentudía 1/3

Documentos en el archivo de la Parroquia de Monesterio

Tal vez el archivo que más documentación tiene legible de Guadalcanal dentro de los archivos históricos de Tentudía es el Archivo Parroquial de Monesterio, este archivo que está depositado en el despacho parroquial se hallan completamente desordenados en viejo armario de madera empotrado agujereado por la carcoma y el paso del tiempo y en otros que los sucesivos salcedotes han tratado de conservar y clasificar, así se encuentran actualmente clasificados y ordenados muchos de ellos en veintiocho archivadores agrupados los documentos en carpetas.
Estos archivos han sido mermados en diferentes épocas, sobre todo en el pasado siglo XX, muchos de ellos fueron salvados in extremis al ser tirados por la ventana en Julio del 1936, la mas reciente expoliación fue la del cura que dirigía la Parroquia de San Pedro a finales del 1960, que decidió desprenderse de los mismos, cediéndoselos al alcalde, este años después los reintegró a la parroquia.

A continuación citamos algunos de estos legajos referidos a Guadalcanal:

CONVENTO DE MONJAS CONCEPCIONISTAS
1795 documento (21-3).- Recurso sobre el pago de los alimentos que debe el convento concepcionista de Guadalcanal a dos religiosas trasladadas al de Segura

CONFLICTOS CON LA TENENCIA DE VICARÍA DE GUADALCANAL
1781-1791documento (48) sin clasificar. Nombramientos de tenientes de vicario, con referencias y 1842 históricas a su legalidad.
1785. documento (27-15).- Ejecutoria ganada por el vicario de Tudía en el pleito con su teniente de Guadalcanal.
¿1805? documento (38-59 inc).-Instancia del vicario de Tudía solicitando testimonio del privilegio de Guadalcanal sobre el nombramiento de los tenientes, e informe del teniente actual.
1805-1806 documento (38-52).- Disputas sobre competencias en las apelaciones y sobre el nombramiento de teniente de vicario.
1832 Providencias sobre el proceder del teniente de vicario en el encarcelamiento del párroco de Santa Ana de Guadalcanal.
1843-1844 documento (27-4).- Expediente sobre la aptitud para ser vicario del presbítero D José Quintero y sobre sus facultades para el nombramiento de teniente.
Sin fecha documento (27-21).- Impreso del ayuntamiento de Guadalcanal solicitando que su vicario conozca en todas las causas en primera instancia, así como en las de apelación que le fije el Consejo de órdenes.
Sin fecha documento (27-9). Defensorio por la vicaría de Guadalcanal, en cinco capítulos:
1- Jurisdicción ordinaria del vicario.
2- Es inferior al de Tudía, pero no es su teniente.
3- Puede nombrar teniente.
4- No cesa por promoción o muerte del de Tudía.
5- Ha de ser religioso de la Orden de Santiago.

DOCUMENTOS PROCEDENTES DE OTRAS INSTANCIAS DE LA VICARÍA DE GUADALCANAL
1662, 1764 documento (27-12). Reales provisiones facultando a los párrocos la administración de todas las capellanías.
1774 documento (38-75) Autos sobre la provisión de la sacristía. Información del personal de servicio y dotaciones.
1792 documento sin clasificar. Autos de la demanda instruida por los incidentes ocurridos en la elección de colector de la parroquia de la Asunción.
1802 documento (18-13) Apelación de un auto del teniente de vicario contra el presbítero D. Juan García por cerrar una ventana en pared divisoria.
1802 documento (20-20) Demanda de Alfonso Arenas contra Juan Alonso y sus cuñados de Alanis, por una propiedad que tiene réditos de una capellanía 1804 documento (17-5) Juicio de conciliación entre D. Fernando Artero, vecino de Calera, y varios vecinos sobre la bellota de una dehesa.
1843 documento (23-3) Oficio del alcalde para que se separe de su cargo al vicario por no haberse sumado al pronunciamiento nacional.
1843-1850 documento sin clasificar. Correspondencia entre el vicario de Tudía y el teniente de vicario de Guadalcanal.

MATRIMONIOS DE GUADALCANAL
1801 documento 36.- Dispensas y otras diligencias matrimoniales.
1806-1856 documento 34.- Ídem.

Fuentes.- Cuadernos monográficos de Tentudía y autor

miércoles, 27 de julio de 2011

Bob Dylan


Portada de su segundo álbum 1963

El hombre que nunca estaba allí

Después de años y discos, la obra de Bob Dylan se nos presenta memorable, una crónica bestial, una proeza humana. En el fondo, poesía, una vida más desplegada a golpe de vértigo, el ojo interior y el exterior bailando su danza frenética e interminable.
Un lenguaje que se pega, una forma de cantar que hiere. Dylan supo pronto lo esencial, la verdad no está allí donde se espera, hay que ir a por ella y retorcer su sombra, seguir una ley: no hay mayor derrota que el triunfo, ni mayor triunfo que la derrota. A pesar suyo, y por su poder visionario, se convirtió en mensajero, y tuvo que soportar que se le colaran por la chimenea intrusos dispuestos a la revelación de primera mano, y no estoy hablando en metáfora.
Fue Dylan el que le dijo a los Beatles: “a ver si hacemos algunas letras de verdad y nos dejamos de tanto duduá”. Nació en un tiempo crucial, y aunque rió algo más que Buster Keaton, nunca lo abandonó ese estigma de seriedad, de profundidad y alcance. Pronto puso en titulares que los tiempos, como el río de Heráclito, estaban cambiando. Claro que el taimado tahúr ya se había apercibido que el río siempre es el mismo. Y, vaya que sí, eran los tiempos en que los poetas paraban las guerras, y la máquina política-militar se vio obligada a trabajar duro y reconvertir su estrategia para hacerse inmune a estos voceros iluminados del pueblo. Parece que lo consiguieron, ¿no? Pero Dylan, como Messi, nunca estaba ya cuando el defensa iba a cazarlo, su orgullo de judío errante lo protegió siempre, por cada paso y sendero.
Como un verdadero poeta, abrió puertas que nunca cerró, que nunca quedaron atrás, las del Edén y las del abismo, las de dentro y las de fuera, la portada principal y la humilde trasera que da al jardín. Cambió de fe, pero no de norma: hay que creer, dame un soporte y moveré el mundo. Le cantó al Papa, ¿y a quién le importa eso? Él siempre te espera en otra parte. Empezó con el folk y el blues, y lanzó al viento su grito desgarrado y solitario. Y desde ahí construyó un gran almacén del oeste maldito, en el que sonaba Rimbaud, en el que el mismísimo Walt Whitman podía dejar sus pertenencias sin problemas. Sin ser un erudito, bebió de las fuentes principales. Su hora más oscura, justo antes del amanecer, es la hora oscura del alma de San Juan de la Cruz. Lanceó las cintas como un caballero medieval, él, que nació en un pueblo sin historia. Su fiereza épica para describir su lucha y la de todos nos lleva hasta Homero, hasta el más puro origen de todo, a donde siempre se regresa.
Aunque sólo hace canciones, su fuerza telúrica, su hambre espiritual, lo ponen siempre delante de su tiempo como lo que quizás nunca quiso ser, un gran escritor. Muchos lo postulan para el Nobel de Literatura, a él, que no quiere nada, que lo tiene todo, que es un artista y no mira atrás. Como escritor admiró la poesía hip-hop de los noventa, la que infestaba las calles negras de la Nueva Providencia.
Y los tiempos modernos asisten a su crónica imparable. Es su escritura hipnótica la que le guía por los caminos circulares que transitó toda su vida, caminos de desolación, de rebelión, caminos de enfermedad y de amor. Y siempre fiel con su primera estación, el blues solitario y sentencioso que late siempre detrás de toda palabrería. Puedes pensar de Dylan que está en los premios, en los ranchos apartados, en giras interminables o en elegantes pesadillas, pero seguro que ya no está allí, se ha ido a otra parte. Pero, créeme, está tan vivo como su silencio. Y su poderoso aliento no está hecho de pretensiones, ni su valor está hecho de máscaras, es real y miserable como tú y como yo, gigantesco y glorioso como las cosas grandes de la vida, de nuestra vida misma. Gracias amigo Robert, seguiremos visitando los caminos, llorando por nuestro destino. Si tu maestro Woody Guthrie pudiera ver lo que has logrado…

KIKO VENENO

lunes, 25 de julio de 2011

Vázquez de Molina



Juan Vázquez de Molina, político español del siglo XVI, Comendador de Guadalcanal

Nacido en Úbeda cerca del 1500, tuvo una dilatada vida política marcada por las enseñanzas de su tío, el Secretario de Estado para asuntos de Castilla del emperador Carlos I y comendador General de Castilla Francisco de Cobos. En 1523 Vázquez, que más que sobrino era hijo de un primo de don Francisco, Jorge de Molina, entra como ayudante de su tío, quien lo quería y educaba como si de un hijo propio se tratase, pues (al parecer) se había criado en la misma casa de Cobos, antes de entrar al servicio de la Secretaría, Vázquez de Molina era ya en aquella fecha regidor de Úbeda.
Pronto Vázquez de Molina, a diferencia de Pedro de Cobos que no puede ocultar sus limitaciones, se convierte en el hombre más leal a Cobos, también el más eficaz en su servicio.
El Comendador, que no olvida a sus parientes y menos a un colaborador tan especial, conseguirá para éste, en 1531, la Encomienda de Estriana de la Orden de Santiago. Más tarde alcanzará la de Peñaranda, Valencia del Ventoso y Guadalcanal, ocupando (entre otros cargos) la secretaría del Consejo de Guerra.
Entre tanto, a semejanza de su protector de quien él mismo se considera "hechura", Juan Vázquez de Molina tampoco habrá de abandonar sus intereses personales. Por el contrario, el nuevo Secretario del Emperador irá consiguiendo las concesiones mineras del Valle del Liébana, del cabo de Nuestra Señora, así como otras en los términos de Laredo, León, Obispado de Pamplona, Calahorra, Bayona, Granada y Baza, Señor de Payo..
Fue nombrado Comendador de Guadalcanal en el año 1535 permaneciendo al frente de los asuntos castellanos para reemplazar a su tío De Cobos, cuado este tuvo que abandonar España, permaneciendo entre los años 1535 y 1538 como intendente y secretario para los asuntos de Castilla. Cuando el Emperador Carlos V marcha a Flandes en 1539 y en 1543, Vázquez le acompaña como su secretario y regresa a España en 1545 para ayudar a su anciano tío, al que sucede en todos los cargos tras su muerte en 1547, convirtiéndose en el personaje más importante del Gobierno castellano hasta el regreso de Felipe II a la Península en 1559.
En su cargo de Comendador de Guadalcanal se realizaron importantes modificaciones en el saneamiento y desviación de aguas fluviales de la población, así como la delimitación de tierras comunales.
Casado en primeras nupcias con doña Antonia del Águila, hija del alcaide de Ciudad Rodrigo y Señor de Payo (título que el mismo regentaría posteriormente)  y La Aliseda, don Francisco del Águila, en abril de 1528 es nombrado caballero de Santiago, meses antes de conseguir el cargo de secretario de la Emperatriz.
Juan Vázquez de Molina, tras la anulación de su primer matrimonio por falta de hijos, escala nuevos peldaños en su insaciable ascensión social al contraer matrimonio con doña Luisa Carrillo y Mendoza, hija del Conde de Priego. También fue nombrado en aquellas fechas

Alférez Mayor de Úbeda y Trece de la orden de Santiago.
A principios de los cincuenta Juan Vázquez da comienzo en Úbeda la construcción de su suntuoso palacio. Ciertamente no le deberían de haber ido muy mal las cosas económicamente al ilustre ubetense cuando aborda la fábrica palaciega más imponente y clásica de la ciudad. Pero los años no pasan en balde y en 1561 Juan Vázquez, aquejado de múltiples achaques, tiene que ser relevado en sus ocupaciones, pasando por real cédula de 26 de marzo el cargo de la secretaría a favor de su sobrino Juan Vázquez de Salazar, teniendo presente la imposibilidad de sucesión del segundo matrimonio, don Juan decide la fundación de un monasterio de monjas de la Orden de Santo Domingo en su apenas concluida residencia, obteniendo la correspondiente bula de Pío IV el 19 de julio de 1561.
Una vez realizadas las obras de adaptación del palacio para su nuevo cometido, habiendo cedido al monasterio valiosos juros y anexionado innumerables beneficios, verá consagrada su obra en 1566 por su propio hermano, el obispo Diego de los Cobos, titular de la Diócesis.
Finalmente, fallece en su ciudad natal en el año 1570, viejo, enfermo y cansado, dejando su legado en Úbeda, ciudad en la que nos recuerda al visitarla a nuestro comendador de Guadalcanal.

Fuentes.- Biografías caballeros siglo XVI, Colección de documentos para la historia de España (Vol. 43), Personajes de Úbeda y autor.

viernes, 22 de julio de 2011

Nostalgias

Añoranza de mi pueblo


Quisiera ver la luz de sus estrellas…
Reposar mi cansado caminar en el Palacio y sosegar mi alma.
Quisiera ver el volar de las mariposas y los pájaros para encontrar la seda de sus guirnaldas.
Por querer lo quiero todo, por encontrar no encuentro nada.
Desazón a pie de nostalgias.
Añoranzas de mi tierra, del calor y de su luz que se tapan con la oscuridad de la distancia…
Busco las flores de sus jaras, anaranjadas camino de Guaditoca, busco las palabras…
Quién pudiera ser viento para viajar entre dos tierras o poder tener dos almas.
Una aquí y otra en más allá, donde el calor se viste de flores en primavera.
Donde el azahar brota de los patios de mi tierra.
Donde deje mis amigos, mis tristezas, mis alegrías, mis añoranzas…
Quien pudiera ser estrella y viajar con su estala, abrazar calles, patios, jardines y guirnaldas….
Quien pudiera borrar distancias y caminos de tristezas…

Hoy y desde esta página, quiero agradecer a todos aquellos que me han aceptado como "amigos" en el facebook. Mi intención y propósito, era y es reencontrarme con personas que me conocieran de aquella época que viví en el pueblo, en mi niñez y adolescencia...
(Aun sabiendo, que con ellos volverían a mi mente, cosas que no quiero recordar)
Son muchos los que me conocen... y pocos son los que yo conozco. De algunos de ellos mejor no haberlos conocido y mejor no recordarlos (aunque es difícil no hacerlo)...
Aunque no nací en el pueblo, siempre le he tenido un gran cariño, hasta que llego un día que sentí todo lo contrario. Han pasado muchos años y lo pasado, pasado esta, mejor no recordarlo, aunque es difícil de no hacerlo, ya que cada calle cada rincón e incluso algunas situaciones me lo recuerde...
Me fui lejos del pueblo para olvidar, luchando por no recordar (porque olvidar no puedo).
Y tanto empeño puse en olvidar, que no recuerdo a muchas personas, que si que debería acordarme de ellas, como son compañeras del convento y algunas más fuera de él...
Quiero dar las gracias por la buena acogida que he tenido y agradecer que estemos en contacto a través del facebook y del teléfono, ya que por la distancia que hay es difícil vernos y conocernos personalmente, por lo menos de momento...
Aunque espero que algún día, no muy lejano pueda regresar a ese lindo Guadalcanal, que hace más de 30 años que un día deje. Y poder pasear por ese palacio tan especial para mí, y otros lugares como son la plaza, el coso, la piscina y por supuesto el convento. Recorrer las calles del pueblo y poder conocer los grandes cambios y otros lugares del alrededor...
Lo más duro para mi será no poder ver a las personas que con tanto cariño recordé durante estos años y tantas ganas tenia de volver a verlas...
(Dos de las "personas" que ya no están, que Dios (si es que hay) que las tengan donde se merecen)...
Y todo esto me esta llevando a un estado lleno de emociones y sentimientos nuevo para mí....

Y por último, quiero dar las gracias a este blog y un saludo muy cordial.

Carmen Carrascal

miércoles, 20 de julio de 2011

TRAZOS, LETRAS Y ACORDES VIII

Abraham Garzón González

Natural de Guadalcanal (Sevilla) comienza sus estudios de música de la mano de su padre, a temprana edad, pasando pronto a estudiar en la escuela de música de Azuaga (Badajoz) donde permanece durante varios años hasta que se traslada a Sevilla donde comienza sus estudios en el Conservatorio Profesional de Música Cristóbal de Morales, en el que acaba grado medio con las más altas calificaciones. De aquí pasa al Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo donde acaba la carrera superior de saxofón en 2008, con las más altas calificaciones. En todos estos años ha estudiado entre otros con José María Espinosa, Rafael Olivera, José María Gómez, Miguel Ángel Enamorado, Leandro Perpignan, José Antonio Santos, además de haber participado en diversos cursos y masterclass como las realizadas con J. M. Goury, J. J. Librado, Banda Municipal de Sevilla, Miguel Romero, Cuarteto Itálica y el Rascher Saxophone Quartet o la realizada con Arno Bornkamp.
Además ha participado activamente en el XIV Congreso Mundial Del Saxofón celebrado en Eslovenia (2006). Entre otras experiencias cabe destacar su papel representando a la comunidad de Andalucía en el “Primer Certamen De Interpretación Intercentros”, y numerosas actuaciones como componente de grupos de cámara, entre los que cabe destacar las realizadas en el Primer Certamen de los Conservatorios de Sevilla celebrada en Junio de 2004 en la Delegación de Educación, o los conciertos como componente del Cuarteto de Saxofones 15:30, con el “Cuarteto Andaluz de saxofones”, y con el grupo “White and Blue”, así como numerosas actuaciones en diferentes celebraciones en la Escuela Municipal de Música de Azuaga.
Ha trabajado como profesor del aula de música de Guadalcanal entre el 2003 y el 2006, donde ha desempeñado actividades diversas entre las que cave citar la de director del coro infantil o la de monitor del taller de música para discapacitados físicos y psíquicos. En 2007 comienza a trabajar como profesor de saxofón en la Escuela Municipal de Música de Espartinas (Sevilla) y el la Escuela de Música de Palomares Del Río (Sevilla), y comienza su labor de director de los coros polifonicos “Ars Nova” (Espartinas) y “Algazara” (Palomares Del Río) con los que realiza numerosos conciertos y actividades.
En Abril de 2009 aprueba el concurso oposición para entrar a formar parte de la Banda Municipal de Música de Jaén, puesto en el que permanece durante seis meses y que abandona tras aprobar con plaza las oposiciones a profesor de conservatorio. Así, en Septiembre de 2010 comienza a trabajar como profesor de saxofón en el C.P.M. “Francisco Guerrero” (Sevilla), labor que compagina con la dirección del coro “Ars Nova” de Espartinas (Sevilla).
En la actualidad, desde Septiembre de 2011, es titular de la plaza de saxofón del C.E.M. “Ramos de Pareja” de Baeza (Jaén), labor que compagina con una amplia actividad musical con varios grupos de música de cámara, como el sexteto de saxofones “Six-Sax Ensemble”, del que es miembro fundador, o el “Cuarteto Andaluz de Saxofones”.

Rafa Candelario Repisa

sábado, 16 de julio de 2011

Paseando por el Guadalcanal de 1970


Apuntes para la guía sentimental del pueblo

 

SAN BENITO.-
Y después de tantas vueltas, el pueblo ¡al fin! ¿Pero dónde?
Apenas un esbozo de torre, la difusa silueta del pueblo y un pino, ¿es un pino el que emerge en la coronación de la sierra que enfila poro Llerena? De San Benito queda sólo un recuerdo de muros casi derruidos. Me contaron historias de romerías por estos parajes, de paseos y de giras. Por San Benito empezamos a adivinar el pueblo en la tristeza de lo que tuvo esplendor. Aquí el silencio y la serenidad del paisaje convidan al recuerdo. Lentamente se acercan unos trabajadores en bestias que vuelven al pueblo al acabar el trajín de la faena diaria. La tarde se vuelve dura de piedra que se resiste; de sudor y de tajo.
—Buenas tardes...
Bajo los sombreros amplios resalta una morenez del sol implacable y aire. A medida que se alejan se confunden pueblo y hombres en una hermandad de labranza conseguida a duras penas. Pienso en las tardes alegres de San Benito, en las romerías... Y el pueblo, a lo lejos, como promesa de tranquilidad, de hogar y de hijos que esperan.
SANTA CLARA.-
A la hora de la siesta quizá sea este reducto del pueblo el que mantiene la de sus habitantes. Es calle de confluencias: Mesones, San Sebastián, el Mercado, La Puntilla, queda el sabor de antiguos merengues tostados, pilas de melones y tenderetes que rebasaron la ubicación de la plazo de abastos, flotan en el aire prisas por llegar y ojos que se vislumbran por detrás de las persianas. De pronto, el estremecimiento acústico del coche-correos que llega de la estación, después de su última parada en el paseo de la Cruz.
El coche sube por la calle Santa Clara y después de fatigada maniobra aparca difícilmente. Sube el tono de júbilo de los que esperan y de los que llegan. Hay una apretada aglomeración y una voz potente que señala con aspavientos al forastero por donde debe ir a la calle Camacho. Se alcanza un punto en que no se sabe quiénes han llegado ni quienes esperaban. Se comenta la temperatura de Sevilla, la consulta del médico o el paquete que quedó olvidado en los grandes almacenes de la capital. Hay besos familiares temo de puro trámite, y un deseo grande de descansar después del viaje.
Poco a poco el bullicio va cediendo; las voces se apagan y los viajeros morosos que han rescatado sus bultos y suben, Mesones arriba, diluyéndose la conversación, los pasos y las sombras. Todo empieza a encontrar la paz de la calle, antes de la llegada del coche. Del ajetreo anterior sólo queda la voz de Rajamanta que perora en La Puntilla y la huida de un perro que encontró un hueso de chivo en la plaza de abastos.
SANTA ANA.-
Es casi la culminación en altura del pueblo. Digo casi, porque más arriba está la ermita del Cristo, Desde Santa Ana la visión es totalizadora: de sierra a sierra, y en hondura, Parece que el pueblo se hace mas pequeño. Se han rebasado las torres y los árboles del Palacio se reducen como por encanto. El pueblo está a los pies y atrae la tentación de observar la vida interior en cada casa, en los huertos y en los corrales. Las calles no existen; hay que adivinarlas a través de lejanos muros blanqueados. Me acuerdo de un poema de Jorge Guillén y lo adapto al paisaje: pueblo en profundidad está en Santa Ana.
SAN FRANCISCO.-
Estamos al final del trayecto; es decir, al final de la vida. Es el camino que todos tenemos que recorrer. El paseo es lento y silencioso, impregnado de la calma y tranquilidad definitiva. El pueblo queda atrás, se va dejando atrás, poco a poco, y antes de rebasar las últimos casas unos niños juegan a Piola siguiendo el hilo de las concatenaciones: "San Isidro labrador, fue a la fuente y se ahogó..," La tarde, casi morada, se llena de vencejos. Alguien viene de vuelta “no a la vida, al pueblo” y el saludo es escueto:
-Buenas...
Los niños siguen el juego: "muerto lo llevan por los tejados..," Con lentitud la tarde entra en un ocaso definitivo y palidece. Ya estamos ante el blanco muro y el ciprés erguido. Lejanas voces se escuchan muy distantes y se mezclan con los ladridos de un perro. Rezo por los muertos del pueblo y pienso que debo rezar también por los vivos. Después, el regreso, al oscurecer casi, con una desvaída memoria de nombres y fechas que allí hemos recordado. El pueblo está ya mas cerca y las niñas siguen aún el juego: "al pasar por San Francisco, se cayeron los jozicos..."
Cuando llego a la Plaza comprendo que la vida sigue y me uno al grupo de los que pasean; ir y volver siempre, vueltas y más vueltas hasta que la campana de la torre, con monotonía, desgrana un lento toque de ánimas. Ahora se puede decir que ya es de noche.





JUAN COLLANTES DE TERAN
Revista feria 1970

miércoles, 13 de julio de 2011

GUADALCANAL, 4 DE JUNIO DE 1675/2

MOTÍN, TUMULTO, ASONADA Y SEDICIÓN EN LA ELECCIÓN DE ALCALDES DE GUADALCANAL EN 1675

Segunda parte

Nada más entrar la comitiva en las casas consistoriales, el alguacil mayor de Guadalcanal, a cuyos oídos habían llegado ciertos rumores de los que, por osados, no daba crédito, tomó la precaución de mandar a los porteros cerrar las puertas de la casa de cabildo por dentro, momento en el que paulatinamente se fueron dejando caer por la Plaza Pública determinados vecinos, afluyendo a la misma por las diferentes calles que a ella conducían. Y llegaban como despistado y por casualidad, aunque algo ajetreados a juzgar por su nervioso deambular sin aparente sentido. Después, poco a poco y a medida que aquella situación iba tomando cuerpo de multitud, los concurrentes empezaron a dar muestras de fortaleza, formando pequeños grupos, bromeando y riendo para contagiarse e infundirse mutuamente valor, hacerse notar en la Plaza y también en el interior de las casas del cabido, dado el tono de voz cada vez más vigoroso que usaban en sus improvisadas y recurrentes conversaciones.
Serían como las cinco de la tarde cuando, desde uno de los balcones de los corredores altos de las casas consistoriales, el alguacil mayor señaló y llamó a uno de los niños que, entre el gentío, jugueteaban por la Plaza Pública, para que, como era preceptivo, entrase a escoger las “pelotillas” con los nombre del los dos nuevos alcaldes ordinarios. Aprovechando ese momento, alguien, de forma disimulada y arropado por los de su corrillo para permanecer en el anonimato, vociferó ¡Raquelo alcalde, el pueblo quiere a Raguelo como alcalde plebeyo ¡ Otros, ya envalentonados y sin disimulo, le siguieron con la misma proclama, formándose un tumulto y alboroto que incluso contagió a los que simplemente acudieron por curiosidad.
Dentro, en el cabildo hicieron oídos sordos a tal osadía, dando por hecho que la situación no llegaría a más y que nadie se aventuraría a ir en contra de Su Majestad, allí representado por el alcalde mayor de Hornachos. Sin embargo, cuando poco después el escribano del cabildo se asomó a los corredores altos y balcones para anunciar que Pedro Ximénez Carranco sería el nuevo alcalde plebeyo, las voces se convirtieron en insultos contra el elegido y sus electores “contradiciendoles con grandes ruidos, que obligaron a que el dicho Juez de Su Majestad y los alcaldes ordinarios y capitulares saliesen a los mismos corredores altos a quietar y reprehender el tumulto, con ruegos y amenazas de que los habrían de castigar”, amenazas que en absoluto sirvieron para apaciguar a los amotinados, todo lo contrario, pues ahora, aparte los gritos e improperio, se desenvainaron algunas espadas, salieron a relucir dagas y puñales y se enarbolaron palos amenazantes.
En efecto, la situación llegó a tal extremo, que el alcalde mayor de Hornachos “viendo la inobediencia y desacato, mando hacerles notorio a todos los tumultuados que no les impidiese la ejecución de los despachos de Su Majestad y señores de su Real Consejo de las Órdenes”. Es más, hizo publicar un bando para que “todas las personas que asistían en dicha Plaza se retirasen y saliesen de ella, bajo pena de la vida y de traidores al Rey, Nuestro Señor”, bando al que, sin temor del castigo, hicieron caso omiso, insistiendo en que Raguelo debía ser el nuevo alcalde plebeyo.
Y así, entre voces y amenazas por parte de los amotinados y los de su cuerda y facción, transcurrió el resto de la tarde hasta que, ya casi a obscurecida, observando el alcalde mayor, los capitulares y los electores (prácticamente presos y asediados dentro de las casas de cabildo) que no remitía la violencia verbal y las amenazas, “para evitar y quietar el arrojo desenfrenado de aquel tumulto… trataron de nombrar otro alcalde, siendo ya de noche obscura, y ejecutándolo salió electo en segundo lugar Juan Ximénez Parra, persona muy apropósito para el gobierno de la República y su conservación” nombramiento que, en un primer momento, parecía del gusto de los amotinados.
No obstante, especialmente por parte del sector de los clérigos locales, momentos después se reavivó e incrementó el motín, rechazando la segunda propuesta de alcalde e insistiendo en que únicamente querían por alcalde a Raguelo, es decir a Cristóbal Ximénez Lucas, que éste era su nombre “amenazando de viva voz a dicho Juez y capitulares que si no lo nombraban no habían de salir vivos del cabildo, sino muertos y picados, empezando por el alcalde mayor de Hornachos…” Al parecer, fue el clérigo Silvestre Manuel Cabezas quien, con una espada en la mano capitaneó el rechazo del nuevo alcalde, “reprendiendo a los amotinados el que aceptasen a Ximénez Parra, diciéndoles hombres del diablo… pedid a Raguelo… acabemos de una vez con estos perros judíos…”
Como medida de fuerza, demostrando que iban en serio e incrementando la presión sobre las personas sitiadas en las casas del cabildo, no permitieron que sus criados y familiares entrasen para llevarles la cena, haciendo una excepción con dos de ellos, “diciendo con gritería que sólo para don Luis Ignacio y don Alonso Damián entrarían gallinas y capones, y para los demás cuernos y quijadas de borricos, pasando a otras palabras feas…”
Y en esta situación de acoso y asedio transcurrió el resto de la noche y toda la madrugada del día siguiente, sin que aminorara el concurso de gente en la plaza, unos presionando y otros como meros espectadores. Serían sobre las once de la mañana del día siguiente, cuando los tres curas párrocos, que al parecer no intervinieron directamente en el tumulto, junto a los religiosos del convento de San Francisco y otros vecinos importantes de la villa, tras negociar con sitiados y sitiadores, y “por evitar otros inconvenientes que podrían sobrevenir”, fuera de las casas del cabildo convinieron “darle en el pósito la vara de alcalde ordinario al dicho Cristóbal Ximénez Lucas, alias Raguelo”, calmándose momentáneamente los ánimos, aunque no sin increpar previamente a los religiosos de San Francisco, a quienes “mandaron que se metiesen en su asuntos y se marcharan al convento”.
Con el nombramiento de Raguelo como alcalde plebeyo parecía que las aguas volverían a su curso, dando fin al motín, tumulto y asonada descrita. Pero no fue así, pues ciertos clérigos de los amotinados pidieron leer las actas que los escribanos levantaron dando fe de lo ocurrido y, como no les convenía los términos en que había sido redactada, vociferando y a empujones metieron dentro de las casa capitulares al alcalde mayor y al resto de capitulares y sus escribanos para que redactaran el acta a su antojo, es decir, “ habían de referir en las actas haber sido Raguelo nombrado alcalde a voz de República y pedimento de todo el pueblo”, presión a la que se plegaron los capitulares, saliendo al paso de esta situación tan comprometida, pues temían por sus vidas.
Los hechos relatados corresponden a la versión de uno de los fiscales, concretamente la del juzgado eclesiástico. Suponemos que el alcalde mayor de Hornachos y su séquito, que abandonarían precipitadamente el pueblo, encaminándose a Llerena, contaría su propia versión ante la audiencia del gobernador, versión de la que no tenemos noticias, pues por desgracia no se conserva nada del archivo histórico de la gobernación y audiencia de Llerena.
En efecto, como ya anunciamos al principio, entre los amotinados existían seglares y religiosos, sometidos, por lo tanto, a dos fueros distintos: los seglares a la justicia ordinaria y los religiosos a la eclesiástica. En ambos casos los jueces naturales residían en Llerena, representados respectivamente por el gobernador del partido y por el provisor y juez eclesiástico del provisorato, de tal manera que, aunque se trataba de juzgar un mismo hecho, cada uno de los jueces implicados emitió su sentencia de manera independiente, como igualmente la causa se instruyó por separado.
Como ya se ha dicho, no hemos podido localizar un solo documento sobre el juicio ordinario contra los seglares amotinados y sediciosos celebrado en la audiencia del gobernador de Llerena. Sin embargo, disponemos de noticias pormenorizadas del proceso seguido en la audiencia del provisor de Llerena, gracias a la abundante documentación que hoy se custodia en el Archivo General del Arzobispado de Sevilla, en donde, por circunstancia desconocida, se localiza tal documentación, cuando su sitio natural debería haber sido el Archivo del Obispado de Badajoz, concretamente formando parte de la Sección Provisorato de Llerena.
La citada documentación pone de manifiesto que fueron precisamente los clérigos locales los más exaltados de entre los amotinados, llevando la voz cantante, el protagonismo y la reactivación de lo ocurrido entre los días 4 y 5 de Junio de 1675. En total, 16 de ellos fueron juzgados y condenados a distintas penas, concretamente los presbíteros o sacerdotes Cristóbal Yanes de Molina (parece que fue el inspirador de la rebelión y sedición), Juan González Albarranca y Luna, Alonso Carrasco, Cristóbal Martín de Alba, Alonso Ximénez Chavero, Alonso Ximénez Lucas (hermano de Raguelo, al que proponían como alcalde), Andrés de Ortega, Gerónimo Quintero y Pedro Cortés Camacho, a los que acompañaron también otros clérigos de órdenes mayores que aún no habían cantado misa (diáconos y subdiáconos) y que respondían a los nombres de Francisco de Gálvez, Silvestre Manuel Cabezas, Cristóbal de Alvarado, Pedro González de la Espada, Diego Díaz de Ortega, Carlos Manuel Centurión y Alonso Murillo, más Juan del Castillo, éste último clérigo de órdenes menores. No intervinieron, o al menos no fueron implicados, ninguno de los tres párrocos, ni el resto de los clérigos locales que, por aquellas fechas, créanlo, superarían el medio centenar en la villa, sin incluir a los religiosos de San Francisco ni al centenar de religiosas enclaustradas en los conventos de la localidad.
Pues bien, una vez que la justicia ordinaria puso en conocimiento del provisor de Llerena el amotinamiento y la sedición relatada, dicho provisor mandó un oficial de justicia de su curia para instruir los correspondientes expedientes, resultando implicados los clérigos relacionados. Para ello, a lo largo del mes de Julio tomó declaración a distintas personas, especialmente a los capitulares y electores asediados en las casas del cabildo, acusándoles de sediciosos por interferir en la voluntad real de elegir alcaldes según estaba establecido. En Agosto de 1675 ya estaban los clérigos relacionados encarcelados en la cárcel prioral de Llerena, iniciando sus abogados defensores los trámites para su excarcelación a mediados de Septiembre. Según los expedientes consultados, todos manifestaron conocer los hechos relatados, pero ninguno se declaró culpable, negando su presencia en la Plaza durante los días referidos o, a lo sumo, aceptando que pasaron de prisa por allí, unos paseando y otros para entrar a celebrar cuestiones relacionadas con el culto en las parroquias de Santa María o de San Sebastián. Ya en Octubre, el provisor de Llerena emitió las correspondientes sentencias, condenando a todos y cada uno de los clérigos citados a una multa pecuniaria de entre 1.500 y 2.000 maravedíes (más otros 3.500 de gastos de cárcel y justicia) y al destierro de la villa entre tres y diez meses, según los casos.
Transcurrido el destierro, volvieron a Guadalcanal para seguir el ejercicio de su profesión, es decir, para vivir de las rentas. En efecto, por lo general el clero de Guadalcanal, que a mi entender fue el promotor de los hechos considerados, aparte de numeroso representaba un estamento muy complicado, involucrándose en situaciones ilegales y dando con frecuencia malos ejemplos al vecindario. Entre ellos se llevaban más que mal, disputándose prebendas, capellanías, derechos de pie de altar, etc., disputas que merecen un estudio pormenorizado de este estamento.

Bibliografía:
Archivo General del Arzobispado de Sevilla, Sección Justicia: - Serie Criminal, leg. 3.696. - Serie Autos Ejecutados, leg. 195 .

 REVISTA DE FERIA, 2010
Manuel Maldonado Férnandez

sábado, 9 de julio de 2011

Declaración Universal de los Derechos Humanos

Libertad sin ira


Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión, sin tijeras ideológicas, políticas, de seso o religión.


Dicen los viejos que en este país
hubo una guerra,
que hay dos Españas que guardan aún
el rencor de viejas deudas;
dicen los viejos que este país necesita
palo largo y mano dura
para evitar lo peor.
Pero yo sólo he visto gente
que sufre y calla, dolor y miedo,
gente que sólo desea
su pan, su hembra y la fiesta en paz.
Libertad, libertad
sin ira libertad,
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad,
sin ira libertad,
y si no la hay sin duda la habrá.
Dicen los viejos que hacemos
lo que nos da la gana;
y no es posible que así pueda haber
gobierno que gobierne nada;
dicen los viejos que no se nos dé rienda suelta,
que todos aquí llevamos
la violencia a flor de piel.
Pero yo sólo he visto gente
muy obediente, hasta en la cama
gente que tan sólo pide
vivir su vida, sin más mentiras y en paz...
Libertad, libertad
sin ira libertad,
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad,
sin ira libertad,
y si no la hay sin duda la habrá.
                                                    JARCHA 1976

A mi amigo Juanjo Reverte Rubio, que ha sido censurado por ejercer su derecho a la liebrtad de expresión en un Diario local controlado por una Diputación Provincial , en el año de 2011. 

Rafael Spínola R.
La Fragua del Pensamiento

jueves, 7 de julio de 2011

GUADALCANAL, 4 DE JUNIO DE 1675/1


MOTÍN, TUMULTO, ASONADA Y SEDICIÓN EN LA ELECCIÓN DE ALCALDES DE GUADALCANAL EN 1675


Primera parte.-

Los términos incluidos en el título fueron algunos de los usados por los jueces, fiscales y oficiales de justicia inmersos en los autos que siguieron a esta revuelta organizada con motivo de la elección de alcaldes en Guadalcanal durante la tarde y noche del 4 de junio de 1675, así como a lo largo de la madrugada y primeras horas de la mañana del día siguiente. Es decir, casi 24 horas que no fueron precisamente tranquilas en la villa, estallando un tumulto que parecía prolongar el bullicio propio de la feria de Pentecostés, concluida la madrugada del mismo día 4.
Los hechos no ocurrieron espontáneamente o por casualidad, sino que venían preparándose con cierta discreción desde días anteriores, tras determinadas juntas secretas y acuerdos de un sector importante de la población, mayoritariamente integrado por parte del gremio de labradores, hasta 16 clérigos y aquellos otros vecinos que se dejaron seducir, presionar o influir por los anteriores para hacer bulto y vociferar con los mismos propósitos. En concreto, según uno de los fiscales que tomó parte en los autos correspondientes “antes del mes de junio de este año y después de haber entrado el mes actual los atumultuados tuvieron muchas juntas y conversaciones en las casa de morada de don Cristóbal Yanes de Molina, en compañía de varios vecinos, así clérigos como labradores de su facción y séquito, confiriendo y consultando unos con otros la contradicción que se había de hacerse a voz de República y pueblo… y con el concurso y tumulto de los implicados y otros que prevendrían para la elección de alcaldes… si Raguelo no salía nombrado alcalde plebeyo”.
A los amotinados habría que añadirle un buen número de curiosos que también se concentraron en la Plaza Pública como espectadores de algo inusual: una sedición en toda regla, pues se pretendía contradecir al monarca y a los señores del Consejo de Ordenes Militares, intentado poner alcalde a su gusto y en contra de lo prescrito en las Leyes Capitulares en vigor, es decir, las de 1563.
Por lo que hemos podido documentarnos, los hechos fueron precedidos por ciertas anomalías en la elección de alcaldes en años anteriores, en algunas ocasiones por falta de personal idóneo. Concretamente, algunos vecinos opinaban que en el proceso de elección no se seguía con fidelidad aquel capítulo por el que se prohibía ejercer oficios concejiles sin haber transcurrido el tiempo prescrito después de ocupar un oficio de esas características con anterioridad, o aquel otro que prohibía a dos hermanos o a un padre e hijo ocupar simultáneamente cargos de responsabilidad concejil.
Según las citadas Ley Capitular, y en lo que más nos atañe para el caso que contemplamos, el proceso de elección de oficiales del concejo guadalcanalense debía estar presidido por el gobernador de Llerena o uno de los alcaldes mayores del partido de su gobernación (el de Llerena, el de Hornachos o el de Segura de León) comisionado a tal efecto, autoridad que debía personarse en todos los pueblos del partido una vez cada cinco años con la finalidad de seleccionar a las personas hábiles e idóneas para ejercer los oficios concejiles (alcaldes ordinarios y regidores), oficios que se servían de forma anual. Así, con una sola y costosa visita para el erario concejil, dicho representante real debía dejar nombrados alcaldes y regidores suficientes para los siguientes cinco años o ejercicios, que aquí en Guadalcanal corrían desde la Pascua de Pentecostés de un año a la del siguiente o, lo que era igual, de feria a feria de Guaditoca.
En nuestra villa, según tuvimos la oportunidad de relatar en la revista de 2009 (“Alternativas en la jurisdicción de la villa santiaguista de Guadalcanal”), en las fechas que nos ocupan el cabildo concejil estaba constituido por dos alcaldes ordinarios (uno en representación del estado nobiliario y el otro representando al pueblo llano o estado general de los buenos hombres pecheros, que constituían la mayoría del vecindario) y el cuerpo de regidores, en nuestro caso constituido por una docena larga de regidores perpetuos. Estos últimos, por haber comprado sus respectivas regidurías, ejercían de continuo sus oficios, con la facultad de usarlo, arrendarlo, venderlo o trasmitirlo por herencia a sus descendientes. En definitiva, dado el corporativismo que cultivaban y por encima de las diferencias personales que pudieran tener, los regidores perpetuos eran quienes realmente mandaban y gobernaban en el concejo de Guadalcanal, pues los acuerdos de cabildo se tomaban por mayoría de votos.
Por lo tanto, la elección de oficiales del ayuntamiento en nuestra villa en 1675 se reducía al nombramiento de los dos alcaldes ordinarios que, por periodo de un año, debían formar parte del cabildo concejil, sin que su voto fuese de calidad respecto al de los regidores. De estos dos alcaldes, como ya se ha contemplado, uno debería nombrarse entre los representantes del estamento nobiliario local (caballeros e hidalgos, que en conjunto debían ser unos veinte guadalcanalenses), oficio que generalmente y por rotación consensuada solía quedar en manos de uno de los regidores perpetuos o en las de sus allegados. El otro alcalde debía ser plebeyo, con la condición añadida de que debería poseer una hacienda desahogada para responder con la misma en caso de que cometiese alguna irregularidad en el ejercicio de sus funciones. Las funciones de los alcaldes, como también ya es conocida por los usuales lectores de esta revista, consistían en gobernar y administrar el concejo colegiadamente con los regidores perpetuos, decisiones que se tomaban en las sesiones de cabildo por mayoría de votos; es decir, dado el elevado número de regidores perpetuos, el concejo guadalcanalense se gobernaba siguiendo los intereses de los referidos regidores perpetuos. Además, como función exclusiva e inherente al oficio de alcalde, le correspondía administrar justicia en primera instancia en las causas civiles y criminales del término y jurisdicción de la villa, en coordinación con el otro alcalde ordinario. Las causas de mayor entidad y las apelaciones a la primera instancia o justicia quedaban en manos del gobernador de Llerena.
Pues bien, en condiciones normales, que no fueron precisamente las que se presentaron en Guadalcanal en las fechas consideradas, el gobernador de Llerena, o uno de sus alcaldes mayores, debía presentarse en los pueblos de su gobernación una vez cada cinco años para dejar nombrados suficientes oficiales para ese período. Pero como los oficios de alcaldes (no consideramos a los regidores, dado que estos eran perpetuos) se servían por sólo un año, el gobernador o su representante en su visita quinquenal debía nombrar alcaldes para un año (el de su visita) y dejar previsto, aunque en secreto, los nombre de los potenciales alcaldables para los cuatro años siguientes, quedando igualmente nombrados sus posibles sustitutos ante enfermedades, muertes o emigraciones de algunos de los seleccionados.
El criterio de selección que seguía el representante real en este proceso quinquenal venía también descrito en la Ley Capitular en vigor. Concretamente, se estipulaba que dicho representante debía preguntar a los oficiales cesantes sobre las preferencias en la elección de sus sustitutos, el día que visitaban el pueblo. Esta misma pregunta les debería hacer a los veinte labradores más señalados e influyentes del concejo, y a otros veinte vecinos más, recogiendo e integrando la información recibida en secreto, según su entender o conveniencia. No indicaba la Ley Capitular cómo habría de seleccionarse a esos cuarenta vecinos, pero entendemos que el comisario real se dejaría guiar o asumiría la propuesta del cuerpo de regidores perpetuos, evitándose así mayores complicaciones, salir al paso de esta cuestión rutinaria y cobrar del concejo lo que legalmente les correspondía por su visita, sin renunciar a cualquier otra “propina o detalle” que quisieran tener con él.
Hecha la consulta al cuerpo de electores citados, el referido representante regio escribía con su propia letra en sendos papeles los nombre de los diez vecinos plebeyos que había decidido seleccionar como aspirantes a alcaldes y cada uno de esos papeles “doblado lo metería dentro de una pelotilla de cera, la cual redondeaba con una turquesa de bodoques, de manera que todas las pelotillas fueren iguales y echará los que fueren nombrados para alcaldes en un cantarillo de madera”, cantarillo que había de guardarse en un arca bajo cuatro llaves (dos en manos de cada uno de los alcaldes, la tercera en las del mayordomo y una cuarta custodiada por el párroco de la Iglesia Mayor), junto al otro cantarillo donde debían estar las “pelotillas” correspondientes a los diez aspirantes a alcaldes por el estado nobiliario de la villa, asunto, éste último, que, como ya hemos dejado entrever, quedaba en manos y consenso del cuerpo de regidores perpetuos. Acto seguido, se llamaba a un niño de corta edad para que, una vez removidas las “pelotillas” sacara una de ellas del cántaro de alcalde por el estamento nobiliario y otra del correspondiente a los plebeyos, siendo los escogidos los nuevos alcaldes ordinarios hasta el tercer día de la Pascua de Pentecostés del año siguiente, día en el que -sin que ahora fuese necesaria la presencia del gobernador o su alcalde mayor- en la sesión de cabildo correspondiente sería llamado otro niño de corta edad para dejar en sus manos la elección de los nuevos alcaldes entre las “pelotillas” guardadas en sus correspondientes cantarillo y arca. Este proceso se repetía cada año el tercer día de la Pascua de Pentecostés, hasta agotar el quinquenio. Concluido este período, de nuevo debía personarse en la villa el gobernador de Llerena, o uno de sus alcaldes mayores, para seleccionar los alcaldes para el siguiente quinquenio.
Pues bien, el tercer día de la Pascua de Pentecostés de 1675 se iniciaba un nuevo quinquenio, por lo que el gobernador de Llerena comisionó al alcalde mayor de Hornachos (don Alonso Pérez Forero) para elegir oficiales en Guadalcanal, llegando así, tras esta prolongada introducción, a considerar el tumulto, motín y sedición que nos ocupa.
En efecto, la mañana del 4 de julio de 1675 hizo su aparición en la villa el alcalde mayor de Hornachos presidiendo una pequeña comitiva constituida por dos criados y un escribano y un alguacil de la gobernación. En su desplazamiento desde Hornachos, tuvo la oportunidad de cruzarse en el camino con muchos de los numerosos comerciantes, feriantes y devotos procedentes de la ermita de Guaditoca, donde acababa de concluir su famosa feria de Pentecostés. Pese a que coincidía con la de los propios guadalcanalenses que se reincorporaban al pueblo después de varios días de feria y veladas, la entrada en la villa de la citada comitiva no pasó desapercibida.
A la altura del convento del Espiritusanto, la comitiva real fue saludada por una comisión del cabildo concejil, cuyos integrantes, tras darles la bienvenida y mostrarles el respeto protocolario, les acompañaron hasta el mesón del Hospital de la Sangre, colindante con la iglesia y convento de la Concepción, donde tomaron aposento y dieron cuenta de unas suculentas mazas de carnero merino, regadas con un generoso vino de la cosecha local. Sobre las tres de la tarde, avisados por el tañir de campanas preceptivo, entraron en las casas de cabildo situadas en la Plaza Pública, para proceder a la elección de alcaldes, según se ha descrito y quedaba estipulado por la Ley Capitular en vigor.
Cuando el alcalde mayor de Hornachos, sus oficiales y la comisión de recibimiento entraron en las casas de cabildo, tras atravesar la entonces despoblada Plaza Pública, ya estaban esperándoles en su patio central el resto de los capitulares, los veinte mayores contribuyentes de la villa y una seleccionada y aleccionada representación de vecinos, por quienes, teóricamente, el alcalde mayor de Hornachos se dejaría asesorar para proponer a los posibles alcaldes ordinarios de la villa durante los próximos cinco años.
Bibliografía:
Archivo General del Arzobispado de Sevilla, Sección Justicia: - Serie Criminal, leg. 3.696. - Serie Autos Ejecutados, leg. 195

 REVISTA DE FERIA  2010

Manuel Maldonado Férnandez

martes, 5 de julio de 2011

Estoy sometido, para tratar de librarme, a un largo puteo


¿Quizá demasiado tarde para recomenzar?

El escritor Antonio Gala ha anunciado en su artículo diario en EL MUNDO que padece un cáncer "de difícil extirpación" al que espera vencer:

"La enfermedad nunca es una forma de tristeza ni una metáfora ni una melancolía: es un camino incómodo, que lleva o no a la muerte con o sin rapidez. Hasta ahora fui sometido a toda clase de salvamentos quirúrgicos. Nadie me consideró más interesante por eso, pero su éxito me salvó. Hasta ahora. Ahora padezco un cáncer de difícil extirpación. Y estoy sometido, para tratar de librarme, a un largo puteo, que es igual que una guerra de la que soy el campo de batalla. ¿Con un doble aliado: la quimioterapia y la radioterapia? Espero que conmigo sean más beneficiosas que el cáncer: matar es el fin de los tres. ¿Quizá demasiado tarde para recomenzar? Estoy en buenas manos: lo suficiente como para no querer pasar a las Mejores. Todo parece, así, interminable, monótono, invasivo... Menos la vida: no tenía edad ya de nuevas experiencias. Hubiera preferido el quirófano como tajante campo de batalla. Soy mal aliado de mí mismo: impaciente, poco soportador e insoportable: la anestesia total es mi aliada. Las nuevas experiencias me llegan tarde. Trataré, con todo, de defraudar a la muerte una vez más: la última".

Gala, nacido en 1936 en Brazatortas, Ciudad Real (aunque él siempre ha eludido dar su fecha de nacimiento), ha estado gravemente enfermo en dos ocasiones: en 1973 (momento en el que empezó a utilizar sus característicos bastones) y en 1998

Fuentes.- El mundo.es 05/04/2011

sábado, 2 de julio de 2011

Se murió Ernesto

A vos,

La esposa de Ernesto Sabato rememora en una carta a su marido algunos de los momentos más emotivos vividos junto a él.


"Querido hombre, hace apenas dos semanas te perdí, me he quedado con el corazón estirado igual que un viejo acordeón que no pudiera replegarse; como si una pampa viniera a ser mi alma. A ratos me encuentro repitiéndome “se murió Ernesto”. Tu muerte necesita más lugar, día a día.
Los últimos años que fueron tan duros de vivir con vos se han diluido. Te me aparecés como el hombre que conocí a los 19 años cuando aún vivía en la casa de mis padres. Una amiga me había dicho que vendría de visita con alguien. Abro la puerta, ese hombre eras vos.
Tu cercanía vino mucho después, unos 20 años después. Y fue entonces que comencé a compartir tu desasosiego creador, tu angustia, tus sentimientos de culpa que abarcaban al mundo y a tu cotidianidad. También tu inagotable apasionada vitalidad. Doy fe de tu sensibilidad ante el sufrimiento humano, de tu irrenunciable preocupación por el estado del mundo. Tu horror ante la desacralización de la vida. Tu piedad ante quienes han fracasado o han soportado la vida en soledad. Tu inmenso coraje para disentir.

Yo buscaba maneras de sosiego, de aliviarte ese temblor que era ya tu naturaleza. Te llevaba a paseos impensables para vos, entre jacarandaes o lapachos o ante los mismos bordes del mar. Íbamos mucho al cine. Yo recuerdo que te pedía que miraras para el piso para poder llegar a tiempo, tanta era la gente que te paraba en la calle para abrazarte. Y vos quedabas estremecido por algo que te decían, o por una mirada de tristeza. O por un hombre tirado en la calle.

Pero también eras muy capaz de disfrutar. De entre todo lo vivido me surge algo que me contaste una tarde. Años atrás habías observado que todos los chicos, y en diferentes idiomas, cuando juegan usan el mismo tiempo verbal que en los mitos, así: ‘dale que eras el rey, dale que yo era peregrino’. A Amado Alonso le había interesado mucho tu observación. A partir de esto te propuse que nosotros también hiciéramos ese juego. No sé si se sabe lo buen actor que eras. Inolvidable lo bien que hacías de Pedro Páramo, y de loco, algo entre tu Barragán y Zaratustra. A vos te gustaba hacer del último Quijote, el que duda de su utopía. Y yo, que hubiera querido ser actriz, gustaba de estos teatros improvisados de las tardes.

Viajamos mucho. Hasta el último rincón de las provincias fuimos llevando tu “Romance”, visitamos varias veces a Roa Bastos en Paraguay. Vivimos en Lanzarote en lo de los Saramago. En España, en 2002 y 2003, diste 18 conferencias. La última fue la inauguración de la Cátedra de Literatura Latinoamericana para la Autónoma. Se hizo en La Pedrera y una multitud lloraba de emoción al escucharte. En estos viajes yo te llevaba hasta los óleos y los cartones para pintar, porque no aguantabas estarte sin ellos cuando ya no escribías. Con frecuencia íbamos con alguno de mis hijos.

Pero también pasé a tu lado tristezas muy profundas como los diez años de la enfermedad de Matilde. Y la muerte de tu hijo Jorge.

La caída de la Argentina que provocó la muerte de hambre y desnutrición de las criaturas te dejó horas y meses sentado mirando al piso.

En esa época junto con Nicolás y Falú creamos la Fundación que lleva tu nombre y que vos presidiste entusiasta durante 7 años. Quisiste que fuera un espacio donde los jóvenes encontraran una opción ética frente a la falta de trabajo y a la desesperanza. Hicimos juntos los programas para los chicos, te apasionaba la educación, no parabas de pensar cómo encender en los jóvenes una utopía que los acercara a un horizonte más humano por el que valiera la pena vivir. Tu infatigable lucha, a costa de cualquier sacrificio. Hasta las cumbres de los cuatro mil metros de los Andes subimos para que vos les hablaras a la gente. Siempre creías que algo más se podía hacer, que se debía hacer.

En este tiempo la Fundación está llevando un mejor acceso a agua potable a miles y miles personas en muchas localidades aisladas algunas de las que visitamos juntos. Acercando agua o junto a las adolescentes de Bajo Flores es tu nombre el que voy repitiendo. En la pared un hermoso cartón pintado por vos, dice: a Elvirita con mi amor, Ernesto. Lo miro y salgo".

ELVIRA GONZÁLEZ FRAGA

(*)Ernesto Sabato Rojas, Provincia de Buenos Aires, 24 de junio de 1911 - Santos Lugares, 30 de abril de 2011 fue un escritor, ensayista, físico y pintor argentino. Escribió tres novelas: El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador, e innumerables ensayos sobre la condición humana.